Mamen Jiménez, psicóloga: «No, con el amor no es suficiente, es un mito que tenemos que desmontar»
SALUD MENTAL
Considera que «confundimos coexistir, que es estar uno al lado del otro, con hacer cosas juntos que nos enriquezcan»
05 ene 2024 . Actualizado a las 09:16 h.«Se nos rompió el amor de tanto usarlo», cantaba Rocío Jurado. «O de no usarlo», añadía Rosalía hace unas semanas al interpretar la canción de la más grande en la gala de premios de los Grammy Latinos. Al parecer, el amor por sí solo no sostiene una relación y se necesita mucho más. ¿Lo qué? Nos lo desvela otra andaluza, Mamen Jímenez, graduada en Psicología y especializada en sexología y terapia de pareja. Después de otros títulos como 50 sombras de mami (Lunwerg, 2019) y Yo te lo explico (Oberon, 2021), acaba de publicar Contigo. Cómo tener una relación sana... sin mitos y con mimitos (Lunwerg, 2023), donde ofrece estrategias y herramientas para tener una relación sana. Y como no, duradera.
—El amor no es suficiente.
—No, no lo es. Esa es la respuesta corta. La larga es que esa idea de que con el amor es suficiente es uno de los grandes mitos del amor romántico que tenemos que desmontar. El amor se trabaja, requiere de un montón de «cositas» y solo por querernos no se va a mantener una relación a la larga.
—Entonces, «el amor todo lo puede», también es mentira.
—Exacto. Precisamente ese mito nos lleva a que no cuidemos la relación dando por sentado que como el amor es suficiente y todo lo puede, no tendríamos que hacer nada. Esa velocidad crucero con piloto automático, no es verdad. Precisamente eso es lo que nos lleva a muchas decepciones.
—¿Se podría decir que tenemos «picos de amor»? Que esta semana siento más amor por mi pareja que la anterior, por ejemplo.
—Por supuesto, la idea de que las relaciones son lineales es errónea. Tenemos picos y estos, precisamente, dependen de las cosas que hacemos. De cómo nos cuidamos, de lo que decimos y hacemos. Habrá ratos en los que te quiero muchísimo y otros en los que voy a necesitar mi espacio personal. Ahí es donde tenemos que gestionarlo juntos para que eso funcione. No hay relación de pareja, amistad o familiar que esté todo el rato en un punto estable. El ejemplo que pongo siempre es con los hijos, que mira que los queremos mucho y es un amor incondicional, pero hay ratos en los que piensas «se lo regalaría a cualquiera que pase por la puerta porque no puedo más». Sé que lo quiero y que ese amor es brutal, pero en este momento necesito un rato para mí. Es lo mismo que sucede en las relaciones de pareja, solo que a estas le exigimos que esté arriba todo el rato. Eso no hay nadie que sea capaz de sostenerlo.
—¿Qué importancia tiene la comunicación en la pareja?
—Lo que nos solemos encontrar en consulta es que tenemos pareja con una idea general de que como el amor es suficiente, las cosas no hay que hablarlas. La comunicación es fundamental. Pero creo que también existe la variante contraria, pensar que una buena comunicación en pareja es contárselo todo y decirlo todo. En realidad eso es un sincericidio, que es una palabra que a mi me gusta muchísimo porque no tenemos que decir todo lo que se nos pasa por la cabeza. A lo largo del día pensamos muchas cosas y muchas de ellas son absurdas. Si estoy en el pico de un enfado, no tengo que decir lo que estoy pensando porque no somos lo que pensamos. Contarle a la pareja todo lo que se nos pasa por la cabeza, también es un error. Lo que hay que tener es una comunicación eficaz, que sea útil: comunicar las emociones, que la otra parte las recoja y eso nos ayuda. Ese tipo de comunicación es la que sería necesaria.
—Se habla mucho, sobre todo en redes sociales, de la dependencia emocional a la pareja. ¿Qué es exactamente?
