Laura Morán, sexóloga: «El amor es a la relación lo que el arroz a la paella, es necesario pero no suficiente»
SALUD MENTAL
La experta explica cómo entender el deseo para potenciarlo sin presionar a la otra persona y lograr encuentros placenteros para ambos
27 nov 2023 . Actualizado a las 13:48 h.En el amor, como en todas las esferas de la vida, la perfección no existe. Por mucho que idealicemos a la persona amada durante esos primeros meses de enamoramiento en los que todo nos parece encantador, con el paso del tiempo, la realidad se va asentando y descubrimos que se trata de un ser humano y que, al igual que nosotros, tiene defectos.
Pero, contrariamente a lo que parecen indicar las películas y las novelas románticas, es justamente en ese momento cuando aparece el amor. Porque, según la psicología, la forma más completa de este incluye tres ingredientes: intimidad, pasión y compromiso. Y esta receta solo puede cocinarse con el tiempo. Así lo explica la terapeuta de parejas y sexóloga Laura Morán. En su nuevo libro, Perfectamente imperfectas (editorial Destino, 2023), aborda los mitos más arraigados y resuelve las dudas más frecuentes acerca de las relaciones amorosas. Sus consejos han ayudado a parejas a superar crisis profundas y su rol de divulgadora es para ella otra oportunidad de seguir proporcionando esa ayuda.
—¿Cómo es una sesión de terapia de pareja?
—La terapia tiene diferentes fases. A mí me gusta hacer una primera y segunda sesión con los dos miembros de la pareja, de forma que lleguen y los dos presenten las dificultades que perciben. Así te haces dos dibujos. Por un lado, el que tiene un miembro de la pareja sobre las dificultades, las soluciones que se han ensayado y no han funcionado, y por otro lado, el del otro. Después de esas dos sesiones, tenemos sesiones individuales para conocer la historia de cada uno de ellos. La biografía familiar es importante y también el momento vital en el que se encuentran a nivel individual. Esas suelen ser la tercera y cuarta sesión. Luego, en la quinta y la sexta, volvemos a trabajar en pareja. Se hace una devolución de lo que yo he percibido y se definen los objetivos terapéuticos, es decir, qué cosas habría que trabajar para que la relación pudiera funcionar mejor. A partir de allí, cada caso es un mundo. A veces harán falta más sesiones individuales, mientras otras veces se hacen más sesiones en pareja.
—¿Qué elementos tiene que tener una pareja exitosa?
—Uno de los elementos es la duración. Podemos considerar que una pareja funciona porque dura en el tiempo. Pero también tiene que haber satisfacción. Tiene que ser un vínculo en el que te sientas a gusto. Y tiene que ser significativo para los participantes, es decir que no estén juntos por estar, sino que la relación les aporte cosas: apoyo, consecución de objetivos y proyectos. Tiene que ser relevante. Y la pareja tiene que ser alguien en quien puedas confiar. En resumen, hay tres ingredientes que no pueden faltar, que son intimidad, pasión y compromiso. El compromiso tiene que ver con la durabilidad: te elijo y me eliges. La intimidad tiene que ver con la confianza y la pasión incluye lo sexual, aunque no es solo eso.
—¿El sexo es necesario en una relación?
—Hay parejas que son muy felices, muy exitosas y funcionales sin relaciones genitales. El problema es que reducimos el sexo a lo genital y, concretamente, a la penetración. Si entendemos por sexo ese encuentro de desnudez y relaciones genitales, hay parejas que son felices sin eso. No son las más habituales, tienen que juntarse dos personas para las que ese encuentro sexual no sea lo relevante, como puede pasar en personas que tienen una orientación más asexual. Pero normalmente, el sexo es importante no tanto por el sexo en sí, sino por lo que implica para la relación. Implica dedicarle un tiempo y en principio, es una experiencia placentera, satisfactoria y divertida en la que la pareja conecta. Lo mismo que te puede gustar salir al cine o hacer una escapada, precisamente porque es algo placentero que haces en pareja para cuidar la relación, el sexo es algo parecido y además es gratis. Implica comunicación, implica generosidad. Entonces, practicar relaciones sexuales con tu pareja tiene beneficios. ¿Es obligatorio? No. Pero el problema surge cuando ese deseo es asimétrico, es decir, un miembro de la pareja lo desea y el otro no tanto.
