El grupo de amigos de Redes que ha revivido su pueblo con diez bebés de golpe

GALICIA

Hacía seis años que no nacía nadie: «¡La gente no daba crédito!». Todos cuentan con la ayuda de los abuelos, pieza fundamental para poder conciliar
27 abr 2025 . Actualizado a las 15:19 h.Hacía muchos años que no se veía nada igual en la plaza de Redes. Un carrito de bebé tras otro hasta contar diez, a los que siguen muy atentos los flashes de las cámaras de los abuelos, que van retratando cada sonrisa, mueca o llanto de los pequeños. En esta parroquia del municipio de Ares no nacía nadie desde Emilio, que hoy tiene 6 años, y de repente son diez los bebés que han hecho renacer el pueblo. Y todos son hijos de una misma pandilla que, sin llegar a ponerse de acuerdo, fue viendo como unos y otros iban anunciando que en unos meses serían padres. «¡Yo no sabía que había tantos!», se sorprende una vecina al verlos a todos juntos.
Antonio, Marco, Martín, Belkins, Enzo, Enzo, Lola, Vega, Carmen y Roque bajaron de golpe la media de edad de los vecinos de Redes en el último año. En un momento en el que cada vez nacen menos bebés y en el que los pueblos se van quedando más vacíos, los padres de estas cuatro niñas y seis niños han ido a contracorriente. La mayoría viven allí y algunos incluso hicieron el viaje contrario y dejaron la ciudad para volver a la aldea. «Después de nueve años viviendo en A Coruña, a los cinco meses de tener al niño volví a Redes. Mi idea es quedarme», cuenta una de las madres. Y es que en casa hay algo muy importante a la hora de conciliar: la figura de los abuelos. «Son fundamentales, sin ellos no podría llegar a todo. Parece que el mundo está hecho para que tengamos que pedir la reducción de jornada al tener hijos», afirma otra de las mujeres. «Sí, que uno de los miembros de la pareja tenga que sacrificar su carrera profesional», responde otra.

Los niños son la alegría del pueblo. Y los abuelos de Redes están encantados. No se pierden un paso de los pequeños y algunos hasta se iniciaron en la fotografía justo cuando nacieron los nietos, para inmortalizar todas sus primeras veces. Por las mañanas salen con los carritos y se juntan en la plaza; porque más o menos los abuelos también son de la pandilla de siempre. Al final, se convertirán en tres generaciones que se han criado en las mismas calles. «En mi casa es el primer bebé después de 30 años. ¡Imagina cómo están de contentos todos!», dice una madre. «Que les den trabajo y abuelos, ya veréis como hay niños», dice en alto uno de los vecinos. «Me están entrando ganas de tener uno, ja, ja», apunta otra.
La estabilidad laboral también ha sido clave para que, casi como si se tratase de una conjura, estas diez familias se hayan puesto de acuerdo para tener hijos. Una de las madres, que trabaja desde años en el sector naval, llevaba tiempo encadenando trabajos temporales que se lo impedían: «Sabía que si me quedaba embarazada iba a tener problemas». Solucionada esa parte, ya pudo nacer Antonio, que no pierde ojo a las carantoñas que le hace su bisabuela.

Hay dos recuerdos que las madres guardan con gracia: el primero, cuando se iban dando la noticia de que estaban embarazadas —«¡La gente no daba crédito!»—, y el segundo, cuando dieron el primer paseo con el recién nacido por Redes. «Era imposible caminar más de dos metros sin que te parasen», afirma una. «Mi padre llegó a casa diciendo que le dolía la mano de tanto estrecharla con los vecinos, ja, ja», recuerda otra. Y es precisamente esa cercanía de un pueblo en el que todos son como una gran familia una de las razones por las que estas madres y padres han querido criar allí a sus hijos. «Todos conocemos a todos, sabemos cómo estamos y estamos pendientes los unos de los otros. La que podemos tener aquí es una crianza diferente a la de la ciudad, una en la que tengan la libertad para jugar tranquilos», afirma la madre que se mudó de vuelta al lugar en que nació. Lo contaba hace una semana Javier Guitián, vecino del pueblo, en su artículo en La Voz La conjura de los nietos: parece que decidieron nacer a la vez para poder jugar juntos.
LOS NIÑOS:
1. Belkins (09-04-2025). Sus padres son Belkins y Javier, que viven actualmente en Ferrol, pero los abuelos de la pequeña están en Redes y es una más del pueblo.
2. Enzo (14-01-2025). Sus padres, Shelenia y Adrián, viven en Ares, que está a unos tres kilómetros de Redes, donde también están los abuelos.
3. Roque (18-12-2024). Sus padres, Belén y Fernando viven en Ferrol, pero la casa familiar está en Redes, donde los abuelos son fundamentales.
4. Marco (13-12-2024). Sus padres, Miriam y Nacho, viven en Redes, donde también están los abuelos y bisabuelos.
5. Antonio (19-08-2024). Sus padres, Carmen y Héctor, viven en Redes. Como los abuelos del pequeño y también la bisabuela.
6. Enzo (03-04-2024). Sus padres, Carmen y Marcos, viven en Redes.
7. Martín (26-03-2024). Sus padres, Rosa y Adrián, viven en Redes.
8. Vega (25-03-2024). Sus padres, Beatriz y Jorge, viven en Ares; pero pasan mucho tiempo en Redes por el mismo motivo: los abuelos.
9. Carmen (04-01-2024). Sus padres, Natalia y Fran, viven en Redes.
10. Lola (24-01-2023). Lola es la primera niña de Beatriz y Jorge, padres también de Vega. A las dos pequeñas las cuidan los abuelos en Redes.
La escuela cerró hace casi veinte años y no hay líneas de autobús
El colegio de Redes cerró justo cuando dos de las madres de la pandilla terminaban los estudios, en el curso del 2008. Entonces, desde la Consellería de Educación no descartaban que en unos años se abriese de nuevo. Pero no fue así y los niños del municipio tienen que desplazarse hasta Ares, cabeza de concello, que está a unos tres kilómetros. De hecho, el transporte escolar es la única línea de autobús que pasa por el pueblo. «Ojalá ahora con estos once niños más pudiese volver a abrir aquí la escuela», pide una vecina. «Y sería genial que pudieses venir tú para allí», añade otra señalando a una de las madres, que es profesora. Ese sería uno de los servicios que les gustaría que se recuperasen en el pueblo. Incluso una casa nido, para los primeros años de los pequeños.
En Redes tampoco hay supermercado, ni banco ni ninguna otra tienda. Solo cuatro cafeterías —«en las que hemos pasado mucho tiempo de pequeños y los dueños son como de la familia», afirman— y una panadería. Para todo lo demás, deben desplazarse a otras localidades.