—Como vivimos en una sociedad donde se potencia el individualismo en muchos sentidos, se nos olvida que los seres humanos somos sociales. En ese «sálvese quien pueda» individual, se nos escapa que en el momento en el que estamos interactuando con otra persona nuestra conducta le afecta. Somos responsables de nuestra conducta y por lo tanto, también del impacto que tiene en la otra persona. Pero desde ese individualismo, desde ese «difícil vivir en el siglo XXI» con tanto estímulo, se ve como: «No, yo me gestiono lo mío y tú eres responsable de gestionar lo tuyo. Si tienes demandas y necesidades es tu problema y te lo tienes que gestionar tú». Es mentira. Si estamos en pareja, lo que a ti te pasa a mí me implica, porque estoy contigo. Esa dependencia que se vende tanto en redes sociales está muy mal entendida porque en realidad es una falta de responsabilidad efectiva.
—¿Qué básicos tienen que darse en una relación?
—Da para un simposio. Pero el pilar fundamental es el respeto. A partir de ahí ya podemos construir los demás: el respeto, la empatía, los cuidados… Son elementos absolutamente básicos. Y dentro de los cuidados está la distribución de las tareas de casa, que siempre me gusta incluirlo ahí porque cuando hablamos de ellos parece que hablamos de que se acuerde de regalarme algo en mi cumpleaños; eso es excepcional. Cuidado también es en el día a día. Si yo no me estoy encargando de lo que me toca en casa, te estoy echando el marrón a ti y por lo tanto, no te estoy cuidando.
—¿Cómo es la manipulación en una pareja?
—En realidad, a nivel puramente teórico, todos manipulamos. Entendiéndolo como que mi conducta afecta a la de la otra persona. En la medida en la que esté interaccionando contigo, tu conducta o emoción va a estar modificada por la mía. Sí es cierto que no es absoluta, no es dependiente solo de la mia, pero en realidad manipulamos todo el rato. La manipulación chunga se da cuando tenemos una intencionalidad de generar malestar en la otra persona o de obtener un beneficio a pesar de que, para conseguir ese beneficio, a la otra persona le estemos causando un malestar. O pasando por encima de los derechos y necesidades de la otra persona. Esa intencionalidad de tener un beneficio sin importarme lo que tengo enfrente.
—¿Existe la discusión perfecta?
—Lo primero es entender que el hecho de tener una discusión no es indicativo de que algo este yendo mal, sino que conflictos y desacuerdos vamos a tener siempre en pareja. Lo importante es cómo gestionemos esa discusión porque de una discusión bien gestionada salimos fortalecidos como pareja.
—¿Y cómo se gestiona de una forma correcta?
—Lo importante es llegar con una actitud de equipo a esa discusión. No llegar como dos frentes a ver quién se lleva el gato al agua y quién tiene razón, a ver si llegamos entre los dos a encontrar la verdad absoluta. No existe la verdad absoluta, hay verdades subjetivas y cada uno llega con una perspectiva distinta. Esa actitud de inicio es fundamental. Y luego una vez que empezamos a hablarlo, primero es definir muy bien el problema del que estamos hablando, que es lo que queremos resolver, expresar cada uno lo que siente o necesita y que la otra parte haga una buena escucha. Que exista esa empatía. Luego empezar a generar soluciones entre los dos, seleccionar la que consideremos mejor e implementarla. Pero tiene que haber una actitud de equipo, de un nosotros, frente al problema.
—¿Es la rutina el gran problema de las relaciones de pareja?
—Es uno de ellos. La rutina, al final, es que dejamos de hacer eso que hacíamos al principio y que hacía que estuviéramos con los ojos más brillantes. Hacer planes juntos, ponernos estupendos, reírnos, escuchar a la otra persona y cuidarla, que es lo que hacemos en la fase de enamoramiento. De eso pasamos a: lunes sofá, martes sofá, miércoles sofá… Hasta el fin de los días. Lo que estamos teniendo es una pérdida. Es difícil que a mi me apetezca o me resulte muy atractivo estar con alguien con quien no estoy haciendo nada. Siempre lo digo: confundimos coexistir, que es estar uno al lado del otro, con hacer cosas juntos que nos enriquezcan.
—Hay quien dice que las cosas tienen que salir solas.
—Sí, o porque «nos nace». Uf eso lo cobro a quince euros en consulta (ríe). Tenemos la idea, y volvemos al mito, que como el amor es suficiente no debería costarme esfuerzo. Pero las cosas salen de manera natural porque yo las tengo muy entrenadas. Es decir, he hecho la misma cosa 70 veces y por eso las 71 sale en piloto automático y por eso yo percibo que no me cuesta esfuerzo. Pero es que en realidad a lo largo del día hacemos millones de cosas que están siendo meditadas y decididas, y no por eso son negativas. El camino se hace en las dos direcciones.