—¿Cómo puede impactar el estrés en el deseo?
—El deseo tiene mucho que ver con la satisfacción. Cuando algo nos satisface, solemos desearlo. Lo que pasa es que cuando estamos estresados, nos cuesta mucho más disfrutar, no solo del sexo, sino en general. Cuando el sexo es percibido como algo que no es satisfactorio o placentero, deja de ser deseado. Es un daño colateral causado por el estrés. Hay estudios que muestran que las mujeres somos más permeables al cortisol, una hormona que interviene cuando hay estrés crónico. Pero lo que más influye en relación con el estrés es esa dificultad para sentir placer en general. Llevamos una vida muy atropellada y hay gente que no solo no tiene tiempo para tener relaciones, sino que tampoco se sienta a leer un libro o ver una película, o que mientras lo hace está pensando en todo lo que tiene que hacer y no está haciendo. Las personas que están muy estresadas, para cumplir con sus objetivos, tienden a sacrificar todo aquello que no es esencial. Igual no van al gimnasio, igual no ven una serie, no quedan sus amigos o no mantienen relaciones sexuales. El estrés, fisiológicamente, puede provocar estos efectos. Luego, en las parejas, el estrés puede generar también enfado hacia la otra persona. Igual tú sientes que tu pareja no participa de las tareas del hogar tanto como tú y esto puede distanciarte emocional y eróticamente de ella.
—En el libro habla del deseo espontáneo y el deseo en respuesta. ¿En qué se diferencian?
—El deseo espontáneo tiene que ver con la anticipación del placer. Imaginemos un bombón. Si tú recuerdas lo satisfactorio que ha sido otras veces comer ese bombón u otro parecido, se activará el deseo de ese bombón. El deseo en respuesta tiene que ver con la propia experiencia del placer. Me has pedido que cierre los ojos y me has dado el bombón. He experimentado placer y quiero más. En el encuentro sexual, sería parecido. Hay investigaciones en las que se vio que, de las mujeres que estaban en una relación duradera, más del 50 % decían tener una vida sexual satisfactoria pero nunca o casi nunca pensaban en el sexo. No anticipaban el encuentro para desearlo, sino que una vez que se daban las circunstancias y empezaban a experimentar placer, aparecía el deseo de más. A veces, solo con explicarlo se relaja todo el mundo. Porque solemos creer que el deseo solo se puede provocar de forma espontánea. No existe una sola forma de desear, por eso nos gusta hablar de deseos y no solo de deseo sexual.
—Se suele decir que la comunicación es fundamental en la pareja. ¿Cómo tiene que ser para que sea efectiva?
—A veces pensamos que se trata de hablar y hablar durante horas o discutir y discutir hasta que uno de los dos se rinde o se agota. Esto, lejos de ayudar, dificulta, porque puede endurecer los conflictos. Para que una comunicación funcione tiene que tener ciertos ingredientes. El primero es comunicarse desde el yo, con estilo asertivo. En vez de decir: «Tú me haces esto», hablar de cómo yo me siento cuando pasa esto. No es lo mismo decir: «Yo me siento triste cuando te vas todos los domingos al fútbol y me quedo sola» que decir «Siempre te vas al fútbol y me dejas tirada». Una cosa es reprochar y otra es pedir. Luego, hay que ser conscientes de que el ser humano tiene muchísimos sesgos cognitivos que nos llevan a creer ciertas cosas que son absolutamente subjetivas. Entonces, cuando tenemos que hablar con nuestra pareja de algo que nos ha disgustado, es importante no dar por sentadas cosas. Es mejor preguntar desde el interés que desde el juicio.
—¿Qué ocurre en la pareja cuando nacen los hijos?
