Paracetamol y su supuesta relación con el autismo: la respuesta de los expertos a la alerta de Trump

EL BOTIQUÍN

Si bien algunos estudios observacionales hallaron una correlación entre el uso de este fármaco en el embarazo y el diagnóstico de autismo, una investigación realizada con más de dos millones de niños descartó esta asociación en el 2024
23 sep 2025 . Actualizado a las 17:47 h.El presidente de Estados Unidos, Donald Trump se ha pronunciado este lunes acerca del trastorno del espectro autista (TEA). El mandatario ha vinculado esta enfermedad del neurodesarrollo con el consumo durante el embarazo de Tylenol, la marca comercial de paracetamol más popular en el país norteamericano. Durante la comparecencia, Trump ha repetido más de diez veces la frase «No consuman Tylenol, no se lo den a los niños».
Trump ha estado acompañado por el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., quien ha anunciado que la Agencia Norteamericana de Medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) emitirá un aviso médico sobre el riesgo del paracetamol durante los meses de gestación, además de iniciar un proceso para cambiar la etiqueta de seguridad de este fármaco. El responsable del Departamento de Salud ha indicado además que su cartera lanzará una «campaña de servicio público a nivel nacional para informar a las familias y proteger la salud pública» en este aspecto.
Por otro lado, se cree que el gobierno republicano podría anunciar nuevos estudios con leucovorina, una medicación análoga del ácido folínico. Se han realizado ensayos médicos con la administración de leucovorina a niños con autismo que han conseguido «mejoras notables en su capacidad para hablar y comprender a los demás», aunque estos estudios se encuentran aún en fases iniciales.
El contexto del autismo en Estados Unidos
Durante las últimas dos décadas, los casos diagnosticados de autismo han aumentado significativamente, llegando a afectar a uno de cada 31 niños estadounidenses, según datos publicados en marzo por la Red de Monitoreo del Autismo y las Discapacidades (ADDM). En meses recientes, Robert F. Kennedy Jr. ha mostrado preocupación por este crecimiento en el número de diagnósticos. Ha afirmado que el país se enfrenta a una «epidemia de autismo» y relacionando la situación con factores ambientales, derivados de los alimentos, las vacunas u otros fármacos.
En abril, Kennedy aseguró que tendría respuestas acerca de las causas del autismo en septiembre de este año. «Estamos encontrando ciertas intervenciones que claramente, casi con certeza, causan autismo, y podremos abordarlas en septiembre», dijo en agosto durante una reunión de gabinete. Sin embargo, no existen pruebas fehacientes que vinculen el desarrollo del autismo a esos factores.
Qué es el paracetamol
El paracetamol es un analgésico y antitérmico utilizado principalmente para tratar sintomatología febril y dolores leves a moderados. «No se conoce el mecanismo exacto, pero se cree que actúa en el sistema nervioso central y también, en menor grado, en zonas periféricas, en la fuente del dolor. Bloquea la síntesis de algunos mediadores de la respuesta a nivel central y de esta forma, bloquea la percepción del dolor. Y a nivel periférico, donde está el foco, evita que se transmita la sensación dolorosa», explica Eduardo Ramírez, farmacéutico del área de divulgación científica del Consejo General de Colegios Farmacéuticos.
«Como antitérmico, es decir, frente a la fiebre, actúa en el hipotálamo, que es una zona del cerebro que se encarga de coordinar la termorregulación, o sea, la temperatura de nuestro cuerpo. Inhibe la síntesis de prostaglandina y así permite rebajar la fiebre cuando está alta», detalla Ramírez.
En relación con su uso durante el embarazo, el experto indica que «debe utilizarse cuando sea clínicamente necesario. Es preferible que lo haya prescrito un médico y que se utilice la menor dosis efectiva durante el menor tiempo posible y con la menor frecuencia». Con todo, asegura que «hasta el día de hoy, ni la Agencia Europea del Medicamento ni la FDA, que es la autoridad regulatoria estadounidense, han establecido ninguna alarma en este sentido» y recomienda consultar con el farmacéutico o el médico si hay dudas sobre su uso.
