Johann Hari, escritor: «Cuando empecé con Ozempic, me llenaba con tres bocados de un sándwich»
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ENFERMEDADES
![Johann Hari, periodista y divulgador.](https://cflvdg.avoz.es/sc/C-S44pjsM5QugEmlV2OWtTvHDXs=/480x/2025/01/31/00121738340013495997483/Foto/hariuno.png)
El escocés, que relata en primera persona su experiencia con los fármacos para la obesidad, es un periodista y autor de varios superventas
10 feb 2025 . Actualizado a las 11:00 h.Dice Johann Hari (Glasgow, 1979), periodista y escritor, que fármacos como Ozempic o Wegovy van a ser tan revolucionarios como la píldora anticonceptiva. Que están destinados a revolucionar la alimentación y la salud física y mental. Cuenta su experiencia en primera persona. Por un lado, sobre cómo la obesidad le afectó durante una buena parte de su vida adulta. Por otro, cómo inyectarse Ozempic ha cambiado su futuro.
En su nuevo libro Adelgazar a cualquier precio (Península, 2025) se embarca en una investigación —una más, antes lo hizo con la atención o la depresión— en la que viaja de Islandia a Japón. En la que conoce a los máximos detractores de estos nuevos medicamentos, así como a sus grandes defensores.
Cuenta que la primera vez que se percató del efecto de estos fármacos fue en el 2022, cuando se retomaba la vida social después de la pandemia. Hari acudió a una fiesta de Hollywood, organizada por un actor premiado con un Óscar. No revela su identidad, aunque tal reconocimiento deja entrever el perfil presente en aquel evento. El periodista esperaba que, como le había ocurrido a todo hijo de vecino, los asistentes hubiesen ganado peso.
Se sorprendió cuando descubrió todo lo contrario: «No era solo que nadie hubiera engordado, es que todos estaban chupados». «¿Tú sabes que esto no es por el pilates, ¿verdad?», le dijo la misma conocida que instantes después le mostró una imagen de un tubo de plástico azul claro, con una aguja diminuta saliendo de él.
—En España, acceder a medicamentos como Ozempic o Wegovy, el primero en el caso de diabetes y el segundo, obesidad, está muy restringido a uso médico. Sin embargo, usted comienza su libro contando la anécdota de la fiesta en el 2022. ¿Cómo está la situación en Estados Unidos o Reino Unido —por ser sus dos países de referencia— con respecto a este medicamento?
—Esto está a punto de cambiar masivamente también en España. Me he dado cuenta de que en la cobertura española de estos nuevos fármacos, a menudo se habla de ellos como si fueran una moda, y esto no es nada de eso. Ha habido un asombroso avance científico. Como me dijo uno de los investigadores que trabajó en estos fármacos: «Hemos descifrado el código de lo que controla el apetito humano». Ahora tenemos medicamentos que producen enormes cantidades de pérdida de peso. Si tomas Ozempic y empiezas con sobrepeso u obesidad, pierdes, de media, un 15 % de tu peso corporal. Si tomas Mounjaro, pierdes, de media, el 18 % de tu peso corporal. Y si tomas los nuevos fármacos, que estarán disponibles entre este año o el próximo, pierdes de media el 22 %. Por lo tanto, estamos hablando de fármacos que causan enormes cantidades de pérdida de peso y que funcionan de una manera completamente nueva. Tienen dos usos legítimos. Uno es para la diabetes, que vamos a dejar a un lado, y otro para reducir o revertir la obesidad. Son muy potentes y se deben dar en un contexto médico. Es decir, si tienes diabetes u obesidad deberías ir al médico para recibirlos. Esto es, en teoría, la situación que debería haber en Estados Unidos o en Gran Bretaña. Pero en la práctica, puedes comprarlos ilegalmente en internet, pero también puedes conseguirlos legalmente de un médico que te hace una consulta por Zoom.
—Yo tengo 27 años, mido alrededor de 1,66 y peso 58 kilogramos. ¿Me lo darían?
—Yo te veo a través de la pantalla y por tu aspecto no eres válida para recibirlo. Solo podrías si tuvieses diabetes. Ahora bien, te garantizo que si vivieras en Gran Bretaña o en Estados Unidos, podrías conseguir estos medicamentos. Esto es un problema. Porque está claro que tienen beneficios para las personas con diabetes, obesidad o sobrepeso, pero existen riesgos reales en que las que no presentan estas condiciones. Gente que simplemente los toma para estar muy delgada.
