Ángel Chamorro, neurólogo experto en ictus: «El riesgo de ictus nos lo buscamos nosotros con nuestra manera de vivir»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

El doctor Ángel Chamorro está especializado en el tratamiento del ictus.

El experto explica algunos de los factores por los que cada vez se están viendo ictus en edades más tempranas y la importancia de la prevención, que depende, en un 80 %, del estilo de vida saludable

06 ago 2024 . Actualizado a las 10:13 h.

Ángel Chamorro es neurólogo especializado en ictus y jefe de la Unidad de Patología Vascular Cerebral del Hospital Clínic de Barcelona. Analizando información de pacientes con ictus de todo el país a través de una base de datos, detectó hace unos años una molécula que podría ser clave para el tratamiento: el ácido úrico, que estaba presente en mayores cantidades en los pacientes que se recuperaban totalmente tras el ictus. Tras una investigación pionera, esta molécula está ahora en ensayos clínicos internacionales para convertirse en tratamiento complementario a la trombectomía. Mientras tanto, queda la prevención, y el experto subraya que el 80 % de ella depende de nuestros hábitos.

—Se producen más de 100.000 ictus cada año en España y se sabe que la mayoría de ellos se podrían prevenir. ¿Qué es necesario para esta prevención?

—Llevar una vida sana. Tener hábitos alimentarios correctos, entender que la sal debe ser mínima, que con la que llevan ya los alimentos que compramos y un poquito más en alguna cocción ya tenemos más que suficiente. El resto, lo único que va a hacer es incrementar la presión arterial y dañar la circulación. La sal en exceso es uno de los hábitos de vida más negativos que tenemos en España. Como cojamos el salero, neutralizamos todos los beneficios de la dieta mediterránea. También hay que intentar mantener el peso adecuado y hacer ejercicio. Si además de eso, evitamos el tabaco y las drogas, con eso ya tenemos muchísimo ganado en la prevención del ictus.

—¿Cuáles son los principales factores de riesgo para sufrir un ictus?

—La hipertensión es uno de los factores más asociados al riesgo de adelantar la aparición de un ictus. La diabetes también lo es y la dislipemia, es decir, los niveles elevados de colesterol, también. La contaminación atmosférica cada vez es un factor más importante y en los últimos datos mundiales publicados, que son del 2019, estaba entre los cuatro primeros factores asociados a este riesgo. Y, por supuesto, el estilo de vida sedentario, la dieta incorrecta, la obesidad, son todos factores asociados a un incremento en el riesgo de ictus. Y aunque es menos importante, puede haber una predisposición genética familiar de la que tenemos que sospechar cuando un familiar de primer grado sufrió un ictus en edades jóvenes, esto es, antes de los 50 años en hombres y 60 en las mujeres.

—¿Se están viendo más casos en pacientes jóvenes con respecto a décadas anteriores?

Sí, esto es cierto. Lo que hay que poner en la balanza es que la población está más consciente de la existencia de los ictus. Por tanto, hay más consultas, van a ver al médico antes y esto es parte de la ecuación del incremento en la detección en personas más jóvenes, por debajo de los 40 años. Esto no invalida el hecho de que hay un incremento real en la tasa de personas jóvenes que sufren ictus, a lo que contribuyen varios factores.

—¿Cuáles son esos factores?

—La contaminación, por ejemplo. Otro elemento es, quizás, el uso y abuso de drogas, que sigue creciendo, y es un problema que afecta más a la gente joven. Por otro lado, las generaciones anteriores han tenido un mayor uso del tabaco, pero la historia de tabaquismo sigue estando presente en un 10 a 15 % de los casos de ictus.

—¿Qué síntomas iniciales pueden indicar la presencia de un ictus? En Galicia se habla de las tres F: fala, forza e faciana.

—La alteración súbita es lo más importante. En un ictus, se produce una interrupción del flujo sanguíneo o una rotura en una arteria y el cerebro no tiene almacenes de energía como otros órganos del cuerpo, como, por ejemplo, el hígado. Entonces, no tiene de dónde obtener esa energía cuando no está llegando. Si no llega, hay un fracaso eléctrico inmediato en el funcionamiento de la célula y deja de hacer su trabajo. En función de dónde estén esas células en concreto, los síntomas van a variar. Si es una célula motora, lo que va a haber es una parálisis en alguna parte del cuerpo. Si es una célula en un área de sensibilidad, va a haber una pérdida de esa sensibilidad en una parte del cuerpo, sea el brazo, la pierna, o la cara. Habitualmente, es en una sola mitad del cuerpo. Y si la célula afectada está en la parte posterior del cerebro, notaremos la pérdida brusca de la visión en una zona del campo visual. Si es en una zona del lenguaje, habrá dificultades para hablar o entender. Igual nos ponemos a decir incoherencias o pronunciar mal las palabras. Incluso, podemos quedarnos con la boca paralizada. O puede que en cuestión de segundos perdamos la capacidad de caminar recto. Esas alteraciones súbitas son los principales síntomas de alarma que se pueden reconocer fácilmente.

—¿Cómo debemos actuar ante esto?

—Tenemos que llamar al 112. ¿Por qué llamar allí y no a un taxi para ir al hospital? Porque ellos van a hacer una serie de preguntas de manera inmediata para comprobar esas tres F, por ejemplo, en Galicia, y si se identifica un caso, pondrán en marcha el código ictus, enviarán inmediatamente una ambulancia y avisarán al centro receptor que llevarán a ese paciente, con lo cual, el equipo médico que tendrá que actuar ya estará preparado.

—¿Por qué es tan importante actuar rápido cuando se trata un ictus?