Tras las declaraciones de Trump de este lunes, Kenvue, la productora de Tylenol rechazó las declaraciones de Trump. «Discrepamos rotundamente de cualquier sugerencia contraria a la ciencia independiente», dijo Melissa Witt, portavoz de la farmacéutica. «Estamos profundamente preocupados por el riesgo que esto supone para la salud de las futuras madres», agregó Witt.
Por su parte, el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos emitió un comunicado en el que indica que el paracetamol es seguro y que las enfermedades que se tratan durante el embarazo «son mucho más peligrosas que cualquier riesgo teórico y pueden causar graves problemas de salud», según escribió el DR. Steven J. Fleischman, presidente de la organización.
Trastorno del espectro autista y paracetamol
Actualmente, «no existen pruebas claras que demuestren que un uso racional del paracetamol en el embarazo sea causa directa de autismo o de algún otro problemas del desarrollo neurológico del feto. El autismo es una patología multifactorial y es complicado asociar una causa única al desarrollo de esta patología», señala Ramírez.
«Hubo estudios que hicieron esa asociación y que están publicados. Pero son estudios con unas bases metodológicas débiles y sobre todo, que no controlan todas las variables que debería contemplar un estudio. Hay muchos factores que pueden afectar a los resultados y por esta razón estos trabajos no han provocado cambios en las recomendaciones de la comunidad científica», observa la farmacéutica Cristina Martínez Roca, que es la vocal de Servicios Farmacéuticos de Hospital del Colegio Oficial de Farmacéuticos de la Provincia de A Coruña (Cofc).
Una investigación publicada en el 2024 en la revista JAMA analizó datos de más de dos millones de niños nacidos en Suecia entre 1995 y 2019, de los cuales aproximadamente 185.000 nacieron de madres que habían tomado este fármaco durante el embarazo. El estudio comparó las tasas de autismo entre estos niños con las de sus hermanos y con las de niños no expuestos, y descubrió que el uso de paracetamol durante el embarazo no se asocia con un mayor riesgo de autismo, trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) u otros trastornos del desarrollo neurológico.
Un metaanálisis publicado en agosto en la revista BMC Environmental Health analizó 46 estudios sobre el uso de paracetamol durante el embarazo y los trastornos del neurodesarrollo infantil. Seis de los estudios analizaron específicamente el vínculo con el autismo. El análisis concluyó que existía evidencia de una asociación entre el consumo de paracetamol durante el embarazo y el desarrollo de autismo en el niño. Sin embargo, los autores advierten que su artículo solo puede demostrar asociaciones, no causas.
Esto podría indicar, por ejemplo, la presencia de una patología subyacente durante la gestación que pudiera llevar a las pacientes a tomar dosis más altas de paracetamol y que estuviera detrás del desarrollo del autismo. Si una madre toma paracetamol para la fiebre y más adelante su bebé desarrolla autismo, no hay, actualmente, estudios concluyentes que permitan determinar que la causa ha sido la fiebre o el consumo de paracetamol. «Como parte de las limitaciones de estos estudios están los factores confusores, por lo que un estudio observacional no puede demostrar una relación causal directa», subraya Ramírez.
Esto echa por tierra las declaraciones de Trump. «Hay un rumor, que no sé si es cierto o no, de que en Cuba no tienen Tylenol porque no tienen dinero para ello y virtualmente no tienen autismo. Y hay otras partes del mundo que no tienen Tylenol y no tienen autismo. Eso ya dice mucho», refirió el presidente.
La evidencia apunta hacia otras causas para este aumento de los casos. En junio, uno de los autores de la cuarta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, el DSM-IV, publicó una pieza de opinión en The New York Times titulada: «Las tasas de autismo se han multiplicado por sesenta y yo jugué un papel en hacer que ocurriera». En el artículo, el psiquiatra, Allen Frances, explica que en las últimas décadas se han hecho cambios a los criterios y la definición del autismo. Estas modificaciones podrían estar detrás de al menos una parte del aumento de casos.
«El autismo es el resultado de varios factores, a menudo combinados, en particular, la predisposición genética y, en ocasiones, la falta de oxígeno en el momento del nacimiento como consecuencia de complicaciones. Las investigaciones han demostrado que cualquier aumento marginal aparente como resultado del uso de paracetamol durante el embarazo tiende a desaparecer cuando los análisis tienen en cuenta los factores más importantes», explica Dimitrios Siassakos, Profesor de Obstetricia y Ginecología en el University College London y consultor honorario de Obstetricia en el University College London Hospital (Reino Unido), en declaraciones a Science Media Centre.
