Raúl Castro consuma el traspaso de poderes en Cuba a Díaz-Canel

INTERNACIONAL

Yander Zamora | EFE

El relevo se hará en el VIII congreso del PCC que comienza hoy

16 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Raúl Modesto Castro Ruz, el menor de los siete hijos varones de Ángel Castro Argiz, un gallego del municipio de Láncara (Lugo) que formó parte de las tropas españolas que combatieron la independencia de Cuba, hará efectiva su jubilación plena este fin de semana, tras regir los destinos de la isla caribeña durante más de seis décadas, mano a mano con su hermano Fidel.

Se va el más comunista y menos carismático de la saga de los Castro, el instigador del acercamiento a la URSS, la potencia que le dio cobertura política, económica y militar frente a la hostilidad de Estados Unidos tras el triunfo de la revolución.

El nominado como sucesor es Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, un ingeniero descendiente de inmigrantes asturianos al que Raúl Castro escogió y formó como delfín desde su juventud. Está considerado un funcionario leal y eficiente. En sus manos puso hace ya tres años el Gobierno de la isla, después de haberlo entrenado como vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros desde el año 2013. En el congreso que comienza hoy, el primero que se celebra tras la muerte de Fidel, será proclamado primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC), cargo que ha venido ocupando Raúl desde que sucedió a su hermano, fallecido hace cinco años.

Díaz-Canel, nacido cuando ya había triunfado la revolución y que hoy cumple 60 años, es 30 más joven que Raúl. Para unos es un reformista que tendrá que afrontar el reto de acometer los cambios que necesita la Revolución cubana para sobrevivir en unos tiempos que en nada se parecen a los de mediados del pasado siglo, cuando un grupo de impetuosos barbudos encabezaron una revuelta que puso fin a la dictadura de Fulgencio Baptista. Para otros es un burócrata gris elegido a dedo para mantener viva la dictadura en la que degeneró aquella revolución.

Peor que el Período Especial

Ya sin ninguno de los Castro en el poder y con los últimos dinosaurios de su quinta, como José Ramón Machado en retirada, tendrá que afrontar no solo los efectos devastadores de la pandemia, sino también el creciente clima de agitación social que vive el país, que se informa más de lo que pasa en el mundo por Internet que por el diario Granma. Pero su gran reto será hacer frente a una crisis económica equiparable o incluso peor que la del llamado Período Especial, a comienzos de la década de los 90, tras la desaparición de la URSS.

El año pasado, el PIB, según admiten los propios datos oficiales, registró una caída del 11 %, algo sin precedentes. Las 300 reformas anunciadas por Raúl Castro en el VII congreso, como el fomento de la iniciativa privada, se están empezando a poner en marcha ahora. Otras, como la unificación monetaria que acabó con el peso cubano convertible, están provocando un repunte de la inflación, un aumento de los precios de hasta el 500 %, y graves problemas de liquidez. Son las consecuencias de la caída de los ingresos generados por el turismo, las remesas de los emigrantes y la prestación de servicios en el extranjero. A todo ello hay que sumar los efectos de las 280 nuevas sanciones impuestas por la Administración Trump y la situación de Venezuela, que les priva del petróleo subsidiado.

Para afrontar la grave situación que vive el país será clave el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos. Los primeros pasos ya los dieron Raúl Castro y Barack Obama en el año 2014. La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca ha generado fundadas expectativas de que así se hará, pero los últimos mensajes del mandatario demócrata, que reafirman que esa posibilidad sigue abierta, advierten que el sucesor de Donald Trump no tiene prisa y que está a la espera de que los cubanos se posicionen.

Un mayor respeto a los derechos humanos, cubriendo al menos las apariencias, y una reducción de la notoria presencia actual de los militares en la economía son exigencias claves. Aunque ninguna de las dos partes aún no lo ha dicho explícitamente, no resulta descabellado pensar que la Administración norteamericana incluirá Venezuela como uno de los temas claves de las negociaciones. Resulta evidente desde hace tiempo que sin el respaldo de Cuba el actual régimen de Nicolás Maduro tiene los días contados.

El pragmatismo de Raúl Castro, heredado en buena medida por Díaz-Canel, hace pensar que resolver este problema para ellos es más cuestión de forma que de fondo y que, si lo afrontan, será muchísimo más lo que van a ganar que lo que pueden perder.