Breivik consideraría «una humillación» que lo consideren un enfermo
16 abr 2012 . Actualizado a las 07:00 h.El ultraderechista Anders Behring Breivik será juzgado desde hoy por los atentados cometidos hace nueve meses en Noruega, en los que mató a 77 personas, en su particular cruzada «contra la amenaza islámica y el multiculturalismo que están destruyendo Europa y Noruega». El autor confeso de la mayor matanza en la historia reciente de ese país escandinavo se ve a sí mismo como un salvador, que debería ser condecorado por un acto «patriótico», como aseguró durante una comparecencia ante el juez.
Desde que fue detenido el pasado 22 de julio, este fundamentalista cristiano de 33 años no ha mostrado señal de arrepentimiento. Lo que ha hecho es insistir en las ideas incluidas en «2083: Una declaración de independencia europea», el manifiesto de 1.500 páginas en inglés, que según él le llevó nueve años escribir y que difundió por Internet horas antes de cometer los atentados. Breivik vierte ahí su revisionismo histórico islamófobo y su plan de «reconquista» de Europa.
El atentado contra el complejo gubernamental de Oslo y la masacre posterior en el campamento de las Juventudes Laboristas en la isla de Utøya deben entenderse como «castigo» a la socialdemocracia, que ha «traicionado» a Noruega «importando» musulmanes. De ahí que se haya declarado responsable, no culpable, pues considera que aunque «atroces», sus crímenes son «necesarios».
Breivik contará en el juicio con lo que los tribunales le han negado hasta ahora: una plataforma donde exponer de nuevo sus ideas, algo avanzado ya por su abogado, Geir Lippestad, quien ha dicho que aquel «lamentará no haber ido más lejos».
En su primera comparecencia abierta, en noviembre, ya intentó dirigirse a los agraviados por los atentados, pero el juez se lo impidió, recordando que la vista se reducía a la prisión preventiva. En el papel que no pudo leer, Breivik quería decirles que debían darle las gracias, que los muertos son mártires, por una buena causa, y que deben entender que matando a unos pocos, él ha salvado miles de vidas en el futuro, según reveló el diario Aftenposten.
Que se le pueda considerar un enfermo mental y no penalmente responsable de sus actos, como hace el primero de los dos informes psiquiátricos que se le han hecho, le preocupa sobremanera. Ser declarado incapacitado sería «la humillación definitiva», escribió Breivik en una carta abierta. Aunque en desacuerdo sobre el diagnóstico final, ambos informes coinciden en señalar su personalidad narcisista y asocial, patente en su manifiesto, al hablar de sí mismo como eminencia intelectual, o asegurar que fue uno de los grafiteros más activos de Oslo. En su manifiesto revela también otros detalles que definen su personalidad egocéntrica, como sus operaciones de cirugía estética o su opción por la abstinencia sexual en los últimos años para no «desviar la atención».
Sus padres se separaron cuando tenía un año, y se mudó con su madre y una hermanastra a un hogar del que las autoridades sociales estudiaron sacarlo. Su compromiso político lo despertaron las agresiones que varios de sus amigos sufrieron supuestamente a manos de jóvenes musulmanes, y se concretó al unirse a las Juventudes del populista Partido del Progreso, que abandonaría tiempo después por moderado.