Golpe de efecto de Macron para salvar la cumbre del G7

PAULA ROSAS BIARRITZ / COLPISA

INTERNACIONAL

Trump y Macron, durante el encuentro previo a la cumbre del G7 en la localidad francesa de Biarritz
Trump y Macron, durante el encuentro previo a la cumbre del G7 en la localidad francesa de Biarritz LUDOVIC MARIN

La reunión de Biarritz acoge con esperanza la llegada por sorpresa del titular de Exteriores, Javad Zarif, que se reunió con el presidente francés, pero no con el estadounidense

26 ago 2019 . Actualizado a las 16:42 h.

Un invitado sorpresa puso patas arriba el domingo la cumbre del G-7 en Biarritz y a la vez dio sentido a un encuentro que rara vez consigue ser eficaz a la hora de resolver las crisis internacionales. El ministro de Exteriores iraní, Yavad Zarif, aterrizó a primera hora de la tarde en el aeropuerto de la ciudad vascofrancesa para mantener una reunión con su homólogo francés, Jean-Yves Le Drian sobre la salida de la crisis nuclear. Pero el programa fue más allá y el jefe de la diplomacia iraní se reunió durante media hora con el presidente francés, sin que trascendiera el contenido de la conversación. «El camino por delante es largo, pero vale la pena intentarlo», escribió horas más tarde Zarif en su cuenta de Twitter.

Un golpe de efecto de Macron, empeñado en que la cumbre, pese a las profundas diferencias de los miembros del G-7, produzca algún fruto. Zarif es objeto de sanciones por parte de Estados Unidos desde el pasado mes de julio, y el portavoz diplomático iraní, Abas Mousavi, confirmaba el domingo que no tendría contacto alguno con la delegación americana que, a diferencia de los europeos, no lo considera un interlocutor válido. La duda planeaba sin embargo sobre si la decisión de invitar a Zarif, aunque fuera al margen del G-7, se había tomado en connivencia con los estadounidenses, y hacía temer un nuevo desaire de Trump, que ha amenazado en numerosas ocasiones con bombardear el país asiático.

Según fuentes del Elíseo, la decisión se tomó después de la cena que el sábado mantuvieron los líderes de la potencias industrializadas, donde consiguieron llegar a «puntos de convergencia» sobre el asunto. Los franceses dieron a entender que la información sobre la visita había circulado por las delegaciones y que habían trabajado «con total transparencia con sus socios americanos», aunque Donald Trump respondió con un frío «sin comentarios» cuando se le preguntó por el aterrizaje sorpresa del iraní.

La noticia de la inesperada visita saltaba gracias a la página de seguimiento de vuelos Flight Radar 24, donde se apreciaba que un avión oficial iraní había aterrizado en el aeropuerto de Biarritz, cerrado desde el pasado jueves por la cumbre, desatando una oleada de especulaciones en la sala de prensa del G-7. ¿Habría conseguido Macron lo imposible, sentar a la mesa a Trump y a los iraníes? No irían tan lejos las dotes diplomáticas del francés, aunque la jugada ha sido, sin duda, una pequeña victoria suya.

Estados Unidos abandonó el año pasado el acuerdo nuclear iraní, un pacto firmado en el 2015 por su antecesor, Barack Obama, y en el que las potencias del Consejo de Seguridad de la ONU habían trabajado durante años para frenar el acceso de Irán a las armas nucleares. Desde entonces, Washington ha vuelto a imponer sanciones económicas a su archienemigo asiático y, en revancha, Teherán enriquece desde hace unos meses uranio por encima de los niveles permitidos por el acuerdo. El resto de firmantes del tratado, la UE, China y Rusia batallan para impedir que acabe saltando por los aires.

Francia lleva meses intentado aplacar las tensiones en la región -donde Teherán capturó en julio a dos petroleros británicos en el estrecho de Ormuz- y el viernes pasado el presidente Macron ya se reunió con Zarif en París. Por el momento, Francia no espera sentar en la mesa a estadounidenses e iraníes, pero sí busca que se relaje la crispación y se creen las condiciones necesarias para retomar el diálogo.