—En el libro menciona hasta doce posibles riesgos.
—Sí, tienen grandes riesgos y enormes beneficios. Pero en base a toda la investigación que hice lo entiendo de una manera. Estos fármacos son como el fuego, porque es una herramienta muy poderosa. El fuego es un gran recurso si lo uso para calentar mi casa, pero muy malo si lo empleo para quemar la tuya. De la misma manera, estos medicamentos tienen mucho poder y pueden ser utilizados para un gran bien, como para un gran mal.
—¿Por qué considera que son tan poderosos?
—Porque funcionan de la siguiente forma. Si tú ahora comieses algo, lo que fuera, en poco tiempo tu páncreas empezaría a producir una hormona llamada GLP-1, que forma parte del sistema natural de tu cuerpo de decirte: «Oye, Lucía, ya has comido suficiente, deja de hacerlo». Como un freno del coche. Ahora bien, en su forma natural, solo permanece unos minutos en tu cuerpo. Lo que hacen estos fármacos es inyectarte una copia artificial, sintética, de GLP-1, que permanece en tu organismo durante toda una semana. Por eso, cuando te lo administras, empiezas a comer y te sientes saciado rápidamente. No quieres más. Es diferente a cuando estás a dieta y piensas: «Quiero ese Big Mac, pero decido no comerlo». No. Con esto sucede que no quieres comer mucho, y cuando comes, no puedes hacerlo en grandes cantidades.
—Se lleva el relato a la primera persona. ¿Por qué empezó a usar Ozempic?
—Estaba a punto de cumplir 42 años, que es la edad que tenía mi abuelo cuando murió de un ataque al corazón. Y en mi familia había habido casos de hombres que engordaban y tenían infartos. También tuve una amiga muy cercana que tenía obesidad y murió por causas relacionadas con ello. He tenido sobrepeso casi toda mi vida adulta, pero cuando eres joven, más o menos puedes saber que conlleva un riesgo pero lo ves lejano, distante o abstracto. Claro, cuando cumples 40 ya lo ves más cerca [hace un silencio largo]. Supongo que pensé: «Dios, si realmente hay un medicamento que puede reducir o revertir la obesidad, puede ser una gran cosa para mí». Así que empecé con ello y decidí que lo iba a investigar y a materializar en un libro.
—Precisamente, cuenta que es un gran negocio. No digo que sea necesariamente negativo, pero es cierto que mueven dinero.
—Sí, obviamente me di cuenta de lo que será. Quiero decir, el 20 % de los estadounidenses han probado estos fármacos. Mi predicción es que en España, estos medicamentos saldrán de patente, dentro de unos siete años. Así que cualquiera podrá fabricarlos. Habrá una píldora diaria, que probablemente cueste alrededor de un euro al día. Es más, calculo que más o menos, una cuarta parte de la población española estará tomando estos medicamentos en este período. La obesidad es la mayor causa de muerte en España, al igual que lo es en Gran Bretaña, si tenemos en cuenta todas las enfermedades que provoca. Y me di cuenta de que esto iba a ser enorme. Por eso lo necesitaba entender.
—¿Aprendió muchas cosas?
—Muchísimas, sobre mí mismo y sobre estos medicamentos. Fue una experiencia tan extraña. Nunca olvidaré los dos días después de empezar a tomarlo, que me desperté, estaba tumbado en la cama y pensé: «Siento algo raro». No sabía qué era hasta que pasó un rato. Y luego me di cuenta de que me había despertado y, por primera vez, no tenía hambre. Cuando abría los ojos solía estar hambriento. Así que fui a un restaurante que está aquí, a la vuelta de la esquina de mi casa, y me pedí lo que solía tomar todas las mañanas. Un sándwich de pollo con mucha mayonesa. Eso era algo que comía normalmente. Pues cuando llevaba unos tres bocados ya estaba lleno. No quería más. Y así, desde entonces, mi apetito se redujo drásticamente. He perdido una gran cantidad de peso y lo sentí como algo tan fácil, que era extraño. Obviamente, también hubo desafíos. Pero es cierto que sentir que era tan sencillo cuando había luchado tanto tiempo contra algo era muy extraño.
—De hecho, cuenta en su libro que, tras conversar con varios expertos, cayó en la cuenta de que usted pensaba que para perder peso había que esforzarse. Que tenía que ser algo difícil a través del ejercicio y de la dieta, y que los medicamentos eran el camino fácil. ¿Cree que esta idea es generalizada en la sociedad?
