La Guardia Nacional regresa a casa

Miguel Pérez MADRID / COLPISA

INTERNACIONAL

Miembros d ela Guardia Nacional, durante el despliegue en las inmediaciones de la Casa Blanca
Miembros d ela Guardia Nacional, durante el despliegue en las inmediaciones de la Casa Blanca JONATHAN ERNST | Reuters

Donald Trump retira a 3.900 reservistas enviados a Washington y ataca a Colin Powell por anunciar que votará a Joe Biden. Durante las protestas en Bristol, la estatua de un antiguo esclavista acabó en el río

08 jun 2020 . Actualizado a las 23:03 h.

Los disturbios amainan en Estados Unidos, pero crecen en la Casa Blanca. Este domingo, el mismo día que Donald Trump ordenó la desmovilización de la Guardia Nacional en Washington tras mostrar su satisfacción por el descenso de participación en las manifestaciones antirracistas, el exsecretario de Estado Colin Powell anunció su decisión de votar al candidato demócrata Joe Biden en las elecciones del 3 de noviembre. Poco dura la alegría en casa del presidente. Figura de indudable peso en la política estadounidense y mano derecha de George W. Bush entre el 2001 y el 2005, Powell acusó al líder republicano de haberse «apartado de la Constitución» y de «mentir todo el tiempo», dos torpedos en la línea de flotación del modelo de mandatario que gusta idealmente a la población. Para terminar de arruinarle el desayuno, una encuesta apuntaba que ya hay simpatizantes republicanos dispuestos a cambiar su voto al Partido Demócrata, y no porque ahora les convenza su programa sino porque quien no les convence es Trump.

Aunque se esperan nuevas marchas durante esta semana -este lunes y el martes se despedirá a George Floyd en sendos actos tras la ceremonia del jueves pasado en Mineápolis-, el tono de las celebradas el domingo en Los Angeles y el sábado en las grandes capitales y también en municipios pequeños, fue de absoluta tranquilidad salvo en un par de ciudades que registraron incidentes.

De hecho, hubo más altercados en las protestas convocadas fuera del país, con 115 detenidos y más de una treintena de policías heridos en Berlín y Londres. Asimismo, una nueva concentración en el Reino Unido terminó con el derribo de la estatua erigida en Bristol a Edward Colston, un antiguo esclavista.

Los manifestantes han utilizado cuerdas para rodear el cuello y tumbar la estatua de bronce de Colston, miembro de la Real Compañía Africana que habría transportado a 80.000 hombres, mujeres y niños como esclavos de África a América. Las imágenes difundidas en redes sociales muestran como la estatua del comerciante de esclavos del siglo XVII termina en el río Avon.

Trump anunció en Twitter el repliegue de los 3.900 miembros de la Guardia Nacional que envió a Washington -donde están acantonados otros 1.600 reservistas propios- el lunes pasado desde once estados diferentes, con el fin de garantizar el orden. Las últimas manifestaciones han tenido «menos gente de lo que se esperaba» y «ahora está todo bajo control», lo que motiva la desmovilización, se justificó. «Regresarán a casa, pero pueden volver rápidamente, si es necesario», advirtió el jefe del Ejecutivo.

En realidad, con la calle reivindicando tranquilamente el lema Black Lives Matter (la vida de los negros importan) y el recuerdo de algunas cargas antidisturbios violentas, el despliegue de la Guardia Nacional se había convertido en un artefacto difícil de manejar.

Su presencia se había vuelto una incómoda muestra de cómo el presidente ha sido incapaz de gestionar el multitudinario movimiento antirracista surgido tras la muerte de George Floyd el 5 de mayo, asfixiado bajo una tenaza de un policía en Minneapolis. Tras los primeros días de altercados, Trump ordenó vallar la Casa Blanca y transformó sus jardines en un campamento a cargo de las fuerzas federales y un cuerpo creado en 1936 para situaciones muy excepcionales. Joe Biden lo expuso gráficamente: entre despliegues y soflamas, estaba haciendo del país un «campo de batalla».

Reunión en el Despacho Oval

Las comparaciones bélicas también han procedido de la alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, quien el sábado habló incluso en terminos de «invasión». Ella misma ordenó en su momento movilizar a los reservistas en apoyo de la Policía Metropolitana de la capital estadounidense, tras dos noches de enfrentamientos y saqueos. Sin embargo, a finales de semana decidió suspender el toque de queda y pedir directamente a la Casa Blanca la marcha de los efectivos. No obstante, la historia podía haber sido peor.

La cadena CBS confirmó que el presidente propuso el despliegue de hasta 10.000 militares en diferentes ciudades para contener las protestas durante una reunión celebrada en el despacho oval en la noche del lunes. Trump comunicó esta iniciativa al secretario de Defensa, Mark Esper; al jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, y al fiscal general, William Barr, quienes la rechazaron.

Esper y Milley calmaron al mandatario llamando a los gobernadores para que movilizasen a la Guardia Nacional y pusieron en alerta a 1.600 soldados, entre ellos miembros de la División 82 de Infantería, de gran renombre por su papel en el desembarco de Normandía.

La guerra está ahora en casa.

Solo el 46% de los republicanos opina que el país va por el buen camino, cuando en marzo era el 70 %. Por eso, las palabras de Colin Powell cayeron tan mal al presidente, ya que se acumulan a las de otros políticos influyentes como el propio Bush, Obama o James Mattis, exjefe del Pentágono, y pueden influir en los indecisos de cara a los comicios. Según el diplomático, Trump «no ha sido un presidente muy efectivo. No voté por él (2016). La decisión para el 2020, en mi opinión, se ha vuelto peor», espetó Powell. El presidente replicó tildándole de coronel «sobrevalorado», que jugó un importante papel en la difusión de que Irak disponía de armas de destrucción masiva.