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Los conservadores se dirigen hacia una guerra en la convención para nominar al candidato
17 mar 2016 . Actualizado a las 12:11 h.«RIP por el Partido Republicano», titulaba la revista Forbes un análisis sobre lo ocurrido en las primarias del martes. El titular resume la sensación de derrota dentro del partido conservador después de las victorias de Donald Trump. Ganó en Florida -provocando la retirada de Marco Rubio-, Illinois y Carolina del Norte, empató en Misuri y perdió en Ohio ante John Kasich. En el bando demócrata, Hillary Clinton ganó cuatro estados y empató en el quinto, lo que deja a Sanders sin alternativas.
El anuncio de Kasich de que no va a retirarse de la campaña beneficia a Donald Trump porque hace que el voto contra él siga dividido. Pero aún así, las posibilidades de que consiga los 1.237 delegados necesarios para ser nominado son remotas. Para lograrlos debería hacerse con el 72 % de los que faltan por elegir y eso no parece probable. Es cierto que el neoyorquino ha vencido en la mayoría de los estados pero nunca por mayoría. Sus cifras de votantes rondan el tercio de todos los sufragios emitidos.
«Habrá disturbios»
Hay algunas señales de que su campaña se estaría desinflando, quizá a causa de la estrategia antiTrump lanzada por el aparato del partido. Pero si bien la idea de una convención abierta en la que cualquiera resulte elegido es la mejor alternativa para muchos republicanos, el magnate luchará contra aquellos que rechacen investirlo. Ayer ya advirtió: «Si eso ocurre, habrá disturbios».
Los analistas opinan que los republicanos están ante un «potencial baño de sangre» en la cita de julio en Cleveland. Mientras crecen las especulaciones. Otra vez se vuelven a barajar nombres de republicanos eminentes que podrían salir como candidatos en julio: Mitt Romney, que lidera la campaña contra Trump, y Paul Ryan, el presidente de la Cámara baja, que el martes no descartó esa posibilidad. Además de, por supuesto, los otros contrincantes: Cruz y Kasich.
Entre los demócratas la situación es muy diferente. Los resultados del martes han encumbrado a Clinton a una posición inalcanzable, aunque Sanders pretende seguir dando batalla. Los próximos estados en votar favorecen al senador porque son demográficamente similares a aquellos en los que ha vencido hasta ahora. Es fácil que consiga alguna victoria, pero la posibilidad de que se produjera un vuelco en la situación es impensable.
El enemigo está en casa
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El principal enemigo de Ted Cruz está en su propio partido. Se trata de Mitch McConnell, el poderoso líder de la mayoría republicana en el Senado. El año pasado, el senador texano le llamó mentiroso en público y ahora lo está pagando caro. Cruz no se cansa de repetir que sus porcentajes de votantes están próximos a los de Trump y que es la única alternativa al magnate, al menos en las primarias. Pero su partido no lo quiere como candidato.
El de Texas ha intentado un acercamiento a McConnell pero no le está dando resultado. Si lo hubiera logrado, el partido habría forzado la retirada de Kasich. Pero como no ha sido así ahora debe pelear con este para atraer a los votantes de Rubio. «Os recibiremos con los brazos abiertos», les dijo ayer. La permanencia del gobernador de Ohio ha provocado que Cruz que hasta hace dos días abominaba de la posibilidad de una convención abierta haya cambiado de opinión. Su director de campaña reconocía ayer que «al menos hay un 50 % de posibilidades» de que sea así.
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Estrategia peligrosa y arriesgada
Tras su victoria en Ohio, el gobernador John Kasich basa su estrategia en que se celebre una convención abierta en la que él emerja como el candidato más preparado para enfrentarse a Clinton y que el Partido Republicano decida descartar a Trump y Cruz. Una estrategia arriesgada y peligrosa ya que en el discurrir de las primarias lo lógico es que el magnate neoyorquino consiga un mayor número de delegados, seguido por el texano, y que Kasich acabe en último lugar.
Si apuesta por el gobernador de Ohio, la cúpula conservadora se arriesga a provocar una ruptura definitiva en el seno del Grand Old Party. Algo que no parece, al menos de momento, muy probable pero que es su única alternativa. Lo que sí descarta rotundamente Kasich es la posibilidad de ser candidato a la vicepresidencia con Trump: «No va a ocurrir», dijo.
Su atención principal está puesta en California porque allí los republicanos son más moderados, lo que le da más posibilidades de obtener un buen resultado.
El Obama republicano dilapida su futuro político
«No estaba en los planes de Dios que yo fuera presidente en el 2016, o tal vez nunca». Así anunció Marco Rubio que abandonaba la carrera por la nominación republicana tras sufrir una humillante derrota en su propio estado, Florida, a manos del populista Donald Trump.
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Ninguno de los múltiples abandonos en las primarias tiene la relevancia de la del senador cubano-estadounidense, porque nadie había atraído la mirada de la opinión pública y las esperanzas conservadoras como el denominado Obama republicano. El de Florida se convirtió en el preferido del partido y de los donantes para frenar al magnate. El establishment vio en Rubio su única alternativa para evitar la catástrofe que, según suponen, será la nominación de Trump. Pero ha ocurrido algo con lo que ni el partido ni el senador contaron, los votantes no lo han visto así.
Las razones de que no haya convencido a los electores están en una campaña plagada de errores garrafales. El primero es que no repitiera el enfoque que le llevó al Senado en el 2010. Entonces, el joven protegido de Jeb Bush se presentó aliado con el Tea Party y atrajo el voto de los conservadores extremistas que estaban indignados con la clase política. En esta campaña ofreció la imagen opuesta, la del político establecido que daba lecciones al resto.
Si la imagen que intentaba vender no tenía compradores, menos aún la estrategia de su campaña. Esta se basó en un argumento fallido: Trump se desvanecería en poco tiempo tras obligar al resto de candidatos a situarse en posturas más extremas. La realidad ha sido muy diferente.
El tercer gran error de Rubio fue dedicar la mayoría de sus recursos a unos pocos estados que votaron en el inicio de las primarias. Contaba con que ahí ganaría impulso para triunfar en el resto. Incluso en Florida confió en que su propia figura sería suficiente para atraer los votos sin necesidad de una estructura de campaña fuerte.
La realidad ha sido otra y ha dejado su futuro en el aire. Tras el anuncio de que no repetirá en el Senado en el 2018 y la derrota en Florida, sus perspectivas políticas son muy negras.