La crisis nuclear iraní había sido desde el principio uno de los asuntos en el menú de la cumbre y, pese a las discrepancias, Macron aseguró el domingo que los siete dirigentes (EE.UU., Francia, Reino Unido, Canadá, Japón, Italia y Alemania) habían conseguido ponerse de acuerdo en al menos dos puntos: que Teherán no puede conseguir el arma nuclear y que la prioridad debe ser mantener la estabilidad en la región.

Un pequeño rifirrafe se había producido por la mañana cuando una fuente del Elíseo aseguró que Macron había recibido un mandato del G-7 para mediar en la crisis, noticia que fue rápidamente desmentida por Trump y posteriormente matizada por el presidente galo. Macron reconoció que el G-7 es una reunión de líderes en la que no hay una organización formal y que, por lo tanto, su iniciativa es una más entre otras que han podido surgir en el seno del grupo, como la de Japón, que también ha intentado, por ahora sin demasiado éxito, hacer de interlocutor en la crisis. Aunque el primer ministro, Shinzo Abe, también logró  su propio triunfo en la cumbre y anunció, junto al jefe de la Casa Blanca, un acuerdo comercial bilateral sobre agroalimentación, industria y comercio digital.

Inicio del a cumbre

Emmanuel Macron y Donald Trump comieron juntos, cara a cara, el sábado en Biarritz para atenuar sus diferencias antes el inicio de la cumbre del G7, un encuentro que no estaba previsto inicialmente. Los dos dirigentes se encontraron en el Hôtel du Palais de Biarritz. Según el Elíseo, el almuerzo fue «improvisado» y Macron y Trump se sentaron solos en una mesa, a una decena de metros de sus acompañantes en la cumbre, como el ministro de Relaciones Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, y el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton.

«Hablaremos sobre cuestiones económicas para que las cosas puedan calmarse lo máximo posible y encontremos buenas soluciones de forma concertada para afrontar la cuestión digital, climática y la igualdad entre el hombre y la mujer», enunció Macron tras referirse también a la guerra económica, al conflicto sirio y a las tensiones con Irán.

Se trata de su primera cita bilateral antes de que el conjunto de negociaciones comience con el resto de miembros del G7 (Alemania, Reino Unido, Italia, Canadá y Japón), y sirvió para que ambos tomaran el pulso a sus respectivas posiciones. 

Sin comunicado conjunto

«Tenemos mucho en común», añadió el mandatario estadounidense, que llegó a Biarritz acompañado de su esposa, Melania. Este mismo viernes, no obstante, había reiterado su amenaza de imponer aranceles al vino francés en respuesta a la aprobación por Francia de la llamada «Tasa GAFA» (por Google, Apple, Facebook y Amazon), una ley que obliga a los gigantes tecnológicos a pagar un impuesto del 3 % sobre la facturación de su negocio.

El brexit sin acuerdo a la vuelta de la esquina. La economía mundial ralentizada por la guerra comercial emprendida por Estados Unidos. El populismo político plenamente asentado -ahora ya también entre las siete grandes potencias-. Sus líderes debilitados, como Angela Merkel, con un pie ya en la jubilación, o Giuseppe Conte, presidente interino en una Italia sumida en la crisis política. Con la Unión Europea en pleno cambio de ciclo. Sumidos en discrepancias en todo aquello que tradicionalmente había unido a ese mundo desarrollado y capitalista, como la democracia o la economía de mercado. Sobra decir, por tanto, que el grupo de los siete países más desarrollados (G7) no llega en su mejor momento a Biarritz.

Los siete grandes concurren tan divididos en su encuentro anual que al menos una cosa ha quedado clara desde el principio: no habrá comunicado conjunto al final de la cumbre. Ante el lamentable espectáculo de los líderes mundiales, incapaces de ponerse de acuerdo sobre unos mínimos, o para evitar desaires sonrojantes como la espantada de Donald Trump el año pasado en el encuentro en Canadá, mejor evitar el bochorno. impuestos. Los siete se pondrán o no de acuerdo, pero el verdadero peso de la cumbre vendrá de las reuniones bilaterales. 

Pequeños incidentes

La frialdad dentro de la cumbre de Biarritz parece haber contagiado también a los antisistema habituales en estas citas. La marcha de protesta de ayer de la contracumbre apenas reunió a 9.000 personas y los incidentes fueron menores a los de ediciones anteriores. Alguna pelea callejera, docena y media de detenidos e intercambio de lanzamientos de objetos y gases lacrimógenos completaron la escenografía.