El timo del amor desde dentro: diez días para intentar estafar 3.400 euros

Laura Ortega REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Pilar Canicoba

El delincuente se hizo pasar por un empleado de una plataforma petrolífera asaltada por unos piratas

20 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En una sociedad tan dependiente de la tecnología como la actual, la existencia de una huella digital asociada a cada individuo se convierte en un proceso casi tan innato como el de la formación de la propia huella dactilar. Es precisamente esa exposición la que convierte a un individuo cualquiera en potencial víctima de los ciberdelincuentes. El balance de criminalidad refleja que a lo largo del pasado año en Galicia se cometieron un total de 23.845 delitos telemáticos penales, es decir, un caso cada 22 minutos. Y este que sigue es el ejemplo real de uno de ellos, que empieza con un simple «hola». Lo manda un remitente desconocido recibido a través de WhatsApp en un móvil de La Voz. Ese mensaje levantó una sospecha que se concretó diez días y más de 600 mensajes después en un intento de romance scam o timo del amor por el que se se solicitaba el envío de 3.850 dólares (al cambio, 3.400 euros).

«Suelen presentarse como personas con perfiles atractivos, con buenas profesiones y un nivel de vida alto. En sus redes sociales tienen pocas publicaciones, muestran un sentimiento afectivo muy rápido y muy fuerte y no es raro que expongan algún drama personal buscando la empatía de la víctima», explica sobre el perfil de estos estafadores el inspector Juan José Varela, máximo responsable de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de ciberdelincuencia de la comisaría de la Policía Nacional de Pontevedra.

Todo coincide. El timador se presenta el segundo día —dice que ha llegado hasta este número por error al intentar guardar el teléfono de un amigo— como Thomas Murphy, un atractivo padre viudo de 38 años de Houston (Texas, Estados Unidos) que está trabajando en una plataforma petrolífera para una empresa de los Países Bajos. No tiene familia directa que pueda hacerse cargo de su hija, por lo que ha decidido enviarla a un internado en el Reino Unido mientras dura su trabajo en el Mar del Norte. En cinco días más de conversaciones insulsas (cuál es tu comida favorita, tu película, qué países te gustaría conocer, qué es para ti el amor…), su sentimiento es tan fuerte como poco creíble, y promete visitarnos en un mes. El giro de guion llega al noveno día, cuando relata que unos ladrones han asaltado su plataforma y le han robado su cartera y toda su documentación. Al décimo día y ante el supuesto peligro de permanecer ya pide 3.850 dólares, lo que supuestamente cuesta una licencia de emergencia para su empresa y un permiso de vuelo. Intento de timo completado.

Estructura empresarial

Aunque hay estafas similares orquestadas por individuos independientes, la mayoría llegan de organizaciones criminales ubicadas fuera de España y que funcionan con una estructura empresarial. «Unos se dedican a buscar en redes sociales y captar posibles víctimas. Otros son prácticamente teleoperadores que siguen un guion para intentar crear un sistema de confianza y, cuando creen haberlo logrado, es cuando empiezan a solicitar pequeñas cantidades de dinero con la promesa de devolverlo en cuanto se vean. Y poco a poco van solicitando más y más», expone el inspector Varela.

Desde un inicio todo presagiaba este desenlace. Número desconocido con prefijo de Nigeria, historia poco creíble, poca fluidez de la conversación… Una simple consulta desde Google Lens —herramienta de rastreo visual— de la imagen de perfil de nuestro interlocutor arrojó múltiples perfiles en diferentes redes sociales en los que se utilizaba la misma fotografía. «Las relaciones han cambiado y es frecuente que se establezcan de manera telemática, pero en cuanto te piden dinero, deberíamos sospechar. Pararnos un momento para poder pensar las cosas con calma. Cuando somos reflexivos, es más fácil que nos percatemos de que hemos sido engañados», concluye el experto.

«Si conocen tu punto débil es fácil que puedas caer. Da igual el nivel cultural o social»

Lo fácil ante una estafa como la expuesta es reaccionar negando la posibilidad de que algo así pueda sucederle a uno. Sin embargo, existen ciertos factores que convierten a personas con perfiles de lo más diverso en más propensas a caer en la red emocional que van tejiendo los timadores con sus víctimas. «Hay un alto porcentaje de falta de bienestar emocional y relaciones sanas. Hay gente que tiene carencias emocionales que ni ellos mismos saben. Es lo que llamamos la emoción oculta. Si alguien con malas intenciones conoce ese punto débil, es fácil que puedas caer. Y da igual tu nivel cultural o social», asegura Ángeles Amor Vázquez, psicóloga gallega experta en emociones. El grado de manipulación es tal que «las personas llegan a perder su esencia totalmente» y cuando se percatan de que han sido víctimas de un timador «se descubren a sí mismas haciendo o viviendo cosas que no defienden ni concuerdan con sus valores, como puede ser enviar dinero a un desconocido, solo por mantener ese falso bienestar emocional».

Reponerse de estafas de estas características, donde además del roto económico hay que hacer frente al daño emocional, resulta complejo. «De una ruptura sentimental uno se recupera pronto, pero aquí queda dañada la autoestima. Es un ataque a tu integridad como persona y eso te cambia», expone la psicóloga.

Menos denuncias

A la hora de denunciar, la vergüenza juega un papel clave: muchas víctimas no se atreven a hacerlo por no sentirse juzgadas. «Exponer por lo que han pasado no es fácil. Evidencia cierta inocencia, pero ellas la ven en negativo cuando debería ser algo positivo. Como psicólogos es lo que intentamos hacerles ver», esgrime Ángeles Amor. Coincide con ella el inspector Varela, que pone el foco en que «además del dinero, han perdido a la persona que pensaban que les quería, por lo que además de un delito, se encuentran ante una estafa emocional». Este experto en ciberdelincuencia asegura que se han encontrado ante casos donde el banco ha dado la voz de alarma por algún tipo de transacción sospechosa y, tras investigar y contactar con la víctima para explicarle lo que ha sucedido, «lo niega una y otra vez». Reflexión: «No hay nada de lo que avergonzarse. Tienen que tener claro que son víctimas y que tienen que denunciarlo».