Nuevos tratamientos para la enfermedad inflamatoria intestinal: «Permiten hacer vida normal en un 50 % de los casos»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

La enfermedad inflamatoria intestinal no se consigue controlar con fármacos en un tercio de los casos.
La enfermedad inflamatoria intestinal no se consigue controlar con fármacos en un tercio de los casos. iStock

Los fármacos biológicos que se están incorporando bloquean una de las principales vías de inflamación que desencadenan la enfermedad y permiten evitar o postergar tratamientos quirúrgicos agresivos

19 may 2024 . Actualizado a las 16:42 h.

La enfermedad inflamatoria intestinal es un grupo de patologías que incluye la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Son afecciones crónicas que tienen un impacto severo en la vida de las personas, ya que conllevan episodios de diarrea, dolor e incontinencia que pueden resultar incapacitantes en muchos casos. A su vez, la inflamación intestinal sostenida a lo largo del tiempo provoca lesiones en el tracto digestivo y aumenta el riesgo de que los pacientes sufran cáncer de colon.

No existe, a día de hoy, un tratamiento curativo para la enfermedad inflamatoria intestinal y se estima que un 30 % de las personas afectadas no consiguen controlar la patología con las opciones farmacológicas y deben someterse a cirugías altamente agresivas que tampoco suponen una cura. Es por eso que todo avance en el tratamiento de la enfermedad es significativo.

En los últimos años, se han desarrollado y aprobado nuevos fármacos que ofrecen esperanza y mejoran las opciones terapéuticas disponibles. La reciente llegada a los hospitales de medicamentos inhibidores de la vía IL-23 ha representado, en este sentido, una revolución, ya que se trata de fármacos con un buen perfil de seguridad que beneficia a cerca de la mitad de los pacientes.

Qué es la enfermedad inflamatoria intestinal

La enfermedad inflamatoria intestinal (EII) comprende dos tipos de patologías principales, la enfermedad de Crohn y a la colitis ulcerosa. Afectan principalmente al aparato digestivo, son enfermedades inmunomediadas y crónicas. A su vez, afectan a la capacidad del organismo para hacer la digestión y, por lo tanto, obtener los nutrientes necesarios; además de compartir ciertos rasgos patológicos.

La EII suele debutar en la juventud, entre los 15 y los 25 años de edad, o bien en la mediana edad, entre los 45 y los 55. «A veces hay síntomas que pueden ser similares a los de otras enfermedades más banales, pero habitualmente, los síntomas son dolores crónicos abdominales, deposiciones diarreicas, líquidas, que aumentan en número, pérdida de peso, la presencia de sangre en las heces o una anemia no explicada por otras causas», explica el doctor Pablo Vega, coordinador de la unidad de EII del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO).

«La sintomatología se manifiesta habitualmente como dolor abdominal, diarrea, urgencia e incontinencia. Tanto desde un punto de vista emocional como físico, es complicado. Son pacientes que tienen que organizar su vida en función de tener un baño cerca y cuando salen con sus amigos siempre están pendientes de eso. Luego, pueden aparecer lesiones en las áreas genitales o en el ano, con lo cual, su vida sexual también se ve afectada. Tienen problemas de imagen corporal e incluso problemas a nivel laboral, porque requieren ingresos hospitalarios y cirugías, lo que puede impactar en la posibilidad de acceder a ciertos puestos de trabajo o que no los contraten. Entonces, la calidad de vida se ve afectada en todas las esferas, tanto familiar como laboral y personal», detalla Vega.

Tratamientos

Existen cuatro grupos principales de fármacos que se utilizan comúnmente para tratar la enfermedad inflamatoria intestinal. Por un lado, están los salicilatos. Son fármacos antiinflamatorios con un mecanismo de acción local sobre el colon. No son inmunosupresores, por lo que no disminuyen las defensas y son muy seguros. Se pueden administrar por vía oral o por vía rectal en forma de supositorio, espuma o enema. Se utilizan como tratamiento de mantenimiento o durante los brotes leves o moderados en la colitis ulcerosa.

En segundo lugar, están los corticoides, que tienen efecto antiinflamatorio e inmunosupresor. Su uso se limita de manera exclusiva a los brotes de actividad, ya que tienen muchos efectos secundarios si se utilizan durante largos períodos.

En tercer lugar, están los inmunosupresores, fármacos que modulan la respuesta exagerada del sistema inmunitario y disminuyen la inflamación. Se utilizan en aquellos pacientes que no responden a los corticoides o en aquellos que dependen de estos de forma continuada.

Por último, están los tratamientos biológicos, fármacos que actúan sobre mecanismos específicos que producen la inflamación desencadenante de los brotes. «Desde que se introdujeron los tratamientos biológicos a principios de siglo, se ha revolucionado el tratamiento. Estos fármacos aumentan la respuesta y el control de la enfermedad», explica la doctora Teresa Diz-Lois, adjunta del servicio de Digestivo del Hospital Universitario de A Coruña (CHUAC).

