La fuerte proyección internacional y los mejores registros económicos de la década reflejan una sociedad en progreso, segura y abierta al exterior que está logrando ser un imán para la inversión

Carlos punzón
Periodista de La Voz de Galicia

De intervenidos por la troika a marcar el paso en la eurozona en menos de diez años. Un portugués presidirá mañana por primera vez las reuniones de los ministros de Finanzas del club del euro. Mario Centeno, el responsable de las cuentas públicas lusas, simboliza con su nombramiento al frente del eurogrupo el salto dado por Portugal al pasar de ser un territorio deprimido por una larguísima crisis a convertirse en un país de moda, receptor de inversiones de medio mundo, captador de residentes de lujo, vivero de mandatarios internacionales y escenario de un pulso al paro que va ganando.

El Índice de Paz Global lo acaba de situar como el tercer país más seguro del planeta, cuando hace tan solo dos años tenía 17 por delante. Solo Islandia y Nueva Zelanda mejoran sus condiciones de tranquilidad, que por comparación dejan a España en el puesto 23.º mundial, algunos escalones por detrás de las plácidas Noruega, Suecia y Finlandia.

No hay país en el continente donde los dividendos de las acciones estén alcanzando mayor rendimiento. En el 2017 llegaron al 4,47 %, un punto más que la media de la Bolsa de Estocolmo.

Las exportaciones se disparan tras haberse convertido en la puerta de entrada de China para Europa, mientras las importaciones crecen igualmente como síntoma de la recuperación del consumo interno.

El desempleo desciende a una velocidad de vértigo hasta el 8 %, nivel que se registraba en el 2004, dejando atrás referentes como el de Finlandia, tras venir de un 17 % hace tan solo cinco años. En España, la tasa no ha logrado bajar del 15 % en plena recuperación.

A mayores, los sueldos públicos crecen, hay nuevas oposiciones funcionariales internas en marcha y el salario mínimo está acercándose a 600 euros, en lugar de los 485 en los que se arrancó la actual década. Para redondear el diagnóstico, el déficit público se cerrará en un 1,2 % según las previsiones del Gobierno, menos de la mitad del español, y más de seis puntos por debajo del existente en el momento del rescate. Otra cosa son las enormes desigualdades que sigue habiendo, y el crecimiento polarizado entre las urbes y el interior.

Representantes mundiales

Las cuentas le están saliendo a Portugal, y además ahora tiene quien las publicite en el extranjero. El ministro Centeno no está solo en la proyección internacional lusa. El vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) es portugués, Vítor Constâncio, anterior gobernador del Banco de Portugal. Jean Claude Juncker ha elegido al anterior presidente del Consejo Económico y Social de Portugal, José Albino Silva Peneda, para su equipo en la Comisión Europea. Pero la proyección mundial que siempre ha buscado el espíritu portugués se ha logrado con la designación del ex primer ministro António Guterres como secretario general de la ONU.

Su fiscalidad ha permitido captar 10.000 extranjeros y la entrada de 3.380 millones Esa función de mediación internacional, de árbitro y garante de la búsqueda de estabilidad en el concierto mundial, ha llevado al presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, a proclamar que los portugueses son «los nuevos nórdicos del siglo XXI». Y no es una comparación cualquiera. Los viajeros del norte fueron los que introdujeron el bacalao en la gastronomía portuguesa; y los políticos escandinavos, quienes alcanzaron el siglo pasado, desde la socialdemocracia, un papel de mediación internacional mayor que la dimensión de su territorio, justo lo que busca ahora Portugal.

Y para proyectar el país, los portugueses han abierto su casa de par en par. Parte de la TAP, la aerolínea de bandera lusa, está en manos de chinos y de brasileños; el puerto de Leixões lo gestiona una firma turca; hay bancos de capital español, como Banif; y hasta los aeropuertos son gestionados por extranjeros, los franceses de Vinci.

Dinero exterior

Pese a la captación de inversiones empresariales, el Gobierno del socialista António Costa se ha lanzado a atraer también los capitales personales que buscan una rentabilidad tranquila. El programa Golden Visa (visado de oro), también existente en España, se ha convertido en uno de los planes más atractivos del mundo para inversores que buscan cambiar su residencia. Con solo siete días de estancia el primer año y 14 en los dos siguientes, se puede acceder a la residencia portuguesa, y con ella viajar como comunitario por toda Europa, a cambio únicamente de adquirir una propiedad inmobiliaria de al menos 500.000 euros, o de 350.000 si se ubica en una zona a rehabilitar. El pasaporte temporal se logra invirtiendo 250.000 euros en producciones artísticas o en el mantenimiento del patrimonio cultural o 350.000 en proyectos de investigación, o transfiriendo al menos un millón de euros a cuentas en bancos portugueses. Y todas esas posibilidades se rebajan además en un 20 % si se llevan a cabo en zonas de baja densidad de población.

Los niveles de paro han retrocedido hasta el 8 %, la cifra más baja desde el 2004 El visado de oro le ha proporcionado a Portugal desde el 2012 más de 3.380 millones de euros, el 90 % ligados a la construcción, según los datos de la patronal inmobiliaria lusa. Más de 9.212 familias gozan de las ventajas del pasaporte inversor, un plan que se ha disparado desde que Portugal dejó de estar intervenido. Y en tres meses se resuelve todo el papeleo, pese a ser un país con una reforma administrativa pendiente. La unidad nacional es vendida por el jefe del Estado como la verdadera simplificación administrativa, en un país que en todo caso tiene menos ayuntamientos que Galicia, aunque reúna cuatro veces más población (308 ayuntamientos en Portugal, frente a 313 en Galicia; 10,3 millones de habitantes, frente a 2,7).

La búsqueda de capitales también abarca a los pensionistas de todo el mundo, atraídos a Portugal por sus más de 3.330 horas de sol al año. Los retirados no pagan impuesto sobre la renta y los demás residentes no habituales soportan una carga del 20 %, frente a un 48 % que pueden llegar a pagar los autóctonos.

Madonna es solo el ejemplo más llamativo de los más de 10.000 extranjeros captados con ese régimen fiscal especial, alejado en ese extremo del modelo nórdico a emular.