Vacunación y TEA
En el año 1998, un equipo de científicos publicó en la prestigiosa revista The Lancet una investigación que señalaba una correlación positiva entre el autismo y la vacuna triple vírica o MMR, que contribuye a la prevención del sarampión, las paperas y la rubéola. Los expertos concluyeron que el tiomersal, un conservante presente en la vacuna, podía estar detrás del desarrollo de esta enfermedad neurológica. Pero la historia no acabó allí.
«Seis años después, diez de los trece científicos que participaron en este estudio se retractaron de ese resultado y revelaron que el autor principal, Andrew Wakefield, había tenido un conflicto de intereses que no había revelado a la revista: estaba realizando una investigación en nombre de abogados que representaban a padres de niños autistas», relatan los psicólogos Carol Tavris y Elliot Aronson en el libro Se han cometido errores. Por qué justificamos creencias ridículas, decisiones equivocadas y actos dañinos, editado en castellano por Capitán Swing.
Wakefield había cobrado más de ochocientos mil dólares para averiguar si había motivos para emprender acciones legales y dio la respuesta afirmativa del estudio a los abogados antes de su publicación. Sin embargo, cuando los demás se retractaron, el investigador no firmó la retractación y continuó negando que hubiera conflictos de intereses entre sus motivaciones. «A diferencia de los científicos verdaderamente independientes, no tenía ningún incentivo para buscar pruebas que no confirmaran la correlación entre las vacunas y el autismo y sí tenía muchos incentivos para pasar por alto otras explicaciones», subrayan Tavris y Aronson.
La evidencia científica es contundente: no existe una relación causal entre el autismo y el tiomersal, el conservante presente en las vacunas que era la supuesta causa de la enfermedad. Este conservante se eliminó de las vacunas en el 2001 sin que ello conllevara un descenso de las tasas de autismo.
«El supuesto vínculo entre autismo y vacunas fue una teoría que ganó popularidad por el simple hecho de que la vacunación suele coincidir con la edad del diagnóstico. Te ponen una vacuna a los tres años y a los cuatro te diagnostican. Pero esto no significa que haya causalidad, hay muchas variables que no se recogen», explica Martínez.
Leucovorina
La leucovorina, un fármaco análogo del ácido fólico que se utiliza en el tratamiento de algunos tipos de cáncer como acompañamiento a la quimioterapia, protege a las células saludables contra los efectos del metotrexato u otros medicamentos oncológicos similares, mientras permite que estos fármacos penetren en las células tumorales y las eliminen. Recientemente se han realizado ensayos con leucovorina que han dado resultados alentadores en el tratamiento de niños con autismo. Sin embargo, está lejos de convertirse en una terapia estándar para síntomas del trastorno.
«Ahora mismo está autorizado para evitar determinados efectos adversos de la quimioterapia. Es verdad que existen algunos ensayos clínicos que han demostrado cierta mejoría en los síntomas del trastorno del espectro autista, pero todavía no han sido evaluados por las autoridades regulatorias, que son en última instancia los que autorizan el uso de un medicamento en una indicación determinada», observa Ramírez.
Monique Botha, Profesora asociada de Psicología Social y del Desarrollo en la Universidad de Durham (Reino Unido), explica en declaraciones a Science Media Centre que «se necesita más evidencia sobre el efecto de la leucovorina y los rasgos autistas fundamentales antes de poder extraer conclusiones significativas. Las pruebas disponibles en este momento son excepcionalmente provisionales y no se consideran sólidas. Del mismo modo, aunque los medicamentos pueden ayudar en aspectos muy específicos, no existe ningún medicamento o tratamiento que cure o elimine activamente el autismo, aunque puede ajustar el comportamiento o reducir los síntomas concurrentes que contribuyen al malestar de las personas autistas».
«El autismo es una discapacidad hereditaria de por vida cuya causa principal es muy probable que sea genética, expresada a través de una amplia gama de genes. Del mismo modo, las personas autistas son excepcionalmente heterogéneas, por lo que cualquier tratamiento o medicamento para rasgos específicos probablemente funcione para manifestaciones muy específicas de rasgos autistas, en contextos muy particulares», señala Botha.