Claude Debussy, el músico de las sensaciones

La Voz REDACCIÓN

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Claude Debussy prefirió seguir la vocación que le conducía hacia la música que seguir los consejos de su padre, un comerciante de porcelana que, a pesar de admirar y alabar tempranamente los avances del joven compositor al piano, siempre quiso que el maestro francés fuese marino.

Claude Debussy pronto destacó del rebaño en sus estudios musicales. Visionario y precoz, fue distinguido con un galardón que le permitió pasar una larga temporada en Roma, empapándose de los clásicos europeos en la Villa Medici, institución académica a la que, años más tarde, Claude Debussy dedicó una feroz crítica acusando su severa rigidez.

Nacido cerca de París, en la villa histórica Saint-Germain-en-Laye, Claude Debussy se trasladó al finalizar sus estudios a la capital francesa, donde rápidamente se coló en los círculos literarios del simbolismo y en los guetos artísticos del primer impresionismo de Monet o Renoir. Dejándose mecer por estas influencias de fin de siglo, Claude Debussy reavivó y le dio una nueva cara a la tradición francesa de Couperin y Rameau, poniendo la primera piedra del impresionismo musical.

Se dejó llevar por las sensaciones, por los olores, los sabores, la luz y la temperatura y rompió el molde formal de los acordes para distenderlos y contraerlos a su antojo. La imaginación musical, sensual y mágica de Claude Debussy cayó en el París de la época como un jarro de agua fría. Como todos los genios, el compositor francés tardó en encajar, y aunque sus composiciones están consideradas actualmente como auténticas obras de arte, fueron catalogadas entonces de absoluto caos.

Claude Debussy tuvo que esperar a componer la obra Preludio a la siesta de un fauno para meterse al público y a la crítica en el bolsillo. La pieza fue escrita para acompañar un largo poema de Mallarmé -considerado el gran experimental francés- y, junto a El Mar, Nocturnos e Imágenes, se convirtió en uno de sus grandes éxitos.

Catalogado ya como el primer impresionista musical -Claude Debussy rechazó sin embargo siempre tal término para referirse a sus composiciones-, intentaba recoger en sus piezas evocaciones sugestivas, desechando teorías armónicas al uso sobre acordes consonantes o disonantes, utilizando escalas exóticas que le acercaban a la música oriental, ritmos que había conocido en la Exposición Universal de París de 1889, junto con el folclore español, y que influyeron notablemente en toda su producción posterior.

La producción para piano de Claude Debussy puede contarse como lo más destacado de toda su obra. Los Preludios y Estudios revelan una forma completamente nueva de entender este instrumento, una herramienta capaz de crear armoniosos sonidos que sirvan como vía de escape, una obra de arte capaz de evadir a quien la escucha de la realidad que le rodea.