La represión militar en Birmania provoca un fuerte éxodo de las ciudades al campo
INTERNACIONAL

Birmania es ya escenario de una guerra. Al menos por sus consecuencias. La cruenta represión de la junta militar a los ciudadanos que salen cada día a las calles para defender su débil democracia provoca ya un éxodo de los habitantes de la capital, Rangún, y de otras ciudades en un intento de huir en masa de una violencia extrema, que según la Organización de las Naciones Unidas alcanza casi los 150 manifestantes muertos. La cifra de fallecidos desde el golpe de Estado del 1 de febrero se eleva hasta 180, todos civiles, según la Asociación de Ayuda a los Presos Políticos.
Son ya abundantes los que han decidido huir hacia zonas del país más tranquilas. Amontonando sus pertenencias y mascotas en camiones, tuk-tuks o en vehículos de dos ruedas han llenado las carreteras que se dirigen hacia zonas rurales ajenas al conflicto. Los uniformados parecen más decididos que nunca a reprimir las manifestaciones, cada vez más dispersas y reducidas en su asistencia. Muchos birmanos están encerrados en sus hogares. «No nos atrevemos a salir a la calle. Oímos disparos por la noche», relatan vecinos de los seis distritos de Rangún bajo la ley marcial. Al ser arrestados son conducidos ante un tribunal militar y se enfrentan a una pena mínima de tres años de trabajos forzados.
Funerales
Sin embargo, son aún muchos los valientes dispuestos a arriesgar sus vidas. Este martes volvieron a salpicar las ciudades de homenajes a las víctimas en funerales por decenas de manifestantes prodemocráticos asesinados. Entre ellos, cientos de estudiantes de Medicina participaron en Rangún en las exequias de uno de los fallecidos el domingo, Khant Nyar Hein, de 18 años. Con batas blancas, hicieron el saludo de tres dedos frente a su féretro, en señal de resistencia, coreando lemas como «¡Nuestra revolución debe prevalecer!», «mi corazón está roto. Necesitamos democracia (...) Necesitamos libertad», «paz a nuestros héroes» o «que sus almas descansen en paz». Pero sus voces son desoídas por los golpistas, como también lo son las que llegan desde el exterior. Ayer, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, denunció el «baño de sangre» y pidió a la comunidad internacional, «incluidos los actores regionales, que se unan en solidaridad con el pueblo de Birmania y sus aspiraciones democráticas». Por su parte, el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, denunció desde Tokio que «los militares intentan anular los resultados de unas elecciones democráticas»