Vladimir Putin, 25 años en el poder, desgastado por la sangría en Ucrania
INTERNACIONAL
El presidente cumple esta Nochevieja un cuarto de siglo al mando de Rusia desde que Boris Yeltsin le cediera el cargo
31 dic 2024 . Actualizado a las 18:27 h.Mientras Occidente celebra esta Nochevieja el primer cuarto de siglo del nuevo milenio, una fecha redonda que los agoreros advertían entonces que el mundo no llegaría a ver sumergida en apagones digitales y una guerra total, Vladímir Putin festeja sus 25 años disfrutando del poder en Rusia. Quizás algunos de aquellos gurús de lo nefasto tenían cierta razón, ya que desde la crisis de los misiles de los 60 el planeta nunca ha rozado tanto el larguero de un conflicto armado global debido al enfrentamiento ruso-occidental derivado de la invasión de Ucrania. Y lo único que está claro es que ambos, el mundo y Putin, llegan desgastados tras las tensiones y la sangre derramada en los últimos dos años a un 2025 que puede ser un punto de inflexión tanto para la paz mundial como para el futuro del jefe del Kremlin.
«Cuida Rusia», le dijo Boris Yeltsin a Vladímir Putin el último día del año 1999. El primer presidente elegido de manera democrática en el país, hijo de la transformación política y social desencadenada en la antigua Unión Soviética por la perestroika y la glasnost, anunció ese 31 de diciembre que cedía el poder a su sucesor. Fue un anunció sorprendente pese a que la caída del líder se veía venir en medio de sucesivas crisis políticas y económicas que habían hecho caer vertiginosamente su popularidad y le habían granjeado una fuerte oposición.
Putin comenzó ahí una etapa presidencial que nadie podía augurar tan prolongada. Ha superado en el poder a todos los jerarcas salvo a uno: Josef Stalin, cuyo mandato discurrió entre 1925-53 sobre el filo del gran terror, o la represión de millones de ciudadanos. Entre ambos, solo Leónidas Brezhnev había completado el gobierno más largo entre 1964 y 1982.
Pero Putin hace tiempo que ha superado la marca de Brezhnev y muchos dicen que su obsesión es superar a Stalin. Tiene 72 años y si completa la nueva legislatura, que abarca hasta 2030, lo conseguirá. El presidente revalidó este 2024 su cargo en unas discutidas elecciones donde ganó su partido, Rusia Unida, y los cambios legislativos introducidos desde el 2012 le permiten un mandato ampliado de cuatro a seis años. Alexéi Navalni murió en prisión. No tiene opositores serios dentro del país. Carece, por lo tanto, de grandes enemigos en su camino, salvo los que presenten la propia naturaleza o una crisis de envegadura superior.
Aunque eso sí: tampoco es el presidente que era antes del 2022. La invasión de Ucrania le ha generado tensiones internas y convertido en un paria internacional. Posee aún algunos amigos, los habituales, pero nada más. Entre ellos se encuentra el presidente chino. Los dos han intercambiado este martes los tradicionales saludos por el nuevo año. Xi Jinping ha dicho que Putin es su «mejor amigo». El ruso ha respondido asegurando que Xi es un líder «fiable» y de honor. También se han conjurado para que sus países sigan trabajando «codo con codo». Ninguno de ellos ha mecionado el baño de sangre que sucede día a día en Ucrania, pero Xi ha querido dejar claro que «no importa cómo cambie la situación internacional, China se mantendrá firme en profundizar las reformas y promover la paz y el desarrollo mundiales».
La forja del presidente
El jefe del Kremlin ha opositado concienzudamente desde aquel 1 de enero del 2000 para forjar un autogobierno vitalicio. En este cuarto de siglo el antiguo agente del KGB, que por cierto ha borrado todos los episodios siniestros de la agencia en orden a blanquear el pasado, ha debilitado las instituciones y minado el poder judicial a su favor. Ha operado también en las regiones, proporcionándolas un relieve en el que ha cultivado apoyos de la población y, sobre todo, de los oligarcas y empresarios.
Cuando comenzó la invasión de Ucrania se especuló mucho con la posibilidad de que los militares le derrocaran. En cambio, ha sido él quién se ha ido librando de generales, coroneles y comandantes según los vientos de la guerra soplaban en su contra. Y él, personalmente, conserva su porte. Una anécdota lo ilustra: después de la marcha de Ángela Merkel al frente del Gobierno alemán, Putin fue requerido por decenas de medios de comunicación para participar en programas ilustrativos de la carrera política de la canciller. Él sistemáticamente se negó porque la mayoría de quienes intervenían eran ya exgobernantes o políticos en la recta de salida, mientras que él seguía siendo «el presidente».
En el computo global de su gobernanza hay un pequeño vacío: al comienzo de su presidencia, la Constitución obligaba al preidente ruso a cumplir solo dos legislaturas. Por eso, en el 2008 cedió el sillón a Dmitri Medvédev. Putin pasó a convertirse en primer ministro y durante ese tiempo todos los expertos han tenido claro que continuó manejando el Kremlin. En 2021 volvió a convertirse en presidente. Él y Medvédev son amigos. De hecho, este último es su principal látigo internacional como vocero.
La era Putin sigue vigorosa, al parecer. El dirigente ruso pronunció el pasado 18 de diciembre su conferencia central de final de año y hí mostró su fortaleza interna y su control de la narrativa politica. «He hecho todo lo posible para que Rusia sea un Estado independiente y soberano, capaz de tomar decisiones en su propio interés y no en el de los países que la arrastraban hacia sí, dándole palmaditas en la espalda, sólo para utilizarla para sus propios fines». Sin embargo, sus palabras no ocultan una realidad. Putin ha arrastrado al país al borde del abismo, a una situación precaria con una economía de guerra y miles de familias preguntándose dónde están sus seres queridos, a quienes vieron por última vez dirigiéndose al frente en Ucrania.