Con una amplia mayoría en las urnas, la politóloga Laura Chinchilla se convirtió el domingo en la primera mujer que asumirá la presidencia de Costa Rica tras ganar las elecciones con casi un 47% de los votos, convirtiendo a su vez al país centroamericano en el tercero de la región en elegir a una mandataria. «Agradezco a los hombres que han permitido que una hija de este país pueda ser hoy presidenta de la República», aseveró tras conocer los resultados.
Chinchilla, de 50 años y candidata del socialdemócrata Partido Liberación Nacional, triunfó en unos comicios en los que se disputaba el poder con otros dos rivales principales: Ottón Solís, del Partido Acción Ciudadana (PAC), que obtuvo un 25% de los votos y que en el 2002 puso fin al bipartidismo histórico entre el PLN y la Unidad Social Cristiana (PUSC), y Otto Guevara, del Movimiento Libertario (ML), que obtuvo el apoyo de un 20% de los electores, una cifra histórica para su agrupación.
«Gracias Costa Rica por la confianza depositada; no la traicionaré, porque sé que no me ha sido dada como un regalo», dijo Chinchilla en su discurso de la victoria, pronunciado cuando unos parciales pero contundentes datos del Tribunal Supremo de Elecciones no dejaban lugar a dudas sobre el resultado final. La presidenta electa zanjaba así desde un primer momento las acusaciones vertidas contra ella durante la campaña electoral de ser una simple marioneta de Óscar Arias, su mentor y actual presidente de la república, y quien en el 2008 la eligió como candidata, aunque ella misma ha dicho: «Yo no era su primera opción». «Lo que viene es mi Gobierno, no el Gobierno de Arias», manifestó en reiteradas ocasiones.
Sin embargo, Chinchilla, que asumirá la presidencia en una ceremonia el 8 de mayo, utilizó como gancho para atraer electores la promesa de dar continuidad a las políticas de Arias, en áreas como seguridad y economía, así como en medio ambiente, esta última duramente criticada por opositores y ecologistas. Además, prometió más empleos, más inversión en educación y aumentar un 50% el presupuesto de seguridad, lo que caló fuerte en un país que vive con el temor de caer en manos de las bandas delictivas.