Las siete sanitarias alojadas en la sede del Celta en Príncipe cuentan cómo es su día a día
05 may 2020 . Actualizado a las 00:25 h.Ellas integran la nueva cantera celeste contra... el coronavirus. Tani, Cata, Sari, Laura, Selena, Pili y Vanesa son las siete sanitarias que tratan a enfermos de covid-19 y que, desde abril, viven realojadas en la sede del Celta, en la calle del Príncipe. Cada día a las ocho en punto salen al balcón principal a aplaudir a sus colegas. Proclaman «¡Vivan los sanitarios!», pero recalcan que su ovación se la dedican también a toda la gente que se esfuerza para que las cosas sigan funcionando durante el confinamiento.
Prestan su labor en diferentes hospitales de Vigo, privados como Fátima y Povisa, o del Sergas, como el Álvaro Cunqueiro, el Meixoeiro, y en una residencia de la tercera edad. Trabajan como enfermeras o auxiliares. Las acompañó un médico durante unos días pero se tuvo que marchar a casa por circunstancias personales.
Las nuevas inquilinas del Celta tienen algo en común: cada día salen al campo a marcarle goles al covid-19 en hospitales de Vigo, pero tienen miedo de volver a casa y contagiar a sus respectivas familias, con patologías previas. Lo tomaron como una cuestión de responsabilidad. «Para mí estar aquí es un privilegio, la tranquilidad no tiene precio. Me dijeron que había plaza y me vine en día en medio. En casa tomé medidas por mis abuelos, padres y hermana», dice Laura Carpintero, una joven enfermera de la uci de Fátima que atiende a pacientes con covid-19.
Todas han dado negativo en el test del coronavirus pero no quieren correr riesgos en su hogar. El departamento de recursos humanos del Sergas se movilizó para buscarles un alojamiento alternativo y las derivó a las habitaciones de los alumnos de la escuela de la cantera de la Fundación Celta, vacía desde marzo. Una sanitaria de Povisa lleva alojada un mes y el resto quince días. Cada una vive en un cuarto individual. «Mis amigos me preguntan si duermo en la habitación de los jugadores», bromea Laura. Desde pequeña el Celta es su equipo.
Las nuevas canteranas no se conocían de nada pero al terminar su turno hacían migas en la zona común y formaron «una nueva familia». «La convivencia es muy buena, la gente muy maja, hacemos nuestra terapia psicológica y hablamos de nuestro trabajo. Esto no sería posible si estuviéramos en un hotel. Es una suerte venir aquí, estamos muy agradecidas al Celta, es un privilegio», dice Laura.
Cenan juntas, cocinan (una vez saltó la alarma de humos al tostar pan) o ven la tele en una pantalla de «última generación». La técnica Sara Castro comenta: «Jugamos al futbolín y bailamos zumba para mantenernos activas». Laura les enseñó el JustDance que ella baila con la wifi y ahora siguen en un tutorial de YouTube: «Bailar nos entretiene y nos viene muy bien mentalmente».
A las ocho salen a aplaudir al balcón: «Queremos apoyar». Es una forma de hacer vida social durante su confinamiento en la sede celeste. Saben que, durante semanas, no podrán volver a casa con sus padres, maridos o hijos.
«No soy muy de fútbol pero esto está muy bien», dice Sara Castro. «Queremos agradecer a toda la gente que cede sus instalaciones para nosotras ya que es duro estar fuera de nuestras casas sin ver a nuestras familias y niños. El Celta, olé y olé, está a la altura de la situación», añade esta peruana afincada en Galicia. «De aquí salimos como una familia nueva; sin conocernosm el covid-19 nos ha unido», dice.
Castro relata su historia. Ella estaba apuntada en una bolsa de empleo y contratación del Sergas como auxiliar y, al inicio de la emergencia sanitaria, la Administración le ofreció desplazarse a Madrid para trabajar durante un mes en el Hospital Príncipe de Asturias. Otras compañeras acudieron a La Paz o al Gregorio Marañón, en Madrid. «Nuestro supervisor nos dijo que buscaban un grupo de voluntarias para echar una mano», recuerda.
En Madrid se volcó en la atención a enfermos de covid-19. Al volver a Vigo, y tras un descanso preventivo siguiendo unas pautas para controlar el cuadro de síntomas, el Sergas la destinó a un hospital. Dado que su marido tiene patologías previas, la realojaron en la sede del Celta. Las siete profesionales le dan las gracias al director de seguridad del club, Julio Vargas, «por animarnos mucho». También mencionan a Cris y Sara, las limpiadoras.
Castro ve el futuro con optimismo: «Las ucis están con menos pacientes, a mi regreso vi que esto está mejorando».