Así puedes prevenir los problemas de salud más típicos del verano

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Prevenir la deshidratación resulta clave en el verano.
Prevenir la deshidratación resulta clave en el verano. Elena Fernández

La época estival no solo se caracteriza por el aumento de temperaturas, sino por la mayor presencia de ciertos cuadros clínicos en urgencias

21 jul 2025 . Actualizado a las 10:33 h.

«¿Por qué a mí?». Esa es la pregunta que puede rondar cuando algunos de estos problemas de salud aparecen. Los especialistas sanitarios hablan de muchos de ellos como si fuese el pan de cada día en estos tiempos estivales, pero lo cierto es que no solo se trata de «mala suerte», también de no contar con una adecuada prevención. Si esta se lleva a cabo, muchos no tendrán por qué aparecer. Deshidratación, cistitis, la otitis del nadador, trastornos estomacales o un golpe de calor. Los analizamos todos.

Deshidratación

La deshidratación es un cuadro originado por la excesiva pérdida de agua y electrolitos, que puede provocar compromiso a nivel circulatorio, renal, neurológico o pulmonar. El cuerpo deja de tener suficiente agua y otros fluidos para llevar a cabo sus funciones normales. Representa aproximadamente el 60 % de nuestro peso y resulta esencial para mantener el equilibrio del organismo. Pero es tan fácil aportarla como perderla. Según el Instituto de Investigación de Agua y Salud, cada día nos deshacemos de unos 2,5 litros a través del sudor, la orina, la respiración y las heces.

Manuel Jiménez Rodríguez, miembro del Grupo de Trabajo de Cardiorrenametabólico y Diabetes de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), indica que en verano, el calor aumenta la pérdida de agua a través del sudor y aporta consejos para evitarla: «Hay que beber agua con frecuencia, incluso aunque no tengamos sed. Lo ideal es de 1,5 a 2 litros diarios; más, si hacemos ejercicio o estamos expuestos al sol». En suma, remarca que «las bebidas azucaradas, alcohólicas o con cafeína no sustituyen el agua y pueden incluso favorecer la pérdida de líquidos». El doctor también recomienda vestirse con ropa ligera y de colores claros, «evitar la exposición directa en las horas centrales del día, de 12.00 a 17.00 horas, y usar sombreros o sombrillas».

Los síntomas pueden variar según la edad, pero entre los más comunes se encuentran una sed intensa, sequedad de boca y piel, mareos, fatiga, dolor de cabeza, orina oscura o escasa. Y en casos graves, confusión, taquicardia o desmayo. Así, si alguno de estos síntomas aparece, el doctor recomienda: «Lo primero es rehidratarse con agua o soluciones de rehidratación oral; si hay vómitos, confusión o decaimiento importante, hay que acudir al médico para una valoración integral».

Golpe de calor

«El golpe de calor es una urgencia médica», recalca el médico de familia, que menciona los síntomas principales: temperatura corporal muy alta (más de 40º. C); piel caliente, seca y enrojecida; mareo, confusión, náuseas o pérdida de consciencia; respiración rápida y pulso acelerado. La primera recomendación si vemos que alguien está sufriendo uno es llevar a la persona a un lugar fresco y sombreado. Posteriormente, aplicar compresas frías o mojar el cuerpo con agua: «No darle líquidos si está inconsciente, llamar al 112 o acudir de inmediato a urgencias». Puede derivar en complicaciones graves incluyendo daño en órganos vitales como el cerebro, corazón, riñones y músculos.

Cistitis

En verano aumenta la frecuencia de infecciones urinarias, también conocidas como cistitis. Sobre todo en las mujeres. «Factores como el uso de bañadores mojados durante mucho tiempo, el calor y una menor hidratación facilitan la infección», argumenta el médico de familia. Pero, en este caso, la prevención también es crucial. «Beber suficiente agua, orinar después de mantener relaciones sexuales, no permanecer con el bañador mojado y una buena higiene íntima, sin exceso de productos agresivos», explica el doctor.

A lo que no se debe recurrir en ningún caso es a la toma de antibióticos que ya se encuentren en el domicilio. «Tomarlos sin receta ni diagnóstico médico es un error frecuente que favorece resistencias bacterianas y puede enmascarar otras patologías». Por lo tanto, si hay síntomas como escozor al orinar, aumento de frecuencia de micción, urgencia urinaria o dolor, se debe consultar a un profesional.

