Valery Feigin, neurólogo: «No es cierto que el alcohol, en dosis moderadas, proteja del ictus»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

El experto en ictus, Valery Feigin, director del Instituto Nacional de Accidentes Cerebrovasculares y Neurociencia Aplicada de Nueva Zelanda y Presidente de la Asociación Internacional de Neurología y Epidemiología.
El experto en ictus, Valery Feigin, director del Instituto Nacional de Accidentes Cerebrovasculares y Neurociencia Aplicada de Nueva Zelanda y Presidente de la Asociación Internacional de Neurología y Epidemiología.

El experto, presidente de la Asociación Internacional de Neurología y Epidemiología, señala que por cada diez años de vida, el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular se duplica

09 nov 2023 . Actualizado a las 17:46 h.

Los datos que describen la realidad del ictus muestran que algo está fallando. El 90 % de los casos se podrían evitar, según la Sociedad Española de Neurología, con una prevención de los factores de riesgo adecuados. Si bien en los últimos 20 años, la mortalidad ha disminuido, se estima que su incidencia se incremente un 27 % en algo más de dos décadas. Esta enfermedad es responsable de entre el 3 y el 6 % del gasto total sanitario, y representa a siete de cada diez ingresos neurológicos a nivel nacional. Los expertos lo tienen claro: el ictus es sinónimo de urgencia. Así que ante la mínima duda, se debe contactar con el 112.  

¿En dónde falla su prevención? El doctor Valery Feigin, director del Instituto Nacional de Accidentes Cerebrovasculares y Neurociencia Aplicada de Nueva Zelanda, y Presidente de la Asociación Internacional de Neurología y Epidemiología, apunta hacia varias razones, entre ellas, la falta de control en los grupos con un riesgo de bajo a moderado. «En los últimos años, las estrategias se han centrado en los pacientes, privando al resto de medidas preventivas», dice. 

El experto, que también pertenece al Grupo de Trabajo Asesor sobre Accidentes Cerebrovasculares de la Organización Mundial de la Salud, no llegó al estudio e investigación del ictus por casualidad. Por desgracia, cuenta, «me tocó de cerca». Tres años después de especializarse en Neurología, «mi padre falleció de ictus siendo relativamente joven, lo que desencadenó mi interés por esta enfermedad». Desde entonces, su estudio le ha llevado a situarse durante varios años consecutivos en ese 1 % de científicos más citados del mundo.

—¿Qué problema supone el ictus para la salud pública mundial?

—Es la segunda causa de muerte en el mundo. De hecho, la carga por ictus se está incrementado muy rápido, mucho más que cualquier otra enfermedad no transmisible. Y, particularmente, en los últimos 30 años, se ha visto un aumento del riesgo, así como de los casos entre gente joven y menor de 55 años. Esto se produce tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. Y, mientras tanto, pese a los logros que se han conseguido, como la reducción de su mortalidad, no vemos mejoras ni una reducción de su prevalencia.  

—Un informe publicado en la revista The Lancet, elaborado por la Comisión de Neurología que usted copreside, advirtió de que para el año 2050 los casos de ictus aumentarán un 50 % si no se hace nada para evitarlo. ¿Qué se podría hacer?

—Así es. Lo que recomendamos en la comisión de The Lancet para reducir la incidencia de ictus son dos ideas, básicamente. En primer lugar, decimos que se debe poner énfasis en las estrategias de prevención poblacional, la prevención primaria. Esta reduce la exposición a factores de riesgo y es algo que se puede aplicar a toda la sociedad en general. Ejemplo de ello son campañas de concienciación que se llevaron a cabo en Italia o en Nueva Zelanda, pero que todavía son carentes en la mayoría de territorios del mundo. Con esto me refiero a reducir el consumo de sal, la contaminación del aire, las bebidas azucaradas, el alcohol o aumentar los niveles de actividad física. Si se controlan estos factores de riesgo, se puede reducir la incidencia tanto del ictus, como de otras enfermedades no transmisibles. Pero es que después se encuentran los factores socioeconómicos, como la pobreza, que está en la base de la incidencia del ictus así como en la de otras patologías. En este punto, solo el gobierno puede mejorar la situación de la inequidad.

—Explican que estas medidas apenas existen. 

—En la comisión, una de nuestras recomendaciones, es la de que todos los gobiernos del mundo establezcan impuestos específicos a los productos insanos como los que sean altos en sal, en grasas trans, en azúcares, o al alcohol. De esta forma, no solo se reduciría la incidencia del ictus y de otras enfermedades no transmisibles, sino que conseguirían una recaudación muy significativa, llamada fiscalidad sanitaria, que podrían destinar a la salud de la gente. 

