Los incendios y el «Katrina» son castigos divinos por evacuar Gaza, dicen judíos ultras a Bush
INTERNACIONAL
«¿Nos vamos a quedar como corderos que llevan al matadero mientras el maldito Gobierno [israelí] destruye las vidas de decenas de miles de familias, como hicieron con nuestros hermanos en Gush Katif [Gaza]?» La ira terrible de un apocalipsis empaña la última carta de uno de los rabinos ultranacionalistas más coléricos e influyentes entre los colonos de Israel, Dov Wolpe.
El líder que auguró al primer ministro, Ehud Olmert, la misma suerte que su antecesor, -Ariel Sharon, en coma desde hace 23 meses- si osaba evacuar Cisjordania, y que ahora ha hecho un llamamiento a «declarar inmediatamente el establecimiento de un Estado autónomo judío» en esa tierra -«Judea y Samaria»- como «única solución», en vista de las intenciones firmadas en Annápolis de dar paso a un Estado palestino.
Pero también la organización de extrema derecha S.O.S Israel, de la que Dov Wolpe es destacado correligionario, ya ha planeado lanzar una campaña para elegir una bandera y un himno destinados a simbolizar el nuevo «Estado autónomo judío».
Las siete plagas
No es la primera vez que este rabino y su asociación se orquestan para adelantarse al fin del mundo. Hasta la mesa del presidente de EE.?UU., dijeron al diario Yedioth Ahronot , hicieron llegar una carta para advertirle sobre «el terrible peligro» que corría su país al auspiciar la cumbre de Annápolis: las siete plagas. «No tenemos dudas de que la inundación en Nueva Orleans ocasionada por el Katrina fue castigo de Dios por haber expulsado a los habitantes de Gaza», decían. Y los incendios de California fueron un segundo aviso divino por tratar de «obligar a Israel» a «ceder sus ciudades a grupos terroristas».
«¿Seguirá adelante con este malévolo plan?», preguntaban a George W. Bush. Otro rabino de S.O.S. Israel, Dov Lior, y con él el Consejo de Rabinos de Yesha (Judea y Samaria) que encabeza, promueven «objetores» dentro del Ejército. Su fórmula, un compromiso por escrito a entregar en sus centros de reclutamiento, en el que los soldados aceptan «defender la seguridad del Estado», pero rechazan ejecutar órdenes de evacuar asentamientos.