—Porque, como decía, el cerebro no tiene reservas de energía y, por tanto, si se interrumpe el aporte de energía a una zona del órgano, se funden los plomos. Y si no somos capaces de ponerlos en marcha otra vez, se puede quemar el motor y entonces ya no se puede reparar. Por eso es importantísimo correr. Sabemos que se pierden dos millones de neuronas por minuto cuando hay un ictus. Ese es el tiempo con el que tenemos que luchar los profesionales.

—Este tiempo tiene un impacto directo en la recuperación del paciente...

—Sin lugar a dudas. Hay una hora dorada, que es la primera hora desde el inicio de los síntomas, en la que podemos hacer maravillas. Son los casos que se conocen como síndrome de Lázaro, como el de la biblia, al que le dicen «Levántate y anda». Son pacientes que llegan paralíticos o no pueden hablar, a lo mejor tienen la consciencia alterada, y si le destapamos la arteria, sale del hospital andando. Para que haya mayor probabilidad de que eso pase, hay que actuar con una premura extraordinaria.

—¿Cómo es ese tratamiento inmediato que se administra cuando se activa el código ictus?

—Tenemos fármacos que solamente damos en las primeras cuatro horas y media desde el inicio de los síntomas. A partir de ese momento, es más peligroso hacerlo. Y está la trombectomía, que es la extracción mecánica del trombo. Y ciertamente, cuanto más tardemos en empezar, el resultado va a ser menos favorable, porque si las células se han muerto, aunque recuperes el flujo sanguíneo y vuelva a circular la sangre, no revivirán. Es como regar una planta que ha muerto.

—Uno de los tratamientos que ha investigado para los pacientes en estos primeros momentos es el ácido úrico. ¿Cómo funciona este tratamiento experimental?

—Llevamos décadas buscando un fármaco que mejore los resultados al quitar el trombo que ocluye las arterias. Necesitamos fármacos que potencien el beneficio de la reperfusión, de la vuelta de la circulación de sangre en el cerebro. Esto es lo que, con los datos que tenemos, pensamos que se puede conseguir con el ácido úrico. Es un poderosísimo antioxidante y neutraliza las toxinas que se forman en el cerebro cuando aparece el trombo y empieza a quemarse ese motor. Esa es la base de su beneficio clínico.

—¿En qué punto se encuentra esta investigación?

—Ha habido dos ensayos clínicos que hemos hecho en España y uno experimental enorme que se ha hecho con múltiples laboratorios de animales en Estados Unidos. Hicimos pruebas con varias moléculas y el ácido úrico es la única que ha mostrado eficacia de forma consistente en todos los laboratorios en los que se ha explorado y en todos los modelos animales. Esto ha sido un avance gigantesco y se ha publicado en una revista científica muy prestigiosa hace unos años. Ahora, el NIH, que es el instituto de la salud norteamericano, va a promocionar un ensayo clínico en hospitales de Estados Unidos, con pacientes que se están tratando con trombectomía mecánica, a los que se les va a dar, respectivamente, ácido úrico o un placebo. Con esto, finalmente, podremos confirmar los resultados prometedores que vimos aquí en España. Yo estoy coordinando este proyecto en Estados Unidos y esperamos iniciar el ensayo clínico a finales del 2025, para tener resultados en menos de tres años.

—¿Qué secuelas se producen con más frecuencia tras un ictus?

—Las secuelas más frecuentes son las motoras, la alteración de la coordinación, las parálisis, las alteraciones del lenguaje y las cognitivas. Un ictus puede, si la zona cerebral es muy estratégica, dar un cuadro de demencia muy parecido al del Alzhéimer en muy pocos días. Eso se debe rehabilitar de forma lo más intensiva y mantenida posible. Pero no es verdad que a partir de un determinado mes la rehabilitación no sea efectiva. Ese mensaje es erróneo. Una cosa es no ganar y otra cosa es perder. El punto es no solo que ellos ganen funcionalidad, sino que no la pierdan. Y hemos comprobado que cuando los pacientes interrumpen la rehabilitación, la fuerza que tenían, la van perdiendo, lo mismo ocurre con el equilibrio y con las mejoras obtenidas con la logoterapia.

—¿Es frecuente que un paciente que ha tenido un ictus luego tenga otro?

—Sí, sin lugar a dudas, pero es muy importante saber que esto no es una tómbola. Es en función de cómo se haga el tratamiento preventivo secundario. Hay que ser inteligentes con el ictus. Y esto pasa, primeramente, por cambiar de forma radical el estilo de vida. Tenemos dos grandes estrategias. Una es la medicación y la otra es el estilo de vida. Lo importante es saber que el 80 % de la prevención va a venir de la mano del estilo de vida y solamente un 20 % vendrá por la medicación. No basta con ser riguroso en la toma de pastillas si seguimos siendo sedentarios, fumando, tomando sal en exceso o no tomando verduras y pescado. Quien tome las pastillas de forma adecuada y controle los factores de riesgo de su estilo de vida, disminuye dramáticamente el riesgo de una recurrencia. Es totalmente prevenible si se hacen las cosas bien.

—¿Cuáles son algunos mitos sobre el ictus que sostiene la sociedad?

—Existe el mito de que el ictus es algo de ancianos. En mi unidad no hay una semana en la que no vea a un chaval o a una chica de menos de 30 años, es frecuentísimo ver a pacientes muy jóvenes. Otro mito es que a quien le toca, le toca. No. El riesgo de ictus nos lo buscamos nosotros con nuestra manera de vivir. El ictus tiene un componente del estilo de vida que es importantísimo y es totalmente evitable.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.