Hay que tener en cuenta que un 30 % de los pacientes no responden a ninguna de estas opciones, por lo que acaban sometiéndose a cirugías de resección del colon.

Nuevas fronteras en el tratamiento

En los últimos años, el desarrollo de nuevos fármacos para tratar la enfermedad inflamatoria intestinal han posibilitado el control de la patología en pacientes que no respondían a los tratamientos disponibles anteriormente. Se trata, específicamente, de medicamentos biológicos dirigidos a un mecanismo específico que causa la inflamación en estas personas.

«Los últimos son tratamientos biológicos que bloquean la IL-23. Es una vía inflamatoria que se bloquea de manera más selectiva y menos inmunosupresora, entonces, en cuanto a efectos secundarios, no aumenta el riesgo de infecciones oportunistas, como sí ocurre con los tratamientos biológicos iniciales. Pero igualmente tienen una eficacia importante. Con esto, podemos conseguir que la mitad de los pacientes respondan cuando no han respondido a otros fármacos, lo que supone evitarles la cirugía», explica Diz-Lois.

Se trata de medicamentos como el risankizumab y el mirikizumab, opciones terapéuticas que están empezando a utilizarse en España. «Es un mecanismo muy específico, bloquea la molécula interleuquina-23, que está implicada directamente en el origen de la inflamación de estos pacientes y es una molécula clave para el tratamiento. Hasta ahora, nunca se había probado este mecanismo en colitis ulcerosa y su incorporación al arsenal es una buena noticia, porque es muy eficaz tanto a corto como a largo plazo», señala el doctor Ignacio Marín, del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital General Universitario Gregorio Marañón.

«En la práctica, esto significa que los pacientes van a notar un efecto muy significativo rápidamente. El 50 % de los pacientes consiguen entrar en remisión de los síntomas a las 12 semanas, es un porcentaje muy elevado. Esta remisión se asocia a mejoría del dolor, de la diarrea y del sangrado y, a su vez, les permite hacer una vida normal, lo que es fundamental», detalla Marín.

«También se consiguen unas cifras muy buenas de remisión sostenida al cabo de un año, que va en paralelo con la remisión endoscópica, es decir, la resolución de las lesiones en el colon, algo que es fundamental para los pacientes, y con la resolución de las lesiones histológicas, que son las que se ven en el microscopio», observa el experto.

Todo esto supone un gran avance incluso con respecto a otros tratamientos biológicos que se empezaron a utilizar hace apenas dos décadas. «Hasta ahora, teníamos los salicilatos, que consiguen quitar la inflamación en casos leves, los corticoides, que se asocian a un elevado riesgo de efectos secundarios a largo plazo en pacientes tratados crónicamente, los inmunosupresores, que son seguros, pero implican también riesgo de infección y no se puede abusar de ellos, y los fármacos biológicos y los inhibidores YAK. Estos últimos se asocian a un perfil de riesgo no tan bueno como el de los últimos fármacos que salieron, como el mirikizumab», compara Marín.

Uno de los aspectos clave que suponen estos nuevos medicamentos es la posibilidad de retrasar o incluso evitar por completo los tratamientos quirúrgicos que, además de ser agresivos, pueden tener complicaciones graves. «La cirugía de colitis ulcerosa casi siempre va asociada a la colocación de una bolsa de colostomía o de ilostomía, lo que siempre es incómodo para los pacientes. Y no cura la enfermedad. Además, después de la cirugía, en un porcentaje no desdeñable aparece una complicación que se llama reservoritis, una inflamación crónica del ileon que puede dar muchos problemas», explica Marín.

La utopía de una cura

El principal problema de la enfermedad inflamatoria intestinal es que, a día de hoy, no se conocen del todo las causas que la originan. Esto dificulta, en gran medida, el desarrollo de tratamientos curativos. «Hay una conjunción de factores que asocian ambiente, genética y microbiota intestinal. Hay más de 200 genes implicados, entonces, no tenemos claro qué pasa. Cuando es así, la dificultad de conseguir un tratamiento curativo es mayor, porque no tenemos una causa concreta para la enfermedad», explica el doctor Marín.

«Yo siempre digo que si alguien descubre una cura para la enfermedad inflamatoria intestinal se gana un premio Nobel. Estamos muy lejos todavía de ello. Pero no se sabe lo que puede pasar en el futuro. Lo que interesa es tener pacientes sin úlceras, sin inflamación biológica y sin síntomas. Y es difícil conseguir esas tres cosas, solo ocurre en un 30 % de los pacientes. Pero, con los nuevos fármacos, vemos un beneficio suficiente para hacer vida normal o casi normal en un 50 % de ellos», dice Diz-Lois.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.