Síntomas intestinales

«En verano, los alimentos se estropean más fácilmente si no se conservan bien, y viajamos más a países con condiciones sanitarias diferentes. Esto favorece la aparición de gastroenteritis, diarreas e intoxicaciones alimentarias», sostiene el médico de familia.

Además, el calor puede derivar en proliferación de bacterias como Salmonella o E. coli. La primera suele partir de los huevos y sus derivados, especialmente cuando se consumen crudos o poco cocinados como ocurre en algunas salsas, postres o tortillas; mientras que la segunda (Escherichia coli) se encuentra en los intestinos de las personas y los animales, en el medio ambiente y, a veces, también en los alimentos y el agua sin tratar.

La diarrea del viajero es aquella que se da cuando una persona se encuentra en un viaje o de vacaciones. Describe el aumento de deposiciones, con un mínimo de tres diarias, acompañadas de malestar general, calambres abdominales, febrícula, náuseas o vómitos. «Suele ser benigna y autolimitada. Lo más importante es mantener una buena hidratación, preferiblemente con suero oral. Si hay fiebre alta, sangre en heces o diarrea persistente, hay que acudir al médico», aconseja Jiménez. No se recomienda cortarla con fármacos como la loperamida en los primeros días, «ya que puede retener las bacterias en el intestino. Solo se usa si es imprescindible, como en un viaje largo, y siempre con precaución y prescripción médica».

Tres puntos clave en viajes internacionales:

  1. La comida. No se aconseja consumir alimentos mantenidos a temperatura ambiente, crudos o no cocinados totalmente. Sobre todo, cuidado con huevos crudos y poco cocinados y fruta con piel dañada.
  2. El agua. Sobre todo si nos encontramos en países tropicales, se debe evitar el hielo en las bebidas y los helados, no se debe lavar los dientes con agua que no sea segura y mucho menos beber del grifo.
  3. Baños. Se debe tener precauciones a la hora de bañarse. En el mar pueden picar medusas o peces, mientas que canales o lagos pueden estar infectados por larvas que penetran en la piel.

Otitis y cambios de presión

«El problema fundamental que tenemos con los oídos en verano son la otitis externas. Una inflamación del conducto auditivo externo que ocurre por la acumulación de calor y humedad en el oído», indica Carlos de Paula Vernetta, vocal de la comisión de otología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología (Seorl). Suceden en aquellos conductos que son muy estrechos o en los que ya existe acúmulo de cera. «Cuando nos bañamos, sobre todo en aguas estancadas como las piscinas comunitarias, se acumula ahí la humedad, creándose una infección del conducto auditivo externo. Diría que esta es la razón del 90 % de las otitis que vemos en verano».

Por eso, recomienda que aquellos pacientes que ya han padecido alguna o que tiendan a acumular cera en el oído acudan a una revisión con su otorrinolaringólogo antes del verano: «La cera se comporta como una esponja, pudiéndose dar un sobrecrecimiento de bacterias que viven en el agua».

Otro problema que, con suerte, puede ser temporal, es sufrir un cambio de presión en nuestro oído. En términos médicos se conoce como barotraumatismo y se debe a que no se da un equilibrio entre las presiones del oído y la atmosférica. «Por eso es muy importante tener el conducto auditivo despejado para que los mecanismos de compensación de presión del oído puedan funcionar», amplía.

Y si hemos disfrutado de una jornada de baño, Vernetta aconseja secarse los oídos con un dedo protegido con una toalla o gasa. Si se sufre una molestia, «no tocarlo y si se alarga más de 24 a 48 horas, ir al otorrino, porque introducir algún tipo de bastoncillo o ponernos un tratamiento que no sea el adecuado puede perpetuar el problema».

Conjuntivitis

«El cloro de las piscinas puede irritar los ojos y alterar la película lagrimal, provocando enrojecimiento, escozor o visión borrosa temporal. El agua del mar, por su salinidad y posible contaminación, también puede irritarlos o incluso favorecer infecciones como la conjuntivitis», explica el médico de familia. Por eso, aconseja usar gafas de protección, no frotarse los ojos y, si es posible, enjuagarlos con suero fisiológico tras el baño.

«La conjuntivitis puede ser vírica, bacteriana o alérgica», asegura Jiménez. «Debemos lavarnos bien las manos y no tocarse los ojos, no compartir toallas ni cosméticos, usar lágrimas artificiales y, si hay secreción espesa o síntomas intensos, valoraremos si se necesita tratamiento», concluye.

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.