El Ejército israelí asalta el Hospital Al Shifa en busca de miembros de Hamás

Andrés Rey REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Atlas

Tel Aviv ordena, por primera vez, que las comunidades del sur de Gaza evacúen

16 nov 2023 . Actualizado a las 17:33 h.

«¿Recuerdan cuando decían que no entraríamos en la Franja? Entramos. Decían que no llegaríamos a las afueras de la Ciudad de Gaza, y llegamos. Decían que no nos adentraríamos en el Hospital Al Shifa. Estamos dentro», afirmó ayer Benjamin Netanyahu durante una visita a la base militar de entrenamiento de Zikim, en la frontera.

Cuarenta días después del inicio de la guerra, el primer ministro prometió que no hay lugar en Gaza al que Israel no pueda llegar. Que no hay refugio, albergue ni escondite para los «asesinos» de Hamás. Varios batallones de soldados recorrían los pasillos de Al Shifa, el hospital más importante de la Franja, en busca del supuesto cuartel general del grupo islamista. Sin electricidad, agua potable ni comida, la única luz que permitía distinguir pacientes de milicianos era la que entraba a través de las ventanas. Pero las linternas de los soldados apuntaban al subsuelo.

Varios soldados israelíes en los pasillos del Hospital Al Shifa.
Varios soldados israelíes en los pasillos del Hospital Al Shifa. Israel Defense Forces | REUTERS

«Llegaremos, eliminaremos a Hamás y recuperaremos a los rehenes. Esas son dos misiones sagradas», señaló Netanyahu. Sin embargo, horas después de entrar todavía no habían encontrado nada. El Gobierno de Gaza —controlado por los islamistas— hablaba de tanques, explosivos, drones y soldados fuertemente armados que disparaban dentro del hospital, lo que supone un «crimen de guerra». Un oficial del Ejército israelí, en cambio, aseguró que no habían disparado una sola bala dentro del edificio. Solo se habían producido combates en el exterior, que se saldaron con la muerte de «cuatro terroristas», dijo. «Las tropas operan de forma lenta y precisa, para minimizar los daños a civiles inocentes». Había 3.000 civiles, entre desplazados, personal médico y pacientes. Y 30 bebés prematuros.

Octavillas desde el cielo

El resto de las tropas del Estado hebreo iniciaban la marcha hacia el centro de la Franja, mientras el sur se nublaba por primera vez de octavillas que caían del cielo: «Por su seguridad, debe evacuar inmediatamente su lugar de residencia y acudir a refugios conocidos —rezaban—. Las acciones de Hamás y otras organizaciones terroristas obligan a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) a tomar medidas en su área de residencia. Las FDI no están interesadas en hacerle daño a usted ni a su familia».

Hace un mes, más de un millón de gazatíes —la mitad de la población de la Franja— abandonaron el norte, cruzaron el río Gaza y ahora se apiñan al sur. Es la «zona segura» que había delimitado el Ejército. Pero «cualquiera que esté cerca de terroristas o de sus instalaciones pone en peligro su vida», proseguía la nota. «Actuar de acuerdo con las instrucciones de las FDI evita que ustedes, los civiles, sufran daños».

Sin agua potable

El comisionado general de la ONU para los Refugiados Palestinos, Philippe Lazzarini, avisó de que «al final del día de hoy [por el miércoles] un 70 % de la población de Gaza no tendrá agua potable. Toda nuestra operación está al borde del colapso».

Por primera vez desde el inicio de la guerra, Israel había permitido la entrada de camiones con combustible, pero no para las plantas desalinizadoras de agua ni para los hospitales. «El cargamento de la ONU es, en realidad, combustible para Hamás», publicó la ministra israelí de Transporte, Miri Regev, en su cuenta de X (Twitter). El miércoles entraron 23.000 litros. La ONU necesita 200.000.

Mientras tanto, otros mil gazatíes con permiso de trabajo en Israel eran devueltos forzosamente a Gaza. Tal vez al cruzar el paso de Kerem Shalom —muy cerca del de Rafah— sintieron el suelo retumbar. Las FDI acababan de volar por los aires la sede del Gobierno de Hamás.

Y el comité de Ética de la Knesset, el Parlamento de Israel, suspendió a dos diputadas árabe israelíes por sus críticas contra los bombardeos en la Franja. «El “Ejército más moral del mundo” no daña a inocentes ni ataca hospitales», habían publicado en X.

Ihab, cirujano de Al Shifa que estudió en Santiago: «Trabajé allí muchos años y nunca vi milicianos»

El médico llegó en la madrugada del miércoles a El Cairo, junto con otros evacuados españoles

Pablo M. Díez

Mientras Al Shifa se convertía en un nuevo frente de batalla, uno de sus médicos conseguía por fin huir de la Franja. Entre los evacuados del martes con pasaporte español figura un doctor que solo se identifica como Ihab por seguridad, que trabajaba en el hospital como cirujano y estudió Medicina en la Universidad de Santiago de Compostela en la década de los noventa.

«Si hay túneles, nunca los hemos visto porque serán subterráneos. Y si los de Hamás estuvieran allí habrían salido desde el primer momento porque el hospital se convirtió en un objetivo militar. Yo he trabajado allí muchos años y no había visto nada que indicara algo así», explica nada más llegar a El Cairo.

Junto a su esposa e hijos, el doctor Ihab llegaba en la madrugada del miércoles, justo cuando el Ejército israelí tomaba Al Shifa. «Nunca he visto nada sospechoso», negaba el médico, que cree que «si se escondían en ese lugar, seguramente lo habrán evacuado desde que se anunció que podía haber gente allí abajo. No son tan tontos, me parece».

En plena controversia mundial por los ataques hebreos contra centros sanitarios palestinos en busca de terroristas de Hamás, el cirujano se lamenta de haber «perdido compañeros, familiares, amigos, vecinos». Cabizbajo, cuenta con un hilo de voz que «prácticamente ya no quedan hospitales, ni escuelas ni mezquitas ni iglesias ni calles ni edificios ni nada. Gaza está destrozada». Aunque tiene experiencia de guerras anteriores, afirma que «este conflicto es una barbarie y no hay nadie en Gaza que no haya perdido a seres queridos. Ha sido una salvajada enorme».

En su caso, no solo lamenta la muerte de unos tíos y sobrinos, sino también la destrucción de su hogar. «Solo pude trabajar la primera semana de la guerra. Nos ordenaron ir al sur porque nos dijeron que iba a ser una zona segura y nuestro barrio fue bombardeado por completo. Han desaparecido todas las casas, algunas por completo y otras, como la nuestra, parcialmente. Pero no sabemos cómo está ahora porque no hemos podido volver allí», relata con una serenidad que impresiona.

Desde que tuvieron que abandonar su hogar a la carrera, el doctor Ihab y su familia se habían refugiado en Jan Yunis, al sur de Gaza, «en la casa de un conocido» porque «con nuestros familiares ya no cabía nadie más».