La delfina de Merkel renuncia a la cancillería por la crisis en Turingia

La Voz REDACCIÓN

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AKK no había conseguido hacerse con las riendas del partido por las reticencias de ciertos sectores a su derecha
AKK no había conseguido hacerse con las riendas del partido por las reticencias de ciertos sectores a su derecha HANNIBAL HANSCHKE | Reuters

La ruptura del «cordón sanitario» a la ultraderecha por parte de su partido, la CDU, en un «Land» del este de Alemania da la puntilla a la debilitada Kramp-Karrenbauer

10 feb 2020 . Actualizado a las 18:21 h.

 El terremoto que experimenta estos días la política alemana vivía ayer su momento más álgido. Annegret Kramp-Karrenbauer, líder de la CDU y considerada la sucesora de Angela Merkel, cedía a la presión y anunciaba que se retira de la carrera por la cancillería en el 2021, la fecha en la que a más tardar se producirá el relevo. Su objetivo es iniciar antes del verano el proceso para buscar a un nuevo sucesor de Merkel y después renunciar también a la presidencia de la formación. «Ambos cargos van de la mano», argumentó en rueda de prensa la conocida como AKK, que sin embargo sí mantendrá su puesto como ministra de Defensa.

El detonante ha sido la crisis generada por la llamada «elección de la vergüenza». Se trata de la maniobra política sin precedentes por la cual el candidato del Partido Liberal (FDP), Thomas Kemmerich, fue designado primer ministro en el pequeño Land de Turingia, en el este de Alemania, gracias al apoyo de la CDU y los ultraderechistas de la AfD, a quienes todas las formaciones habían impuesto un cordón sanitario tanto a nivel regional como federal en el 2018.

Con ello, no solo las bancadas conservadora y liberal de Turingia ignoraron la línea de sus respectivos partidos, sino que además rompieron un tabú, al permitir que por primera vez en la historia de la posguerra alemana alguien se convierta en líder con votos ultras. Para más inri ocurría precisamente en el Land en el que Adolf Hitler llegó al poder en 1930 gracias a una alianza con la derecha tradicional, y el mismo en el que hoy AfD está dirigida por algunas de sus figuras más radicales.

Ello generó la indignación de políticos de todas las vertientes, y obligó al FDP y la CDU a tomar medidas. El líder del primero, Christian Lindner, impulsó una moción de censura entre la cúpula de la que salió reforzado, e instó a Kemmerich a retirarse y convocar nuevas elecciones en Turingia. Más tiempo tardaron en reaccionar los conservadores, que intentaron limpiar su imagen simplemente con la dimisión de su vicepresidente en Turingia, Christian Hirte, que también es comisario del Gobierno alemán para los estados federados del este.

Lucha de poder

Pero no bastaba con una respuesta así, ante los graves problemas que acechan desde hace tiempo al partido más votado de Alemania. La CDU está sumida en intensas lucha de poder entre el ala encarnada por AKK, que apuesta por la continuidad en el centro del tablero, y la fracción que insiste en virar aún más a la derecha para recuperar a los votantes que se han fugado a la AfD, que se coronó tercera en las elecciones del 2017 tras capitalizar el creciente rechazo a la llegada de inmigrantes al país.

«No ha sabido imponer dentro de su formación la política que practica el aislamiento de nuestro partido democrático y ciudadano, y eso es bueno», afirmó el presidente honorífico de AfD, Alexander Gauland. Por su parte, desde la oposición se preguntan cuál será el próximo Land donde los conservadores rompan el cordón sanitario. Sobre todo en el este de Alemania, donde la AfD cosecha resultados por encima del 20 %, y su discurso cala hondo entre una sociedad que se siente víctima de una reunificación incompleta y de segunda clase, con sueldos inferiores y un desempleo mayor.