—Sí. Recuerdo que cuando tomé estos medicamentos, al principio y durante bastante tiempo, sentí que estaba haciendo trampas. Esto es algo raro, porque uno de mis mejores amigos toma estatinas, debido a un problema de colesterol, y nunca le he dicho: «Estas haciendo trampas, fastídiate». De hecho, no se me ha pasado por la cabeza ni una sola vez. Así que era extraño sentirme así. Nos han dicho durante toda nuestra vida —y con razón— que la solución al sobrepeso es hacer dieta y ejercicio. Casi todo el mundo, cuando sigue estos dos principios, logra perder peso al principio. Seguramente, las personas con exceso de peso que lean esta entrevista se sentirán identificados. Pero hay una segunda parte de toda esta situación. Lo evidencia el trabajo de la profesora Tracy Mann, a quien entrevisté en Minneapolis, una de las mayores expertas en este campo. La mayoría de la gente, excepto el 15 % más o menos, recupera el peso perdido con el tiempo. Solo ese 15 % lo mantiene a largo plazo.
—¿Por qué sucede?
—Cuando ganas peso, tu cuerpo se esfuerza mucho en retenerlo. Por eso, cuando lo pierdes, lucha por recuperarlo. Ralentiza el metabolismo, te hace desear más alimentos azucarados y grasos. Hay muchas pruebas sobre esto. Hay cambios físicos que suceden cuando tienes obesidad que hacen más difícil volver atrás. Ojo, no es imposible. Por eso la gente debe intentar, primero, cambiar hábitos de vida, porque además de no tener riesgo, funcionará para algunos. Pero tenemos que ser realmente honestos. Para la mayoría de la gente, no funciona en el mediano y largo plazo. Es decir, podemos gritar a la gente y avergonzarlos si queremos, pero la obesidad es tan perjudicial para la salud que tenemos que encontrar soluciones. Con el libro llegué a la siguiente conclusión: vivimos en un entorno que está preparado para volvernos obesos. Por así decirlo, hemos sido criados en una trampa y estos medicamentos son una salida. Y es un debate complicado, hay riesgos y beneficios, pero son una nueva herramienta realmente importante, en mi opinión.
—¿Qué efectos secundarios notó en su organismo con Ozempic?
—Casi todo el mundo, cuando empieza a tomar estos medicamentos, siente náuseas. Para algunas personas, es horrible. Para mí, no fueron para tanto. Era como un mareo muy leve durante un día o dos. Lo tomas una vez a la semana y generalmente al día siguiente sientes un poco de náuseas. Mucha gente se estriñe o eructa mucho al principio. Para la mayoría, esos efectos secundarios desaparecen o se vuelven manejables con el tiempo. Y raramente, hay algunas personas que no pueden hacer frente a ello. Están los efectos secundarios y luego está lo que yo llamaría riesgo, que son doce diferentes. Una de los científicos a los que entrevisté, Karel Larue, me dijo que había dos tipos de fármacos en el mundo: «Los que no funcionan y los que tienen efectos secundarios».
—Habla de los riesgos de los medicamentos, pero también están los riesgos derivados de la obesidad.
—Totalmente. Cualquiera que tenga sobrepeso u obesidad, y que haya intentando perder peso sin conseguirlo, se enfrenta ahora a una elección: sopesar dos grupos de riesgos que compiten entre sí. Está el riesgo de continuar con sobrepeso y obesidad y luego está el de estos medicamentos. Y para ser totalmente honesto contigo, Lucía, lo que más me sorprendió en la investigación para el libro —que me da mucha vergüenza decirlo porque es algo que creía saber de toda la vida— es lo mala que es la obesidad para la salud. Es impactante. Casi todas las enfermedades que tememos son más probables debido a la obesidad. Te hace más propenso a tener un ataque al corazón, a tener un derrame cerebral. Aumenta la probabilidad de padecer demencia o las probabilidades de padecer cáncer. De hecho, es una de las principales causas de cáncer en España. Si tienes obesidad con 18 años, por ejemplo, tienes un 70 % más de posibilidades de convertirte en diabético. Y fíjate, yo antes pensaba: «Bueno, si vives en un país como España o Reino Unido, con buenos sistemas sanitarios, te inyectas insulina para la diabetes y eres como los demás». Esto no es cierto. Si tienes diabetes tipo 2, aunque te pongas insulina, vives una media de 15 años menos que alguien que no la tiene. Esta es la principal causa evitable de ceguera en Europa; es una de las mayores causas de amputación. Para el libro, entrevisté al doctor Max Pemberton, que trata la diabetes aquí en Gran Bretaña. Y él me dijo algo que suena casi increíblemente chocante cuando lo escuchas por primera vez. Si le dieran a elegir entre ser diabético o seropositivo, elegiría ser seropositivo. Porque si eres seropositivo y recibes tratamiento médico, vives tanto como los demás. Eso no ocurre con los diabéticos.
