Juancho, paciente de cáncer de próstata metastásico: «A la muerte le digo lo mismo que a mi madre cuando me mandaba a la cama de pequeño: "Por favor, cinco minutos más"»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Juancho Escudero fue diagnosticado de cáncer de próstata metastásico hace tres años.

Fue el primer paciente español en acceder a un tratamiento revolucionario que ha eliminado todos los tumores de su cuerpo

11 jun 2024 . Actualizado a las 17:46 h.

«Yo sabía que algo no estaba funcionando bien en mi cuerpo», confiesa Juancho Escudero a La Voz de la Salud. Por eso, pidió a su seguro médico que le hicieran un chequeo completo. «También por edad, porque por aquel entonces (en el 2021) tenía 57 años y quería ver si todo estaba bien». Entre las pruebas pertinentes, un análisis de sangre, en el que no se incluyó la prueba del antígeno prostático específico (PSA), que se utiliza para detectar el cáncer de próstata. Pero a las dos semanas, empezó a sufrir unos dolores muy fuertes que le incapacitaban totalmente. Dormía tres horas por la noche y, aunque existían períodos de tiempo en los que la molestia se relajaba un poco, «volvían con fuerza, como si me estuviesen atravesando desde el glúteo hasta el tobillo con una barra de hierro». Acude varias veces al traumatólogo y este le dice que padecía una hernia. «Me enseñó la radiografía y sí que se veía algo», reconoce.

No obstante, para Juancho no era suficiente una única prueba. «Me extraña que, con solo eso, estuvieran tan convencidos». Por lo que acudió a otro profesional, que solicitó una resonancia. «Y ahí ya ven que tengo toda la columna llena de tumores. Hasta tal punto que el que estaba en la vértebra número once era de tal tamaño y estaba haciendo tanta presión que los médicos ni se explicaban cómo no estaba en una silla de ruedas», cuenta. También tenía una gran cantidad de estos en el sacro. «Todo lo que habían visto los médicos en la radiografía y que habían interpretado como una hernia, en realidad eran tumores que estaban creciendo», amplía. 

6 de agosto del 2021

Cuando el equipo médico descubrió la realidad, «me hicieron un montón de pruebas a toda velocidad para descubrir cuál era el cáncer principal». Al principio existían dudas entre si era de páncreas o de próstata, decantándose por el segundo. Juancho tenía afectados los riñones, el hígado, el bazo, el páncreas, los pulmones, todos los ganglios linfáticos del pecho y la columna. «El tumor que me presionaba en la vértebra once me apretaba muy fuerte la médula. En la parte izquierda, el tumor había fisurado complemente la cadera de arriba a abajo. Y continuaba avanzando». 

El futuro era incierto y poco esperanzador. «El oncólogo es sincero y me dice que es el cáncer con peor pronóstico al que se ha enfrentado en su vida y que me tengo que preparar para lo peor porque la situación era francamente delicada. Sus palabras fueron: "El tumor es muy agresivo y tu sistema inmunológico no está actuando como debería"».

La realidad del cáncer de próstata en nuestro país, la ilustra el propio Juancho. Explica que el 70 % de los tumores de este tipo se localizan en una fase muy temprana. Luego hay otro 20 % de casos en los que existe ya otro tumor complementario. Este 90 %, según sus palabras, tiene una esperanza de vida entre seis a ocho años, de media, aunque se pueden vivir muchos más. «Y luego está mi cáncer, que entraría en ese 10 % restante que es minoritario, de origen genético y muy agresivo. Tengo una mutación que ha propiciado que tenga más predisposición a sufrirlo. Sobre este último porcentaje ni siquiera hay estadísticas porque la gente se suele morir», afirma. 

La reacción al diagnóstico

Considera que su reacción al diagnóstico fue «inconsciente e inmadura»: «Me acuerdo que cuando el médico me dijo que tenía la espalda llena de tumores, respondí: "El deporte me ha enseñado a perder, pero también que hasta que no pita el árbitro, hay partido; esto lo vamos a remontar"». Su optimismo no acabó ahí. Posteriormente, acudió a pedir cita al especialista de otro hospital y la recepcionista, después de darle cita para unos cuantos días después, «me trasladó que no me preocupara, que me me iban a cuidar y curar». Él mismo Juancho comenta que, lo normal, sería quejarse por tardar en citarle porque su situación era muy grave, pero lejos de eso, pensó: «Ah pues muy bien, me voy a curar». Reconoce que todavía no era consciente al cien por cien de la realidad, pero sí tuvo (y tiene) muy presente esa forma de afrontar la enfermedad. 

La situación se puso un poco más seria cuando se lo tuvo que contar a sus hijos, pero fue igual de optimista. Tiene tres: Carmen, de 28 años; Juan, 26; y Victoria, 19. «Les dije: "Chicos, en la vida pasan cosas buenas o malas. Naces, mueres y entre medias pasan muchas cosas. De nosotros depende que nos empobrezcan o no, y esto nos va a enriquecer. Y cuando esta aventura termine, pase lo que pase, nos vamos a querer más, vamos a estar más unidos, seremos más fuertes. Miraremos atrás y nos daremos cuenta de que es un regalo de la vida. Así quiero que lo veáis, como una experiencia que nos va a enriquecer"». 

