Emilia Pardo Bazán, contra el matonismo: «Me quieres... o te espabilo»

HEMEROTECA

«El sátiro» (Antonio Fillol, 1906). Una niña violada trata de reconocer a su agresor ante la actitud apática de las autoridades.
«El sátiro» (Antonio Fillol, 1906). Una niña violada trata de reconocer a su agresor ante la actitud apática de las autoridades. Antonio Fillol

Entonces, a la violencia social se le llamaba matonismo. No había estadísticas que nos dijesen, como hoy, que la criminalidad creció en Galicia un 35 % en el 2022 (y hasta un 150 % los delitos sexuales en alguna provincia), pero raro era el día sin un titular que empezase por la frase «crónica sangrienta». Así las cosas, La Voz emprendió la campaña «contra el matonismo». Y de ello opinó la condesa en nuestro periódico.

11 ene 2023 . Actualizado a las 16:37 h.

«La ignorancia, el alcohol, el descuido de los padres, la fácil adquisición de armas, la lenidad en el castigo». Estas eran, según escribía Emilia Pardo Bazán en La Voz en julio de 1906, las causas de la criminalidad de todo pelaje que emponzoñaba la sociedad de su época. Como la sigue envenenando estos días en que las cifras nos hablan de un aumento de la violencia grupal en Galicia y los asesinatos de mujeres se anuncian en el periódico de tres en tres. «Y a los gobiernos no les preocupa una miaja», aguijoneaba entonces la escritora.

Así comenzaba un artículo que se sumaba a una campaña de opinión pública abierta en las páginas del diario y en la que también participaron firmas ilustres del momento. El de Emilia Pardo Bazán es uno de esos tesoros que pueden encontrarse en nuestro archivo.

Bajo el título Sobre el matonismo, la consagrada figura de las letras dejaba algunas reflexiones en torno a la granujería para centrarse luego en lo que ella denominaba «delitos sálicos, delitos de hombres solos, en que la mujer es involuntariamente instigadora, pero nunca o rarísima vez autora».

«Del mismo género que el matonismo —escribía— es el coaccionismo sexual; me quieres o te espabilo. Trátase, pues, de una razón de la criminalidad que por modo elocuente acusa y descubre los gravísimos defectos de una organización social en que los dos sexos de que la humanidad se compone, en vez de aparecer en armonía y cooperación para el trabajo, el amor, la familia y la vida entera, están aislados, hostiles, en el antagonismo fiero de las primitivas épocas conquistando o disputando el macho y la hembra por medio de la violencia brutal».

Y continuaba Pardo Bazán: «En pueblos donde ese antagonismo no existe (Suiza, Bélgica, Alemania, citaré solo los que he visitado) no hay tampoco rastro de matonismo. En toda España existen, con variantes propias de cada región, y sufriendo, a través de la historia y de las costumbres, las evoluciones donde se muestra la estrecha afinidad que se nota entre el guapo o curro, el bandido generoso, el baratero, el matón de oficio, el pícaro, el aventurero o el guerrillero».

Un problema de pedagogía

En opinión de Emilia Pardo Bazán, el matonismo no era «un fenómeno superficial, epidérmico, sino que arraiga hondo en el modo de ser de nuestra patria». Y —apuntaba— creo que, señalado su carácter masculino, será forzoso reconocer que las raíces profundas del fenómeno están en el criterio general con que se extiende la función y relación del hombre y de la mujer en la totalidad social, y que sin modificar en absoluto tal criterio, nunca veremos erradicadas sus brutales manifestaciones».

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Para ella el problema era de pedagogía. «Pero no solo en las escuelas, sino muy en primer término en el ambiente y las costumbres, desde lo más bajo hasta lo más alto. Las colonias escolares mixtas, pongo por caso, son un remedio contra el matonismo. La honesta relación de compañerismo y fraternidad que establecen entre niños y niñas es lo más opuesto a la irritante atracción de las mozuelas y a la impulsividad salvaje que caracteriza al matonismo de los mozos». Como remedio inmediato, proponía la condesa, «no nos quedaría sino una represión legal severísima, efectiva, que no espero». Y recordaba que esta había sido ejercitada «con excelentes resultados en repúblicas contra estados crónicos de latrocinio y desorden; y la ley, interpretada según las circunstancias y la seguridad que los ciudadanos le exigen de recursos para zanjar el mal». «El caso es aplicar soluciones», concluía doña Emilia. O, por seguir usando sus palabras, que a los Gobiernos les importe una miaja.

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