Viajar en tren seguirá siendo más barato que un alquiler para los universitarios

Jorge Noya
JORGE NOYA REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Viajeros en la estación de Santiago la semana pasada.
Viajeros en la estación de Santiago la semana pasada. Sandra Alonso

Un piso compartido es hasta cuatro veces más caro que los nuevos abonos mensuales de ferrocarril

29 jun 2025 . Actualizado a las 13:59 h.

Los abonos gratuitos en el transporte ferroviario aceleraron en septiembre del 2022 un cambio de paradigma en la movilidad estudiantil. La posibilidad de desplazarse abonando solo los 20 euros de fianza que exigía la operadora pública para contratar el abono cada tres meses y el creciente precio de los pisos compartidos empujaron a muchos universitarios al tren. «Me subieron el precio y empecé a ver inviable el alquiler», recuerda Carlota López, una joven de Vilagarcía que no dudó en cambiar su rutina para viajar a Santiago en ferrocarril. Lo ha hecho los últimos dos cursos, y ha comprobado como otros estudiantes de las localidades del trayecto que realizaba también se subían al tren.

Pero ahora, con la vista puesta en septiembre y sin más gratuidad, muchos se plantean si regresar a los alquileres o si continuar viajando con los nuevos abonos mensuales de Renfe, que se podrán utilizar a partir del 1 de julio y que están bonificados al 50 % sobre la tarifa general para los jóvenes mayores de 14 y menores de 26 años. ¿Qué resulta más económico? Con la calculadora en la mano, no parece haber duda. Teniendo en cuenta los precios del alquiler que manejan las inmobiliarias de las distintas ciudades, los estudiantes que puedan y decidan viajar en tren podrán ahorrar hasta 300 euros al mes en comparación con aquellos de sus compañeros que elijan mudarse a un piso compartido o a una residencia en los campus.

En Santiago, la ciudad gallega que más universitarios acoge, la diferencia es notable entre quedarse en la ciudad y viajar a ella en tren. Según confirma Vicente Martínez, de la inmobiliaria Apóstol, el alquiler de un piso de tres habitaciones en la capital gallega oscila entre los 900 y los 1.000 euros mensuales. Así las cosas, un estudiante acabaría el mes pagando una media de 300 euros, a los que tendría que sumar otros 30 o 35 de luz, agua e internet —la comunidad suele estar incluida—. Esos 330 euros que suma la factura suponen un gasto, en algunos casos, casi cuatro veces mayor que el de un abono ferroviario, con el que un estudiante de Ourense, por ejemplo, podría viajar a diario a Santiago abonando a Renfe 88,75 euros al mes.

Más económico resultará aún viajar a Santiago para los estudiantes que se desplacen desde Vigo (69,70 euros al mes), A Coruña (45,20), Pontevedra (45,15) o Vilagarcía (30). Son precios casi testimoniales en comparación con el alquiler de una habitación, salvo que el estudiante consiga un cuarto en una residencia pública, donde los precios parten de los 46 euros por un cuarto compartido. La tarifa de esos dormitorios depende de las condiciones económicas de los alumnos que obtienen plaza. En el otro extremo del rango de precios se sitúan las residencias privadas, que en Santiago pueden llegar a costar 945 euros mensuales, aunque con pensión completa.

Precios similares manejan los cuartos privados en A Coruña, la ciudad que en estos momentos alberga los alquileres estudiantiles más caros de Galicia. Alcanzan, según las inmobiliarias consultadas, los 350 euros mensuales, más gastos. Frente a ello, las residencias públicas de la ciudad pueden resultar una opción asequible —los precios se mueven entre los 74 y los 152 euros—, pero las plazas, como en Santiago, son limitadas. Ante ese panorama, muchos se plantean permanecer en el nido y desplazarse diariamente a las facultades en tren. De decantarse por esa opción, los estudiantes más próximos a los campus herculinos, los santiagueses, pagarían 45 euros mensuales por el abono ferroviario, a lo que habría que añadir el coste —también reducido— del bus entre la estación y la facultad.

Esta disyuntiva entre tren y alquiler se debate también estos días entre las familias del sur de la comunidad, especialmente, entre quienes viven en Vigo y estudian en Pontevedra, o viceversa. Las inmobiliarias de la ciudad olívica ofrecen habitaciones por unos 250 euros al mes, un valor que multiplica por diez los 25,90 euros que cuesta el abono de Renfe necesario para viajar entre las dos urbes pontevedresas.

En los otros dos campus gallegos con conexiones ferroviarias de alta velocidad, el resultado de la comparativa se repite. Ourense y Pontevedra cuelgan en sus inmobiliarias anuncios de habitaciones con precios que bailan entre los 225 y los 250 euros. Y tampoco son una opción demasiado asequible sus residencias privadas, cuyos cuartos se cotizan en hasta 700 euros al mes. Son tarifas nada competitivas en comparación con las ofrecidas por la operadora pública ferroviaria.

Más complicado en las afueras

La cuestión es hasta qué punto resulta operativo moverse en ferrocarril, porque, más allá de los precios, hay otros factores que entran en juego al tomar la decisión de qué hacer de septiembre en adelante. El condicionante más importante son las frecuencias. Cierto es que la opción de viajar en tren resulta muy cómoda para los estudiantes que residen en las ciudades del eje atlántico y Ourense, pero no es tan práctica para aquellos jóvenes que residen en las afueras de esas urbes o en las localidades que solo cubre el tren regional.

En ese caso están municipios como Ordes, Padrón o Redondela, situados a pocos minutos en tren de sus ciudades de referencia, pero lastrados por la falta de trenes. «Estoy pensando en coger un piso porque los horarios no se ajustan; pero, si hubiese más frecuencias, no lo dudaría», sentencia María Torres, que ha viajado a Santiago desde Catoira durante los últimos dos cursos. A muchos estudiantes de esas localidades no les queda otra que alquilar un piso o desplazarse en sus vehículos privados o en autobús.

El cálculo cambia si el estudiante recibe la beca para alojamiento del ministerio

Las comparativas calculadas hasta ahora son diferentes en el caso de algunos estudiantes que se beneficiarán el próximo curso de las ayudas al estudio del Ministerio de Educación, que incluyen varias partidas a las que se accede según el nivel económico de las familias. Entre esas ayudas, se encuentra un complemento específico de 2.700 euros —se ha incrementado en 200 respecto al curso recién terminado— pensado para cubrir el coste del alojamiento. Para obtener la subvención, el estudiante que cumpla los requisitos económicos deberá presentar en septiembre un contrato válido de alquiler en un piso o en una residencia.

Hasta diez meses de alquiler

Pero no todos los beneficiarios de las becas ministeriales acceden a ese complemento residencial. Lo obtienen únicamente los estudiantes situados en los umbrales de renta familiar más bajos fijados por el Gobierno para repartir las becas. Ateniéndose al decreto que regula las ayudas, entraría en esos límites, por poner un ejemplo, una unidad familiar de cuatro miembros con una renta de entre 22.107 y 42.836 euros anuales.

En esos casos, los estudiantes que accedan a la ayuda de alojamiento podrán cubrir hasta diez meses completos del alquiler de una habitación. Lo que no cubre la beca son los gastos de transporte, por lo que el abono ferroviario para los viajes a casa seguiría estando entre las facturas a pagar por el estudiante.