Cuidar sin desarraigar: el futuro del modelo de cuidados pasa por la proximidad
GALICIA

Aunque es una idea plenamente consensuada entre todos los sectores implicados, sobre todo teniendo en cuenta la opinión de los sujetos diana (las personas mayores), no es hasta hace relativamente poco que la sociedad ha comenzado a replantearse el modelo de cuidados de larga duración. El paradigma instaurado de institucionalización, centralización y poca flexibilidad se ha mostrado ineficaz frente al envejecimiento poblacional, la dispersión geográfica y la necesidad de respetar la autonomía de las personas mayores que, en reiteradas ocasiones, han manifestado su preferencia por envejecer en «casa» como elemento clave para mantener su autonomía y, consecuentemente, su dignidad.
En este contexto, un modelo de cuidados en proximidad bien estructurado se nos antoja como una alternativa de futuro más humana, sostenible y eficaz. Este enfoque apuesta por ofrecer apoyos personalizados en el entorno habitual de la persona, sobre todo en donde no llega el modelo institucional, priorizando la permanencia en el domicilio y comunidad a través de la creación de redes de apoyo familiares, vecinales o de voluntariado (ya tradicionales en el medio rural gallego), a las que, por supuesto, sumaríamos el consiguiente soporte especializado.
A nivel estatal, el impulso al modelo de atención centrado en la persona y la promoción de los cuidados en el entorno ya vienen recogidos en la reforma del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia, que busca reforzar el cuidado en el domicilio y fomentar servicios de proximidad como la asistencia personal, la teleasistencia avanzada o el apoyo comunitario. Servicios a los que en las diferentes comunidades tratan de añadir otros innovadores, con mayor o menor fortuna, como lo son los gallegos de coidados porta a porta, bono de coidados no fogar o las casas do maior, entre otros.
En todo caso, está demostrado que los cuidados de proximidad van a mejorar la calidad de vida del binomio paciente-cuidador, ya que facilitan la participación activa de las personas cuidadas en la toma de decisiones, reducen la institucionalización y fortalecen el tejido comunitario, permitiendo detectar, de manera precoz, las situaciones de riesgo, por ejemplo, en personas mayores que vivan solas.
Por tanto, avanzar hacia un modelo de cuidados en proximidad no va a ser solamente una cuestión técnica o presupuestaria, sino también ética. Se trata de cuidar sin desarraigar. De ahí que, en la Galicia actual, con una población muy envejecida, dispersa y solidaria, sobre todo en el entorno rural, este modelo, además de ser el deseable, sería el más recomendable.
Pero para que sea viable y sostenible se requiere una apuesta política decidida, con inversión estable, profesionalización del sector, innovación tecnológica y corresponsabilidad social. El riesgo es que, sin todos estos ingredientes, los intentos de implementar el modelo fracasen.