No se lo ocultó a nadie. Llamó a sus cinco mejores amigos, les explicó la situación y los animó a que lo contaran «para que la gente supiera lo que ocurre». La respuesta fue abrumadora. «Se generó un tsunami de amor y cariño que nunca pude imaginar», asegura. 

Un tratamiento revolucionario

A Juancho le propusieron dos vías de tratamiento: hemoterapia o quimioterapia. «Elegí esta última porque me parecía la más agresiva y dura contra el tumor. Pero en la segunda sesión de quimio el médico comentó que había salido un estudio que decía que la mezcla de los dos tratamientos, que son muy potentes, presentaba resultados satisfactorios», explica. Lo probaron con él, siendo el primer paciente español en someterse a esta técnica. «La verdad es que fue todo un éxito. A día de hoy, toda esa metástasis que he comentado ha dejado de existir. Ya no tengo tumores y el principal en la próstata lo radiaron a finales del 2022». 

Con todo, su cuerpo ha sufrido los efectos secundarios. «Mis huesos se han quedado de cristal y no puedo hacer nada que implique llevarme un golpe. Jugaba al fútbol y he tenido que dejarlo por ese riesgo. Esa es la gran limitación que tengo», indica. Sigue tomando medicación. «Tomo todos los días dos pastillas de hemoterapia y corticoides para compensar sus efectos. Al igual que me ponen una inyección cada seis meses».

Una medicación que sabe que es para toda la vida: «Mi cáncer, como es metastásico, es incurable. El tumor, mientras ha estado presente, ha estado echando células cancerígenas al torrente sanguíneo y estas siguen existiendo. Evidentemente, la medicación ha eliminado muchas, pero hay otras que no y, simplemente, están dormidas. Si abandono el tratamiento, esas células se multiplicarían. Al mismo tiempo, como suelen ser más listas y fuertes que las otras, se van acostumbrando al medicamento. Por eso es probable que, algún día, una de ellas se pose en un órgano, ya sea el riñón, hígado, o cerebro, y desarrolle otro tumor. Esa es la expectativa». Pero una vez más, Juancho vuelve a recurrir al humor: «A los médicos siempre les digo que a lo mejor no pasa nunca. Se ríen, porque conmigo está claro que ya no pueden hacer apuestas. Hasta ahora, las he ganado». 

Ha podido acceder a ese tratamiento revolucionario gracias a la investigación. Un hecho que Juancho tiene muy presente. Forma parte de la fundación CRIS contra el cáncer y aporta su granito de arena siempre que puede. Acude a congresos médicos y a conferencias con otros pacientes, donde intenta contagiar su espíritu de vivir. «Me encantaría que la gente deje de ver el cáncer como sinónimo de muerte. Al igual que remarco mucho los hábitos de prevención. Cuando fui a hacer las pruebas antes de someterme a la quimio, la cardióloga me dijo que tenía el corazón muy en forma y que eso iba a ayudar al tratamiento, porque he sido siempre muy deportista. Comer bien, hacer ejercicio y en definitiva, cuidarse, ayudan en el pronóstico». 

La fundación CRIS contra el cáncer es una organización independiente y sin ánimo de lucro internacional fundada en 2010 y que trabaja con el objetivo de impulsar y fomentar la investigación contra el cáncer

«Cinco minutos más»

Juancho dice que, desde que recibió el diagnóstico, piensa en la muerte. Pero no le tiene miedo. «Todos vamos a llegar a ese fin. Nunca pensé que la mía iba a ser de esta manera, pero no me voy a quedar de brazos cruzados. He tenido una conversación interna con el cáncer y sí, podrá vencerme en la salud, pero nunca me va a quitar las ganas de vivir, porque es un privilegio maravilloso y no quiero amargarme». 

Con ese posible final, hace un símil. «Me acuerdo mucho que, cuando era pequeño, mi madre me mandaba a la cama y yo le suplicaba: "Por favor, cinco minutos más". Diría que con la muerte me sucede lo mismo. ¿Tiene que ser ahora? Si todavía no he visto cómo se casan mis hijos ni he conocido a todos mis nietos. Eso es lo que me da pena, dejar aquí a mi gente, dejar de disfrutar de todas estas cosas». 

Al poco tiempo de recibir el diagnóstico, su hija se quedó embarazada. Juancho confiesa que pasó mucho miedo, porque la posibilidad de que no pudiese conocer a su primera nieta estaba ahí. Por eso, empezó a escribir un libro, titulado 365 lunas. Cada noche, redactaba una reflexión dirigida a la pequeña, sobre el amor, la muerte, el trabajo o la honestidad. «Todo lo que yo pensaba. Y al lado, la luna que había esa noche en el cielo. Era una conversación con mi nieta, para dejarle por escrito lo que me hubiese gustado decirle». No hizo falta, porque la pequeña tiene la suerte de que su abuelo lo pueda hacer en primera persona. Pero si le pudiese pedir algo a la vida, lo tiene claro. Y lo confiesa emocionado: «Poder dejar a mis hijos el legado de que he sido buena persona y poder ser ejemplo para otros. Soy consciente de que a mí ya no me van a curar los avances en investigación y prevención, pero ojalá lo puedan disfrutar otros, porque la vida es un regalo maravilloso».

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.