Veincicinco años después los libaneses recuerdan al millar de víctimas de las matanzas de Sabra y Shatila

Efe

INTERNACIONAL

Entre el 16 y 18 de septiembre de 1982 entre 1.500 y 2.000 refugiados palestinos fueron masacrados al ocupar los israelíes Beirut.

18 sep 2007 . Actualizado a las 13:54 h.

Veinticinco años después de las matanzas de Sabra y Shatila, en las que murieron mas de un millar de personas, el recuerdo de la tragedia sigue vivo entre los refugiados palestinos, así como el mismo anhelo de que se haga justicia.

Entre 1.500 y 2.500 refugiados palestinos, además de algunos ciudadanos libaneses, fueron masacrados entre el 16 y el 18 de septiembre en los campamentos de Sabra y Shatila cuando Israel entró en Beirut en 1982, primera y única capital árabe que ha ocupado, justo tras el asesinato, dos días antes, del presidente Bechir Gemayel.

El 19 de septiembre de 1982 y después de tres días de un silencio total, los libaneses descubrieron horrorizados la matanza de esos civiles, algunos identificables, otros hinchados por el sol, apuñalados o destripados.

«Somos palestinos. Nunca podremos olvidar lo sucedido, aunque quizás un día podamos perdonar», dijo a Efe Kassem Aina, director general del Instituto Nacional de Ayuda Social y de Entrenamiento Vocacional.

«No se trata de una matanza sino de un crimen contra la humanidad -agregó-. No descansaremos hasta que se haga justicia, y conmemoraremos todos los años estas fechas».

Comisión

Una comisión de investigación israelí, dirigida por el juez Isaac Kajan, reconoció «la responsabilidad personal» en esa matanza del entonces ministro de Defensa Ariel Sharon, pero el procedimiento no siguió curso penal por tratarse de un asunto que había ocurrido fuera de Israel.

Asimismo, ese comité responsabilizó de modo directo a Elías Hobeika, que entonces era el jefe de los servicios de inteligencia de la milicia cristiana Fuerzas Libanesas, quien antes de ser asesinado en un atentado con coche bomba en 2002 declaró que poseía pruebas que exculpaban a su milicia.

Asimismo, Hobeika había anunciado su disposición a trasladarse a Bélgica, donde 25 sobrevivientes de la matanza presentaron en 2001 una querella contra Sharon por crímenes de guerra, contra la humanidad y genocidio.

«No solo Sharon y Hobeika son culpables, hay muchísimas personas implicadas en la muerte de civiles inocentes», agregó Aina, añadiendo que quizás «Dios está castigando al ex primer ministro israelí (que está en estado vegetativo desde hace mas de un año) por la muerte de tantos civiles inocentes».

«¿Cómo poder borrar de nuestra mente esas imágenes que nos siguen casi siempre y dar consuelo a las familias de las víctimas?», dijo a Efe Yamile Schejade, que dirige la asociación «Beit Atfal Assumoud».

A pesar de vivir en Shatila, Schejade tuvo la suerte de salir indemne de esa matanza al igual que su familia, lo que quizás le dio mas impulso para ayudar a las personas que sufrieron de esa tragedia.

En medio del campamento de Shatila, donde el agua corre por las calles y donde se desprende un olor nauseabundo, la asociación tiene un centro de tres plantas donde acoge niños y jóvenes que sufren las consecuencias de las sucesivas tragedias del pueblo palestino.

«Hemos visto a los niños crecer y tratamos a través del dibujo y de la conversación hacer que manifiesten sus sentimientos para que puedan tener mas tarde, en lo posible, una vida normal. Es muy difícil algunas veces», confiesa.

Al igual que todos los refugiados palestinos asegura «perdonar quizás, olvidar nunca».

Oum Mohamad el Kadi, con quince miembros de su familia muertos o desaparecidos, entre ellos dos de sus hijos y un hermano, no puede contener las lágrimas al evocar lo sucedido.

«Separaron los hombres de las mujeres y después nada supe de los nuestros». Cuando pudo regresar a Chatila se desmayó al ver los cadáveres amontonados.

Sin embargo, conserva la esperanza de que sus hijos estén secuestrados y puedan volver. «Nunca se encontraron sus cadáveres.

Quizás están encarcelados en Israel».

En la justicia de los hombres poco cree, «sólo en la de Dios», aunque asegura que «siempre continuaremos reclamando la verdad sobre lo sucedido».

En medio de la tristeza y pobreza que se ve en Sabra y Chatila, la única nota alegre la pone el mercado de verduras y frutas que abastece a un barrio convertido en suburbio de Beirut y donde hoy viven los supervivientes de la tragedia junto a obreros sirios y libaneses.