Hostigan a las empresas para que cedan su capital a amigos o se vayan del país
22 sep 2008 . Actualizado a las 11:48 h.Aunque la semana próxima Cristina Fernández de Kirchner y José Luis Rodríguez Zapatero mantengan una reunión a solas en Nueva York, durante la 63ª Asamblea de las Naciones Unidas, las relaciones entre ambos países se mantienen tensas, tal y como lo han manifestado ambos Gobiernos.
España lo hizo a través de su embajador en Buenos Aires, Rafael Estrella Pedrosa, quien esta semana, tras la nacionalización de Aerolíneas Argentinas y la nueva postergación del viaje de la presidenta a Madrid, admitió que «hubo problemas en torno al tema de Aerolíneas, algunas tensiones que sin duda han afectado a la relación al tratarse de una empresa de capital español [Marsans]». Remarcó especialmente «las expresiones de tinte xenófobo» que se oyeron en el Congreso argentino. «He oído a algunos legisladores decir que 'los gallegos hicieron esto como conquistadores'», dijo.
Estos escarceos entre ambos países no son nuevos, en verdad comenzaron el 25 de mayo del 2003, cuando Néstor Kirchner asumió la Presidencia de Argentina. En su primer discurso dejó clara su posición sobre las empresas españolas que se habían hecho cargo de los servicios estatales privatizados por Carlos Menem. «Se llevaron el dinero en carretilla y eso se va tener que terminar», afirmó entonces del presidente.
Kirchner quería convencer a los argentinos de que los españoles habían venido a hacer su negocio sin importarles el país. Esto era el centro de su estrategia para poder avanzar sobre las empresas argumentando un nacionalismo que impulsó a grupos políticos aliados a manifestarse con gestos claramente xenófobos contra España. La hostilidad hacia los empresarios comenzó de forma inmediata. Durante su primer viaje a Madrid como presidente, Néstor Kirchner fue contundente: «Creo que muchos empresarios españoles se beneficiaron muchísimo durante el menemismo. Ahora van a tener que respetar las reglas de juego de nuestro país», declaró.
Campañas en contra
El plan de echar a los españoles para entregarles las empresas a sus grupos amigos no podía disimularse. Néstor Kirchner utilizó todas las armas posibles para desestabilizar a las empresas, a punto obligarlas a abandonar el país o entregar parte de sus acciones.
Organizó campañas en su contra, las acusó públicamente de especular, las hostigó con los sindicatos aliados generando huelgas, disturbios, imposibilitando el normal funcionamiento de las compañías, como en el caso de Aerolíneas.
El retiro de Kirchner de la jefatura de Estado no cambió el hostigamiento hacia las empresas españolas. Al alcanzar la Presidencia en diciembre pasado, Cristina Fernández continuó con la política de acoso y derribo hacia los capitales españoles radicados en Repsol-YPF, Gas Natural, Endesa y Aerolíneas Argentinas, entre otros.
Poco a poco, los Kirchner fueron logrando la venta de paquetes de acciones que pasaron a manos de empresarios amigos, como en el caso de YPF. Lo de Aerolíneas ya es sabido, Cristina Fernández está a punto de expropiar la empresa. Esto último, de producirse, originará el mayor conflicto entre ambos países en la era Kirchner.
El último gesto de fastidio de la presidenta Cristina Fernández hacia España fueron las declaraciones hechas tras conocer a finales de agosto un informe del Banco de España que incluía a Argentina entre los «países con riesgo elevado».
Fernández de Kirchner reaccionó muy rápido y declaró: «Después de las cosas que han pasado en España, deberían dedicarse a pronosticar más sobre las cosas de ellos que las de los demás».
Ahora se han sumado a la lista dos nuevas víctimas concesionarias de la recolección de residuos en la ciudad de Buenos Aires. El pasado miércoles el dirigente sindical Hugo Moyano, secretario general de la CGT y socio político de los Kirchner, exhortó a los legisladores a que «no participen empresas extranjeras en la renovación de contratos», y puso como ejemplo que «dos empresas españolas vienen a llevarse el dinero. A nosotros, los españoles no nos van a enseñar cómo hay que recoger la basura».
Cristina Fernández y su esposo deberán recomponer las relaciones con Rodríguez Zapatero y con la familia real, cansados de tanto escuchar a sus empresarios quejarse del matrimonio y sus modales, que muchas veces en sus propias bocas o en la de sus innumerables aliados rozan la xenofobia o la agresión gratuita. Por el momento tendrán que esperar hasta el año que viene para volver a pisar España.