—¿En qué se centran las preocupaciones respecto a los medicamentos?
—Los beneficios están muy claros. Por poner un ejemplo, si los tomas, tienes un 20 % menos de probabilidades de sufrir un infarto de miocardio o un derrame cerebral en el primer año. Para mí, esto es importante cuando pienso en el riesgo de infarto que hay en mi familia, que es enorme. Al mismo tiempo, hay un gran debate sobre los riesgos, porque estos medicamentos son relativamente nuevos. Los diabéticos llevan tomándolos casi 20 años, así que la mayoría de los científicos dirán que son relativamente seguros. Por explicarlo de alguna forma, si te hicieran crecer cuernos, los diabéticos ya tendrían cuernos. Pero no todo está resuelto. Me preocupa mucho que chicas jóvenes con trastornos alimentarios se hagan con estas drogas. Me preocupan los desórdenes alimenticios, los expertos están advirtiendo sobre eso. Hay otra cosa que genera mucho debate. Algunos científicos de renombre están preocupados porque estos medicamentos puedan aumentar el riesgo de cáncer de tiroides. No sabemos los efectos a super largo plazo. Otro de los que me afectó, por así decirlo, es que me hicieron estar psicológicamente peor. es decir. Cuando empecé a tomarlos, estaba consiguiendo todo lo que quería. Había perdido un montón de peso, mi dolor de espalda había desaparecido y el jardinero guapo de mi vecino me tiró los tejos [se ríe]. Había muchas cosas buenas, pero desde un punto de vista psicológico, me encontraba peor.
—¿Se lo trasladó a algún experto?
—Algunos científicos han planteado la preocupación de que algunas personas puedan deprimirse o incluso tener tendencias suicidas cuando toman estos fármacos. Ojo, yo no estaba deprimido o tenía ideas suicidas, pero me sentí un poco peor. Esto es raro, lo que está pasando. Y hay un gran debate, sobre todo, porque sabemos que estos fármacos funcionan principalmente cambiando tu cerebro, no solo tu intestino, ya que hay receptores GLP-1 en ambos sitios. Tuve una epifanía sobre esto. En una ocasión, estaba en Las Vegas investigando el asesinato de alguien que conocía y quería para un libro. Era algo muy difícil. Fui a un local de KFC en el que había estado mil veces antes de tomar Ozempic, y pedí un cubo de pollo frito para sentirme mejor. Y no lo olvido. Comí un muslo y me di cuenta de que si tomase, vomitaría. Así que pensé: «Pues vas a tener que sentirte mal emocionalmente». Me di cuenta de que comía para consolarme, como hacían otras personas. Y cuando recurres a estos fármacos, no puedes hacerlo. Es decir, hay otras opciones mejores para lidiar con la tristeza, por supuesto. Pero a corto y medio plazo, ojalá hubiera sabido de antemano que existía ese componente psicológico.
«No me arrepiento de tomar Ozempic porque los riesgos de la obesidad, para mí, eran muy grandes»
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—¿Se arrepiente de tomar Ozempic?
—No, hubo momentos en los que pensé que debía dejarlo. Hubo momentos en los que me arrepentí. Hubo momentos en que fue difícil, como ese momento en el que, cuando fui a comerme un cubo de pollo frito de KFC porque había tenido un mal día, me di cuenta de que no podía hacerlo, así que tuve que sentir la tristeza. Pero no me arrepiento. Para mí, los riesgos para la salud de tener obesidad eran tan grandes y los beneficios para la salud de estos medicamentos tan significativos que decidí seguir tomándolos. No creo que eso sea correcto para todos. Quiero decir, cada uno tiene que hablarlo con sus médicos, lo cual yo no soy. Pero en mi caso, dado lo grande que es el riesgo de infarto en mi familia, dada la gran reducción de este peligro que provocan estos fármacos, y dado que en mi caso los efectos negativos fueron menores, no me arrepiento de haberlo tomado. De hecho, sigo tomándolo y lo tomaré el resto de mi vida si puedo.
