El «Kennedy negro» consigue siete de cada diez votos, mientras que por detrás quedan Edwards y McCain.
09 ene 2008 . Actualizado a las 00:20 h.Cada cuatro años la diminuta aldea de Dixville Notch, en la frontera de New Hampshire con Canadá, es portada de los periódicos nacionales. El orgullo de sus 74 habitantes se debe a que sus 17 electores se apresuran a votar en cuanto abren las urnas. Este martes confirmaron las tendencias de las encuestas al consolidar la victoria demócrata de Barack Obama por el lado demócrata y aupar en la contienda republicana al senador John McCain.
El hombre al que algunos llaman el Kennedy negro se llevó siete de los diez votos demócratas que se ejercieron, mientras que el ex senador de Carolina del Norte John Edwards, que también quedara segundo en Iowa, se alzaba con dos y el gobernador de Nuevo México con uno.
La ex primera dama Hillary Clinton se quedó sin novios en este pueblo, pero no en el cercano de Hart's que sigue la misma estrategia, donde se llevó tres, en comparación a los 9 de Obama.
Esto sí coincidía con la encuesta de Zogby: Obama 42, Hillary 29 y Edwards: 17. Para que nadie se les adelantara en el resultado, el pueblo de Dixville había instalado 13 cabinas separadas -4 votos se habían ejercido por correo-.
La tendencia de las pequeñas aldeas rurales de New Hamphire parecían decir que el fenómeno de Obama es imparable. El electorado está tan entusiasmado con su mensaje de esperanza y unidad que ayer repitió el récord de participación que ya se viese en Iowa. El gobierno del estado auguraba este martes que más de medio millón de personas pasarían por las urnas, batiendo con mucho el récord de 1992, cuando 396.000 depositaron su voto en las elecciones que auparon a Bill Clinton. A medio día de ayer varios colegios habían alertado a las autoridades de que se estaban quedando sin papeletas.
Una por tres
Según Raymond Buckley, presidente del Partido Demócrata del estado, por cada papeleta republicana se habían depositado tres demócratas. Según sus previsiones la participación alcanzaría este año el 80%, todo un despertar en un país donde poco más del 50% vota en las presidenciales.
«Sentimos el momentum, pero no damos nada por hecho», escribió este martes Michelle Obama a sus seguidores. «Vamos a seguir trabajando duro para mantenerlo en Nevada, Carolina del Sur y los 22 estados que votan el 5 de febrero». Hasta entonces no se espera que ninguno de los principales candidatos tire la toalla, por mucho que los analistas se apresuren a enterrarlos.
La marabunta de votantes que propiciaron la victoria de Obama incluía una mayoría de independientes que este año han decidido apoyar al candidato demócrata. En New Hampshire suponen el 44% del electorado registrado para votar, y si mantienen su lealtad hasta noviembre pondrían a los demócratas en la Casa Blanca.
Pero como Obama gusta recordar en sus mítines, también hay algunos republicanos que le apoyan. «Lo sé porque me susurran oído: Barack, soy republicano, pero voy a votar por ti». El lunes uno de ellos dejó de susurrar y lo gritó bien alto frente a las cámaras de CNN. Era el ex secretario de estado Colin Powell, que dice estar «ilusionado y feliz» por la posibilidad de que el hijo de un africano pueda convertirse en el primer presidente negro de EEUU.
El entusiasmo que transmite el senador de Illinois con su mensaje idealista había hecho que Kathy Nilsen, de 57 años, dejase su hogar de Denver para instalarse con su hija en una casa prestada de New Hampshire, donde ha estado ayudando como voluntaria a la campaña de Obama. Es quizás su penitencia por haber votado en 2000 por Bush «como castigo a Al Gore», se disculpa. «Tienes que saber que aquí está pasando algo muy especial. Yo nunca había hecho esto en mi vida. La gente está despertando y empieza a creer que algo puede cambiar».
La migración de republicanos moderados e independientes a las filas de Obama perjudicaba especialmente a McCain, que en 2000 venció a Bush en New Hampshire gracias a su apoyo. Le salvó que en este estado no es posible cambiar el registro desde hace dos meses, por lo que quienes ya se habían registrado como republicanos se contagiaron de la fiebre de votar y apostaron por el otro candidato capaz de cruzar las filas del partido