Mi madre padecía alzhéimer. Estaba en una residencia de ancianos. Era muy doloroso cuando íbamos a visitarla, porque no nos recordaba. Mi hija no lo entendía y me preguntaba: «¿Por qué la abuela no se acuerda de mi nombre?», y yo no sabía qué responderle. Le intenté explicar que era por una enfermedad, pero seguía sin comprenderlo. «¿Por qué una enfermedad hace que se olvide de todo?», me decía. «No sé, cielo, es así». Un día, mi hija me pidió ir a visitar a mi madre. No me negué, pero tampoco comprendía por qué quería ir a verla, así que se lo pregunté. Me dijo que quería intentar conseguir que la recordara, aunque solo fuera un poco. Sonreí tristemente ante la esperanza de mi hija.
La ilusión de los niños podía llegar muy lejos. Cuando llegamos, mi hija se fue corriendo a la habitación de su abuela. Su cuidadora nos miró sorprendida y le expliqué que mi hija iba a intentar que recuperara algo de su memoria. Me miró compasiva, como si supiera lo que estaba pensando. Mi hija se iba a llevar una gran decepción si no lo lograba. Ella se acercó a mi madre y le dijo: «Abuela, soy yo, Luz. Soy tu nieta, ¿te acuerdas?». Su abuela frunció el ceño y preguntó: «¿Mi nieta?», «Sí, abuela, tu nieta Luz. Mira huele esto», le dijo. Acto seguido, le puso una rosa muy cerca de la nariz.
Mi madre la olió y me quedé incrédula con lo que dijo a continuación: «¿Luz, eres tú?». Mi hija, con lágrimas en los ojos, le respondió: «Sí, abuela, soy yo, ¿me recuerdas?», «Sí, cariño, te recuerdo». Luz la abrazó, encantada de que su abuela se acordase de ella.
Luego, en el coche, tras una tarde en la que mi hija pudo disfrutar con su abuela, le pregunté: «¿Cómo lo hiciste?», «Antes de que perdiera la memoria, la abuela y yo íbamos a pasear juntas por su campo de rosas. Ella me decía que su olor le encantaba y que cada vez que olía una rosa, se acordaba de mí. Así que probé a hacer que oliera una. Tampoco había nada que perder. Y funcionó», me explicó. La abracé. A mí nunca se me habría ocurrido una cosa así.
La ilusión de una niña puede llegar muy lejos. Tanto, que a veces la subestimamos. Tanto, que incluso puede llegar a hacerse realidad.