—¿Qué efectos cree que tendrán sobre industrias como la de los ultraprocesados o el alcohol?
—Por un lado, sabemos que la industria de la comida basura está muy preocupada. El director ejecutivo de Nestlé, Mark Schneider, se ha mostrado muy preocupado por el futuro del mercado del helado. Y Jefferies and Company, que es una gran consultora financiera, hizo un informe para las aerolíneas de EE.UU. diciendo que van a tener que gastar mucho menos dinero en combustible para aviones ahora porque la gente está comiendo mucha menos comida basura. El efecto en el mercado del alcohol va a ser enorme. Mucha gente, no todo el mundo, pero mucha gente, cuando toma estos fármacos, ya no quiere beber alcohol. Causa una enorme, en promedio, una reducción significativa en el consumo. Por ejemplo, yo nunca fui un gran bebedor, pero ahora no puedo beberlo, me pone enfermo. Esto tendrá un enorme efecto en la economía, aunque es algo impredecible.
—¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
—Creo que hay que iniciar una conversación más profunda acerca de cómo tantas personas valoran tomar un medicamento para dejar de comer en grandes cantidades. El problema que están resolviendo es, en realidad, muy reciente. Si miras una foto de una playa en España en el año en que nací, 1979, verás que casi todos están delgados. En Gran Bretaña, ese mismo año, el 6 % de la población tenía obesidad. Ahora esta cifra ha subido al 26 % en mi país, y al 42, 5 % en Estados Unidos. Es decir, tenemos cientos de miles de años de historia del ser humano moderno en los cuales la obesidad era muy rara y, de repente, explota en todos los países desarrollados. Se sabe que la gente pasó de basar su dieta en alimentos naturales y frescos a procesados y ultraprocesados, que se producen a partir de productos químicos en un proceso que ni siquiera se llama cocinar, sino fabricar. Estos productos nos afectan de una manera diferente. Socavan nuestra capacidad de sentirnos llenos, de sentirnos saciados. Es como si crearon un agujero de hambre. Lo que hacen estos medicamentos es cerrarlo. Creo que nunca me había sentido realmente saciado hasta que los tomé. Me sentía lleno, como si no pudiera comer más porque me pondría enfermo. Te devuelven la saciedad con un precio que son los riesgos.
—Hay quien cree que estos medicamentos son una forma más de gordofobia. Que estos fármacos están en contra del movimiento de «salud en todas las tallas». ¿Qué opina?
—Tengo que responder con sensibilidad. El movimiento por la positividad corporal del que hablas tiene muchos puntos importantes con los que estoy totalmente de acuerdo. Por ejemplo, avergonzar y estigmatizar a la gente es cruel, es acoso y es desastroso. De hecho, hace que la gente engorde, porque si haces que odien su cuerpo y que sientan vergüenza, comen más. Una parte más pequeña de esta corriente, no en su totalidad, presenta otra serie de argumentos. Afirman que no es cierto que la obesidad sea perjudicial para la salud y que se puede estar sano con cualquier talla. Vamos a ver, yo he investigado detenidamente los datos científicos al respecto con una mentalidad totalmente abierta. Pero me temo que eso no es cierto. Los datos científicos que demuestran que la obesidad es perjudicial para la salud son tan sólidos como los que dicen que fumar provoca cáncer de pulmón o que las emisiones de carbono causan el calentamiento global. Es uno de los hallazgos más sólidos de la ciencia médica. Ahora bien, por supuesto, hay excepciones, pero no es lo general ni lo habitual. Por eso creo que debemos ser honestos y que no hay ninguna contradicción entre querer ambas cosas. Es decir, todo aquel que tenga un ser querido con obesidad querrá protegerlo del acoso, así como de las enfermedades del corazón o del cáncer. Para mí, ambas son formas de amor. Por supuesto, tener obesidad no es culpa de nadie. Es este entorno en el que vivimos, en el que, de hecho, es difícil no tener sobrepeso u obesidad. Por eso hay que ser empáticos y entender que tenemos una herramienta que ofrece más opciones a la gente, aunque haya gente que no quiere utilizarlas. Está bien. Pero como me dijo Shelley Bovey, una de las activistas de la positividad corporal que entrevisté: «Tenemos que vivir en la realidad. La realidad es que la gente no debería avergonzarse y que la obesidad es perjudicial para la salud». No se trata de una cosa o la otra, sino de ambas.