—¿Qué proponen a nivel individual sin esa visión general de toda la población?

—En ese sentido, nuestra comisión emite cuatro medidas más. En primer lugar, usar la polipíldora; después, cambiar las tareas en prevención primaria, que pasen del equipo de doctores al de enfermería, porque en este punto la mayoría de estrategias relativas a la prevención tienen que ver con la educación de la gente: que mejoren su estilo de vida, que eliminen malos hábitos, la comida basura y el sedentarismo. El problema es que se ha visto que darle a la gente una lista de la compra o una pirámide alimenticia no funciona. Lo que nosotros recomendamos es utilizar herramientas digitales de medición que no estudien el riesgo de ictus en términos absolutos, sino en términos relativos, es decir, compararlo con alguien del mismo sexo, edad y etnia. Te doy un ejemplo. Esta mañana visité a un doctor que sabe que soy científico y me consultó su caso particular. Tiene 45 años, un estilo de vida saludable, es activo, tiene una dieta adecuada, pero tiene hipercolesterolemia familiar, que es una enfermedad genética por la cual los niveles lipídidos en sangre son muy altos. Si solo se observa su riesgo absoluto de ictus, este es bajo y no sería un candidato para una medicación hipolipemiante; pero si usa la aplicación que desarrollamos en nuestra universidad, resulta que su riesgo relativo, comparado con el de otro varón de características similares, se duplica, lo que lo convierte en alguien válido para el consumo de estatinas. También recomendamos utilizar chequeos básicos cardiovasculares. Pero fíjate, porque si se aplicasen las medidas a nivel poblacional, se calcula que habría una reducción del 80 % de los casos de ictus. Todo esto que comento se puede hacer, y nuestra misión es implementarlo en los próximos 3 o 4 años, para presentar los resultados en el siguiente informe que publiquemos. 

—¿Qué valor tiene la polipíldora?

—La recomendamos para individuos en riesgo cardiovascular intermedio. Se define como una combinación de tres o cuatro medicaciones, que incluye hipotensores e hipolipemiantes, sobre todo. Tenemos evidencia de que es efectiva en personas de entre 45 y 75 años. En los individuos de esta edad que tengan un riesgo intermedio de ictus, con una píldora al día, se reduce hasta un 50 % la incidencia sin importar el nivel de colesterol o presión arterial. 

—Más allá del uso de aplicaciones o herramientas digitales, ¿qué puede hacer uno mismo para reducir su riesgo de ictus?

—Es necesario que cada uno conozca el peligro que corre. Necesitas saber qué factores de riesgo cumples, y te sorprenderías. Eso le pasa mucho a la gente joven porque nunca pensaron que tenían un cierto sobrepeso, que su actividad física no era suficiente o que su dieta no es ideal. Y ojo, porque si los jóvenes no luchan contra esto, no hacen nada para reducirlos, tendrán un efecto acumulativo. Es decir, pasado el tiempo, provocarán cambios irreversibles en las células o en el funcionamiento de las neuronas, y todo esto puede llevar a un ictus o a una demencia. Por eso es tan importante controlar todas estas variables desde el comienzo de nuestra vida, idealmente, la prevención es necesaria desde el momento de la concepción. La salud de la madre tiene influencia en la del bebé. 

—¿Qué explica el aumento de casos entre gente joven y menor de 55 años? 

—Hay dos razones. En primer lugar, que en los últimos diez años ha habido un cambio de dirección en lo que se refiere a la estrategia de prevención cardiovascular. Se presta menos atención a las medidas dirigidas a toda la población en beneficio de las que se aplican a los pacientes. Esto provoca que mucha gente, que tiene riesgo de ictus, quede privada de ello. En realidad, los eventos clínicos cardiovasculares o cerebrovasculares están sucediendo en personas que tienen un riesgo de bajo a moderado, y precisamente, estos son los excluidos de la prevención primaria. Por otra parte, y es algo que puede relacionarse con lo anterior, tenemos un aumento de la prevalencia de muchos factores de riesgo en la población, especialmente, en la joven: más sobrepeso, obesidad, tensión alta o diabetes. 

—Hace especial hincapié en el colesterol. ¿De qué forma aumenta el riesgo de ictus?

