Virus y bacterias, una causa de cáncer subestimada: «Los patógenos son uno de los factores de riesgo modificables»
ENFERMEDADES
Desde la hepatitis B hasta el covid-19, diversos agentes infecciosos contribuyen a la aparición y la reactivación de tumores
13 nov 2025 . Actualizado a las 14:40 h.El desarrollo del cáncer comienza con una célula. Se producen cambios en los genes que desencadenan un crecimiento y una supervivencia anormal de la célula y que contribuyen a generar un tumor. Este mecanismo puede ser causado por diferentes factores. En muchos casos, lo que está detrás es simplemente la predisposición genética de la persona que, sumada al paso del tiempo, desemboca en la formación del tejido tumoral. Pero en otras ocasiones, en la raíz del cáncer puede haber una infección.
Existen diferentes microorganismos reconocidos a día de hoy como causantes de cáncer, mientras que en otros casos, la relación con los tumores se sospecha, pero todavía faltan pruebas concluyentes. Los ejemplos más documentados, en los que existe evidencia científica que vincula un microorganismo patógeno con la aparición del cáncer, son el virus del papiloma humano, vinculado a tumores de cuello de útero o de la zona genital y anal, y la bacteria Helicobacter pylori, que crece en el sistema digestivo y favorece la aparición de diferentes tipos de cáncer de estómago, como el adenocarcinoma y el linfoma gástrico.
«El 33 % de los tumores son debidos a causas modificables. Es interesante conocer esta información, porque si bien se suele hablar de factores de riesgo de cáncer que son modificables, en general, se suele pensar que estos se limitan al estilo de vida, a cosas como la alimentación, el tabaquismo o la exposición al sol. La influencia de las infecciones no es tan conocida y sin embargo existen vacunas que pueden prevenir diferentes tipos de tumores», señala Javier Velasco, doctor en Medicina Interna.
Del patógeno al cáncer
Para que se produzca un tumor, las células tienen que sufrir mutaciones que las lleven a crecer de manera descontrolada. Se trata de un proceso gradual, que puede darse más rápida o más lentamente dependiendo de factores como la zona del cuerpo o la edad del individuo. En todo caso, las infecciones pueden jugar un papel especialmente clave para esta reacción en las células, por tres vías principales.
Algunos virus, como el del papiloma humano o el de la hepatitis B, tienen la capacidad de insertar su propio material genético en el ADN de una célula huésped. Esta inserción puede llevar a que se desarrollen mutaciones que alteran las señales de control del crecimiento celular, haciendo que la célula se divida de manera descontrolada, generando un tumor. Estos virus consiguen interactuar con proteínas que regulan el ciclo celular, desactivando genes supresores de tumores o bien activando oncogenes.
En segundo lugar, las infecciones, en particular, aquellas que son persistentes, suscitan una respuesta de inflamación crónica en los tejidos. Esta inflamación constante puede dañar el ADN celular y crear un ambiente que favorezca al desarrollo y la progresión del cáncer.
Una tercera vía por la que un proceso infeccioso puede llegar a desencadenar el cáncer es el debilitamiento del sistema inmunitario. Algunos virus, como el VIH, reducen la capacidad del cuerpo para identificar y destruir células anormales o infectadas. Esto permite que no solo otras infecciones, sino también células cancerosas, que de otro modo serían neutralizadas rápidamente, crezcan y se desarrollen sin control.
Además, hay otros mecanismos tales como los cambios epigenéticos inducidos por la infección. Las entidades infecciosas pueden alterar la metilación del ADN de las células del huésped incluso sin modificar la secuencia genética directamente, cambiando la expresión de genes implicados en reparación del ADN o en control del crecimiento celular.
«El mecanismo exacto depende en cierta medida de cada microorganismo. Y en este sentido, el abordaje de la prevención debería ser doble. Por un lado, vacunación para aquellos patógenos frente a los que existen vacunas y, por otro, hábitos de vida que contribuyan a evitar la infección», propone Velasco.
Cuando la infección reactiva un cáncer «dormido»
Podríamos pensar que, tras superar un cáncer y pasar a una situación de indetectabilidad en las pruebas, lo peor ya ha pasado. Pero la enfermedad puede dejar detrás de sí una huella de células tumorales que pueden viajar a otras localizaciones para «esconderse» y permanecer inactivas durante años o incluso, décadas. En estos casos, algunos patógenos pueden, al generar una infección, «despertar» estas células dormidas.
«Se ha publicado en Nature un artículo pionero en este sentido, en el que se ha visto que esta reactivación de las células tumorales a nivel pulmonar tiene que ver con una citoquina, la interleucina-6, que aparece con la respuesta inmune a la infección», explica en este sentido el investigador Isidoro Martínez, del Centro de Investigación Biomédica en Red Enfermedades Infecciosas (ciberinfec), del Instituto de Salud Carlos III.
Esta sustancia protagoniza la reacción inflamatoria del cuerpo frente a enfermedades como la gripe o el covid-19. «Las interleucinas son los mensajeros que llevan instrucciones a las diferentes células del sistema inmune para que este se active y dé lugar a la inflamación y posteriormente a la producción de anticuerpos», detalla el experto.
Este proceso, que permite superar una infección de manera exitosa, tiene como contrapartida el hecho de que, según halló la investigación reciente publicada en Nature, las interleucinas pueden unirse a las células cancerígenas dormidas, «porque estas células tienen receptores para citoquinas», explica Martínez. Así, se activan una serie de rutas de señalización dentro de las células tumorales que pueden hacer que se reproduzcan.
«En una segunda fase, las células tumorales actúan sobre las células de los linfocitos CD4, haciendo que, a su vez, estos linfocitos inhiban la actividad de otros linfocitos, los CD8, que tienen un papel directo en la eliminación de las células infectadas», señala el investigador. A su vez, los neutrófilos, un tipo de glóbulos blancos que también están implicados en la resolución de los procesos infecciosos, pueden también contribuir a reactivar tumores.
Vacunación para evitar el cáncer
Según explica Fernando Moraga-Llop, portavoz y vocal sénior de la Asociación Española de Vacunología, hasta un 15 % de todos los cánceres a nivel mundial están relacionados con infecciones. La buena noticia es que existen vacunas para prevenir muchas de las infecciones que se han vinculado a procesos tumorales. «En primer lugar, con la vacuna de la hepatitis B y, en segundo lugar, con la vacuna frente al virus del papiloma humano», indica el experto, en orden cronológico: la primera se inocula durante la primera infancia y la segunda, en la pubertad.
La vacuna de la hepatitis B, introducida en el año 1996 en el calendario vacunal español, cuenta con datos de estas casi tres décadas desde su aplicación. «Se ha visto que previene infecciones persistentes que, cuando se cronifican, pueden dar lugar a una hepatitis crónica, a una cirrosis, y eso puede desembocar en un hepatocarcinoma. La vacunación sistemática de la población produce una disminución muy importante de este cáncer hepático», señala Moraga-Llop.
Con la vacuna frente al VPH, se puede prevenir tumores como el cáncer de cuello de útero de manera altamente eficaz: ha disminuido la incidencia de este tumor en más del 70 % desde su implantación. «Es una vacuna de 9 genotipos, que son responsables del 90 % de todos los cánceres de cuello de útero. Hay que recordar que una infección por VPH que no se cura, se vuelve persistente y produce unas lesiones que pueden ser precancerosas o, directamente, cancerosas. También está relacionado con cánceres de la región anogenital y con tumores de la cavidad oral, orofaríngea y de cuello. El 70% de esos cánceres de cabeza y cuello están relacionados con el VPH», detalla el experto.