La titular de Exteriores, Tzipi Livni, se perfila como la primera opción para tomar las riendas de Israel si se confirman los pronósticos -aunque precedentes anteriores aconsejan prudencia- y gana las elecciones internas con las que el gobernante partido Kadima tendrá hoy nuevo líder. La cita sirve para buscar el sustituto del primer ministro, Ehud Olmert, cuya dimisión por varios escándalos de corrupción ha hipotecado el futuro político del Estado judío y, por extensión, de la negociación con los palestinos. Olmert celebró anoche su último encuentro con Mahmud Abás en un intento de apurar un acuerdo de paz de última hora.
Más de 72.000 afiliados al Kadima están convocados a las urnas, en las que Livni se enfrenta a otros tres aspirantes, entre quienes el ministro de Transportes, Shaul Mofaz, es su principal rival para liderar el partido y sustituir también a Olmert al frente del país.
El liderazgo del Kadima -creado en el 2005 por Ariel Sharon con el ala menos radical del Likud y figuras del laborismo como Simón Peres- no le daría en principio a Livni más que la oportunidad de tratar de conservar la mayoría gubernamental.
Para alcanzar esa meta se encontrará con escollos mayores, pues en el caso de que aglutine hoy al menos el 40% de los votos necesarios para evitar una segunda vuelta -los sondeos le otorgan el 47% frente al 28% de Mofaz-, debe convencer a sus socios parlamentarios de que no dejen caer el Gobierno. La principal amenaza no procede del más nutrido de esos apoyos, el Partido Laborista, que ya ha anunciado su respaldo al sustituto de Olmert, sino de la postura del ultraortodoxo sefardí Shas, que prefiere a Mofaz.