—Hay diferentes tipos de formas de colesterol. Está el que llamamos de baja densidad (LDL), el típicamente conocido como malo, y el colesterol de alta densidad (HDL), o típicamente conocido como bueno. Es una sustancia pegajosa, presente en la sangre, y cuando el nivel de colesterol malo aumenta, este empieza a acumularse en las paredes de las arterias, llegando incluso a bloquearlas, especialmente si son pequeñas. Estas placas pueden romperse y viajar por el torrente sanguíneo hasta llegar al cerebro. Si obstruyen las arterias de este órgano, o del cuello, pueden comprometer la circulación de la sangre lo que daría lugar a un ictus. Esto es lo que llamamos aterosclerosis. Que por cierto, mucha gente piensa que esta enfermedad aparece a raíz de la edad, y no es así necesariamente. Es decir, el colesterol alto no tiene por qué ser un acompañante del envejecimiento, sino que es una patología que se puede evitar o que puede reducirse progresivamente. Esto se consigue con la prevención. 

—También sitúa el consumo de alcohol como un factor de riesgo.

—Sí, porque lo es. Siempre se había creído que el alcohol, particularmente consumido en pequeñas dosis y con moderación, protegía del ictus. Pues no. La industria del vino te dice que es mejor el tinto que el blanco, y es un error. Es prácticamente lo mismo y ninguno tiene beneficios para la salud. Lo único que puedo decir es que sí existe una pequeña contribución del alcohol en nuestros niveles de relajación y como reductor del estrés. Incluso, se ha visto que a corto plazo, puede reducir el colesterol. Pero después de ese corto período, de esta especie de efecto positivo del alcohol, la presión arterial se incrementa, al igual que también lo hacen los valores lipídicos. Al final, no existe un efecto reductor del colesterol por parte del alcohol, sino que aumenta la aterosclerosis y todo lo relacionado con ello, aunque sin duda, el principal problema derivado de su consumo sea el incremento de la presión arterial, es decir, la hipertensión

—¿El riesgo de un accidente cerebrovascular aumenta de forma sustancial a partir de alguna edad en concreto?

—Sí, se asocia a la edad. Es de sobra conocido que cada diez años de vida, el riesgo de ictus se duplica. Pero si miras los números absolutos, según la edad, la situación que tenemos ahora es diferente a la que teníamos hace 30 años. Tres décadas atrás, el 75 % de todos los casos sucedían en gente mayor de 75; ahora, el 50 % suceden en personas menores de 70. La enfermedad se ha vuelto más joven. 

—¿Qué se sabe en la actualidad sobre el ictus que no se sabía hace 30 años?

—Sobre todo, lo relativo al tratamiento. Hemos tenido grandes avances en el manejo farmacológico y quirúrgico del ictus. Desde un punto de vista médico, es una enfermedad muy bien manejada en la actualidad. Hace 30 años no teníamos todos estos avances que hacen que hoy en día sea algo tratable. El problema ahora es conseguir que los pacientes lleguen al hospital tan pronto como sea posible. Hay un porcentaje bastante significativo de afectados que no reconocen los primeros síntomas y no acuden a tiempo, sino cuando la oportunidad del tratamiento o bien se ha perdido, o bien se ha reducido bastante. 

—¿Cuál es el conocimiento básico que todo el mundo debería tener claro?

—La gente tiene que saber que el ictus es muy altamente prevenible y evitable en la mayoría de casos, pero si sucede, es importante que reconozcan esos primeros signos de alarma, y acudan al hospital tan pronto como sea posible, sin ningún tipo de retraso. Es decir, ante cualquier duda de que alguien esté sufriendo un ictus, que llamen a una ambulancia. 

—Dígame la sintomatología más y menos típica. 

—Los síntomas típicos se resumen en el acrónimo de FAST. F de face (cara en inglés), que se caiga una parte de la cara; la A de arms (brazos), que tenga sensación de pesadez, de torpeza, que no pueda levantar un brazo o pierna del mismo lado; la S es relativa al speech (habla), que la persona presente dificultades para hablar o la comprensión de otros; y por último, la T, de time (tiempo), que hay que llamar al hospital lo antes posible. La gente dice que experimenta una sensación nunca antes vivida. Hay síntomas menos típicos, como es el dolor de cabeza, un signo muy característico de un tipo de ictus que es muy catastrófico, y que en personas mayores podría ser el único síntoma. También pérdida de coordinación o de equilibrio. Además, todos los síntomas del ictus se caracterizan por ser repentinos. Algunas personas los tienen por la mañana, al despertarse. La noche anterior se fueron bien a dormir, y al despertar no pueden mover una pierna o tienen visión doble. Hay que llamar a la ambulancia rápidamente. 

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.