Especialista en sobreponerse, el presidente electo de Estados Unidos presume de raíces irlandesas y cita a John Wayne
08 nov 2020 . Actualizado a las 18:33 h.En la América de Joe Biden (Scranton, Pensilvania, 1942) los sueños no tienen fecha de caducidad. Medio siglo después de proponérselo, el veterano senador al que Donald Trump bautizó una y otra vez en mítines y debates como «el peor candidato de la historia», se ha convertido en el presidente número 46 de Estados Unidos.
Cuando, el próximo enero, jure su cargo en la escalinata del Capitolio, habrá cumplido ya 78 años y será el presidente de más edad, birlando ese récord al propio Trump. Es la culminación de una carrera paciente y laboriosa que comenzó en 1972 cuando, recién salido de la Facultad de Derecho de Siracusa, el joven candidato demócrata fue elegido senador por Delaware. Como su buen amigo el republicano John McCain, que durante más de treinta años fue senador por Arizona, Biden mantuvo ese escaño durante 36 años, hasta que en el 2008 se convirtió en el vicepresidente de Barack Obama.
El segundo católico en el despacho oval
Será el segundo católico que ocupa el despacho oval después del idolatrado Kennedy. Y, como JFK, presume de sus orígenes irlandeses. Lo sabe Boris Johnson, al que advirtió muy en serio que, si quiere un tratado de libre comercio con Estados Unidos, Londres debe respetar los términos del brexit y de los acuerdos de paz del Viernes Santo.
La tenacidad es la marca personal de este devoto de las películas de John Wayne. Superó con entereza la muerte de su primera mujer y de su hija, que fallecieron en un accidente de tráfico cuando acababa de ser elegido senador. Y ya en el 2015 tuvo que sobreponerse también a la pérdida de su primogénito, Beau, fiscal general de Delaware y estrella emergente de los demócratas, al que se llevó un tumor cerebral.
Un año después, remataba el segundo mandato de Obama y el vicepresidente decidió abandonar junto a su buen amigo la primera línea. Parecía, esta vez sí, un adiós definitivo, pero tras el fiasco de Hillary Clinton frente a Donald Trump en las presidenciales del 2016, los demócratas llamaron a su puerta para que evitase la reelección del magnate.
Para sorpresa de muchos, Joe Biden se enroló en la aventura. Y, para asombro de otros tantos, ha salido victorioso de una campaña tan dura como extraña, que ha desatado la mayor movilización de votantes de la historia. Toda una hazaña para «Joe el Dormilón», como lo caricaturizaba su millonario rival.
Ahora, necesitará su legendaria tenacidad para pacificar un país quebrado por las tensiones ideológicas y sociales.
Su pastor alemán Champ devolverá la normalidad a la Casa Blanca, después de que Trump fuese el primer presidente sin perro en los últimos cien años.
Kamala Harris, la senadora negra que colecciona primeras veces
De origen indio y jamaicano, la vicepresidenta electa de Estados Unidos es tan amada por los suyos como odiada por la América conservadora
Luís Pousa
«Cuando por primera vez me presenté a un cargo público, una de las cosas con las que tuve que luchar es que te fuerzan durante ese proceso a que te definas a ti misma de manera que te adaptes bien al compartimento que otra gente ha creado por ti», explicaba en una entrevista con The Washington Post. A la combativa Kamala Harris (Oakland, California, 1964) no le gustan las casillas ni los senderos trillados. Cuando una periodista le preguntó si iba a retomar «el legado de Obama» su repuesta fue tajante: «Tengo mi propio legado».
Se ha ganado el derecho a reivindicarlo. Su currículo, al que este sábado ha añadido nada menos que el cargo de vicepresidenta electa de Estados Unidos, es una colección de primeras veces. Hija de un cruce culturas, tiene raíces en la India por su madre y en Jamaica por su padre. Con ese punto de partida, fue la primera mujer afroamericana fiscala de distrito en California, la primera negra que llegaba a fiscala general de ese estado, la primera senadora de origen indio y, desde este sábado, la primera mujer afroamericana y de origen asiático que llega a vicepresidenta del país.
Harris, que genera tanto rechazo en el seno de la América conservadora como admiración en ciertos sectores progresistas, llega al cargo tras una meteórica carrera de solo cuatro años como senadora.
Carrera como fiscala
Licenciada en Políticas y Economía por la Universidad de Howard, saltó en 1990 de la Escuela de Derecho de San Francisco a la fiscalía. No le tembló el pulso al disputar a su antiguo jefe el cargo de fiscal general de California. El lema de campaña ya daba una idea de cómo se las gasta Harris cuando ha colocado un puesto en la diana de su ambición: «Somos progresistas como Terence Hallinan. Pero, al contrario que él, somos competentes». Era el 2003 y aprendió a ser paciente con los recuentos. El San Francisco Chronicle dio como ganador a su rival, pero, tras un minucioso escrutinio, Harris se llevó la fiscalía por un 0,8% de margen.
Cuando competía con Biden en las primarias demócratas, le afeó en un debate que, por su culpa, cuando ella estudiaba primaria y él ya era senador, tenía que viajar todos los días en bus a una escuela lejana por la indecisión de Washington para acabar con la segregación racial.
Este fuerte carácter no gusta a sus detractores, que la acusan de coquetear con las élites y de acumular contradicciones en asuntos sensibles como la pena de muerte o los seguros médicos.
A sus 56 años, se da por descontado que será el relevo natural del talludo Biden como líder demócrata. En su colección de primeras veces, ya solo le queda ser también la primera presidenta.