—¿Un ejemplo?
—Si nosotros todas las mañanas nos dábamos un beso al despedirnos, pero un día pasa que no, al día siguiente nos hemos liado y tampoco… Cuando llevas seis o diez seguidos en los que no te das un beso, lo que nos nace, por así decirlo, es no darlo. Pero porque nos hemos acostumbrado a eso. Ahí, si yo pienso que tiene todo el sentido, es bonito, darle un beso a mi pareja, estoy haciendo un esfuerzo, pero un esfuerzo rico porque me lleva a un sitio estupendo. ¿Me nace? No, porque de manera automática lo que me sale es no dártelo porque es a lo que nos hemos acostumbrado. Pero que no me nazca no quiere decir que sea estupendo.
—Se asocia también mucho con el sexo. ¿Si no nace o no es espontáneo, no es tan bueno?
—El cine y la literatura tienen mucho que ver en ese sentido. La idea de que el deseo «guay» es absolutamente espontáneo. No es verdad. Porque si hay deseo, si hay excitación, es porque me he dado permiso para desear, porque además cuando he practicado, me lo he pasado fenomenal… Es el resultado de un montón de cosas. Ni siquiera la logística es espontánea. Siempre se lo explico a mis pacientes comentando que en la fase de novios, en la primera etapa, ahí sí tenemos la sensación de que el sexo es espontáneo. Pero entonces les digo: «Vosotros que vivís cada uno en una casa, cuando quedáis el sábado, no quedáis sabiendo que va a pasar algo? ¡Claro que sí!». Te preparas y te arreglas, anticipándote. ¿Es espontáneo? Ni de broma. Llevas desde el lunes pensando que pueden pasar cosas. Esa espontaneidad no es tal. Pero es que además, en el día a día, con el ritmo que llevamos, si no generamos espacios, es que no existen. Nos devora el día a día.
—¿Una persona puede cambiar por amor?
—Los seres humanos cambiamos todo el rato, no somos los mismos que cuando teníamos quince años y menos mal, también te digo. Porque nos van pasando cosas, experimentamos cosas, evolucionamos y cambiamos. Dentro de una relación de pareja, que estamos expuestos a la necesidades y demandas de esa persona, nos vamos a adaptar y por lo tanto, a haber cambios. Donde marcamos la diferencia o el límite en consulta es cuando, por ejemplo, yo para estar bien lo que necesito es un cambio absolutamente estructural en mi pareja. Si necesitas que cambie muchas cosas, su forma de ver la vida, sus valores, ideales… Puede que no sea la persona con la que quieres estar. Puede que lo ideal sea plantearse cambiar de pareja. Pero pequeños cambios que nacen de demandas concretas dentro de la relación, sí que es factible. Los hacemos constantemente aunque no seamos conscientes de ello.
—¿Consideras que somos coitocentristas?
—Muchísimo. Es uno de los problemas del modelo sexual imperante y por eso en consulta y divulgación nos dedicamos a intentar cambiarlo. Es un modelo que no funciona en absoluto, pero ni en hombres, ni mujeres, ni a nadie.
—¿Nos cuesta más derribar los mitos sexuales que los que están relacionados con el amor?
—En realidad están muy ligados, los mitos románticos con los sexuales. Lo que sucede es que los mitos sexuales, a un nivel más práctico, hablamos de un modelo no funcional. Además, uno de los mitos del amor romántico es de que amor y deseo van a la par: si te quiero debo desearte y si ya no te deseo es que ya no te quiero. Eso no funciona así en absoluto. Si caemos en esos mitos no estaremos cuidando la relación y si no lo hacemos es muy difícil que haya deseo.
—El título del libro es Contigo. Cómo tener una relación sana… sin mitos y con mimitos. ¿Qué importancia tienen los mimitos?
—Muchísima. La gasolina es el amor y los cuidados es el engranaje que posibilita que una relación funcione y se mantenga en el tiempo. Los cuidados son muchas cosas y es verdad que estamos en un momento en el que los cuidados se nos olvidan y además, se focalizan mucho en las mujeres. A nosotras se nos socializa precisamente en los cuidados, desde pequeñas. En atender mucho las emociones de los demás, en estar ahí. Y a los chicos se les educa menos en eso. Hay una brecha que no tiene que ver con genética, sino con educación.