—Muchas parejas tienen su primera crisis cuando llega el primer hijo, porque todo el sistema de la relación, las normas implícitas o explícitas, las dinámicas, los ritmos y las obligaciones y beneficios cambian radicalmente y la pareja tiene que conseguir adaptarse a esa situación para poder sobrevivir. Estadísticamente, quien se suele sobrecargar más es la madre, porque es de quien demanda más el bebé, sobre todo si hay lactancia materna. El sistema tiene que adaptarse para que esa madre no se agote ni se amargue. Ella tiene que poder pedir sin reprochar y el otro tiene que poder escuchar sin defenderse. Porque al final, esa crisis no es culpa de nadie. Ha cambiado la realidad del juego y ahora no se puede seguir haciendo las cosas como se hacían. Tampoco hay que renunciar a la pareja. Muchas veces lo que hacemos es renunciar a la relación de pareja para convertirnos solo en padres. Es entonces cuando la plantita de la relación se muere.
—¿Una infidelidad siempre indica que la pareja no funciona?
—No. Esta es una creencia muy extendida y a veces efectivamente, es así y la infidelidad refleja que algo no funciona en la relación. Pero a veces hay personas que quieren a su pareja pero ese affaire puede que cumpla algún deseo o alguna necesidad afectiva individual que no tenga nada que ver con la pareja en sí. La infidelidad es multicausal y detrás de ella puede haber muchos factores distintos.
—¿Qué es lo primero que intentas trabajar cuando una pareja acude a consulta porque ha habido una infidelidad?
—Lo primero es atender el dolor de la persona traicionada. Porque su suelo se ha resquebrajado y todo lo que creía sobre su relación de pareja se pone en tela de juicio. Aunque una infidelidad haya sucedido durante los últimos cuatro meses y la pareja lleve diez años juntos, esto tiñe toda la relación. La persona empieza a cuestionarse su confianza en el otro, se pregunta desde cuándo está sucediendo esto, cómo ha sido posible. El sufrimiento suele ser desgarrador. Tanto el terapeuta como la persona que ha engañado tenemos que estar ahí para acompañar y paliar en lo posible las consecuencias de la traición. En una segunda fase, se busca intentar entender qué ha sucedido, por qué, y qué función cumple. Hay que entender cuál ha sido la dinámica que ha facilitado que esto sucediera. El único responsable de la infidelidad es el que engaña, pero entender qué ha ido sucediendo para llegar a ese escenario es importante para la pareja. Cuando una relación no funciona, la responsabilidad de eso suele ser compartida. En una tercera fase, habría que imaginar un futuro. Si va a ser compartido, hay que pensar en cómo van a poder superar la herida de la desconfianza. Si sienten que no es posible restaurar la relación, pueden pensar en un futuro por separado.
—¿Cuáles son algunos mitos falsos que creemos acerca del amor?
—La omnipotencia del amor, lo de que el amor todo lo puede, es un problema gordo. Podemos llegar a justificar situaciones de violencia en nombre del amor. Somos capaces de romantizar todo eso. Ese mito también tiene como resultado que, cuando una pareja ve que no puede superar un problema o no saben cómo hacerlo, dan por hecho que la relación no tiene sentido, porque si el amor no ha sido capaz de sobreponerse a ello, es que no es amor. Tampoco es verdad. El amor es a la relación lo que el arroz a la paella: es necesario, pero no suficiente. Necesitamos más cosas para que funcione. Luego, está el mito de la media naranja. Todavía hay estigma acerca de estar soltero a determinada edad, o divorciarse incluso. Otro mito es pensar en los celos como medida del amor.
—¿«Somos celosos» o «sentimos celos»?
—A mí no me gusta utilizar el verbo «ser» para casi nada, porque traslada la sensación de cronicidad, de perdurabilidad, como si fuese un rasgo de la personalidad que no puedes cambiar. Me pasa con celos, ansiedad, depresión o lo que sea que trate en consulta. Más que decir que se es celoso, me gusta decir que se padece celos. Los celos son una emoción totalmente humana. Lo más probable es que todos en algún momento de la vida los sintamos. En el caso de la pareja, lo primero es intentar quitar las etiquetas que dan esa sensación de cronicidad, intentar reconocer que los celos son una emoción y que se puede controlar el comportamiento. Trabajamos sobre la conducta: no cogerle el móvil a tu pareja, no seguirle por la calle.