La neurociencia de la mentira, ¿seremos capaces de detectarla?: «Se va avanzando, aunque aún no podemos asegurar quién está mintiendo»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

La neurociencia y la psicología pueden dar muchas respuestas sobre la mentira y su detección.
La neurociencia y la psicología pueden dar muchas respuestas sobre la mentira y su detección. iStock

Empezamos a engañar cuando tenemos alrededor de dos años y algunos lo utilizan como una estrategia para conseguir lo que quieren durante toda su vida. Lo descubrimos con José María Martínez, que ha dedicado gran parte de su trayectoria profesional a estudiar estos fenómenos

17 ago 2024 . Actualizado a las 11:05 h.

Antes se coge al mentiroso que al cojo. O eso se suele decir. Aprendemos a hacerlo desde que somos muy pequeños y, quien más y quien menos, recurrimos a alguna de vez en cuando. Las hay leves, que conocemos como piadosas, pero también muy peligrosas. José María Martínez se ha centrado en estudiar todo lo que la neurociencia y la psicología nos pueden descubrir sobre ella, y lo ha recopilado en un libro: La nueva ciencia de la mentira (Paidós, 2024). El catedrático de Psicobiología y profesor de Psicofisiología y Psicología Fisiológica afirma que mentir no nos convierte en mentirosos, y nos explica cómo y por qué lo hacemos, pero también cómo podemos identificar que otras personas nos están engañando. 

¿Por qué mentimos?

«Mentimos por muchas razones y lo hacemos por el deseo de conseguir algo que no podríamos llegar a tener de otra manera», asegura Martínez. Si bien el experto menciona varios tipos de mentira. Por un lado, las de protección: no queremos desvelar algo que se ha dicho o hecho. «También hay muchas sociales, sobre todo de cortesía, o querer dar una imagen ante los demás mejor de lo que uno es o de lo que se hace; es lo que los psicobiólogos consideramos la autopresentación, porque nos gusta que nos vean bien», explica. En ese sentido, puede ser una exageración simple u ocultar algo importante. 

A veces, no mentimos a otra persona, sino a nosotros mismos. Es lo que se conoce como autoengaño. «Nos decimos cosas a nosotros mismos para creer que somos mejores de lo que somos. Al igual que, cuando se da un contratiempo de la vida, lo atribuimos al azar y no a que  nosotros no hayamos hecho las cosas bien», indica el experto. Un ejemplo claro se da en el ámbito estudiantil cuando, a pesar de haber suspendido, consideramos que nuestra nota debería ser un aprobado. Con todo, este tipo de mentira hacia uno mismo, que además Martínez asegura que es muy frecuente, puede llegar a tener efectos beneficios. «La vida puede presentarnos contratiempos importantes y la única manera de salir adelante es mirar hacia otro lado y no decir según qué cosas». 

Cuando empiezan a mentir los niños

El experto lo tiene claro: los niños empiezan a mentir pronto. «Hablaríamos de los dos años, más o menos. A esa edad ya se les puede descubrir alguna, pero son muy simples», apunta. Según sus palabras, suelen estar relacionadas con algo que han hecho o con algo que les prive de la cercanía de otra persona, por ejemplo.

«Lo que es curioso y llamativo es que, conforme pasa el tiempo, las mentiras se vuelven cada vez más elaboradas; en función de sus habilidades, comunicación, y del medio en el que se desenvuelven». Aumentan cuando empiezan a relacionarse con otros niños y también se vuelven más complejas. «Hasta que llega un momento en el que ya no son capaces de adivinar qué va a pensar la otra persona de la información que dan y esa mentira se empieza a hacer cada vez más sofisticada y mucho más difícil de pillar», comenta Martínez.

Todo dependerá de la evolución de las propias capacidades del niño, ya que suelen ir ligadas. «Lo mejor es que, posiblemente, la especie social está programada tanto como para intentar reconocerlas en los demás. Esto se va desarrollando a lo largo del tiempo hasta que llega un momento en el que las mentiras son difíciles de detectar», amplía. 

¿La capacidad de mentir va ligada a la inteligencia?

Sí, la capacidad de mentir puede llegar a relacionarse con la inteligencia. «Hay datos que dicen que las dos están unidas a la capacidad de comunicación. Por ejemplo, un tipo de personalidad que tiene más fácil hacerlo es la persona creativa». Escritores, novelistas, pintores, escultores, etcétera. «La capacidad de fabulación no está al alcance de todo el mundo. El gran fabulador, el gran estafador que es capaz de generar identidades y de engañar a muchas personas, requiere habilidades muy complicadas», explica. 

A todos se nos puede venir a la cabeza el caso del Pequeño Nicolás. Hace pocos meses que se estrenaba en Netflix Pícaro, la serie documental que repasa la historia de Francisco Nicolás Gómez Iglesias. En ella se refleja su capacidad para relacionarse con grandes círculos de poder. «Qué duda cabe de que tiene unas habilidades sociales tremendas para engañar a mucha gente. En este sentido, va ligado a la capacidad de comunicación y a lo que los psicólogos llamamos la inteligencia social», reconoce el catedrático de Psicobiología. 

Sin embargo, la capacidad de mentir también va relacionada a nuestros hábitos y rutinas. «Con las normas y el medio en el que estás, porque si este la fomenta, no la castiga ni la sanciona, normalmente la probabilidad de recurrir a ella es mayor». De hecho, hay profesiones que se suelen asociar con «perfiles mentirosos», en opinión de Martínez. «Son aquellos en los que hay mucha relación con las demás personas, como publicitarios, abogados o periodistas. Personas que están en contacto continuamente con otras». 

Eso sí, el profesor remarca que «mentimos dentro de un orden». Es decir, «se miente dentro de los límites morales que tienes, porque a todos nos gusta que nos vean como una persona responsable y honesta, dentro de los límites. En una profesión que se está expuesto al público, como vosotros, los periodistas, es más fácil que se detecte que estáis mintiendo», argumenta Martínez a La Voz de la Salud. 

«Yo nunca miento»

Una frase que todos hemos podido escuchar alguna vez. Se le pueden sumar otras como «yo siempre voy con la verdad por delante». En este sentido, el profesor de Psicobiología lo tiene claro: «Es posible que se refieran a grandes mentiras, a esas que hacen daño; pero una piadosa, todos hemos recurrido a ella alguna vez. Estas personas seguramente se refieren a que dicen siempre la verdad cuando el tema es importante».

¿Cuándo mentir se convierte en un problema patológico?

Martínez explica que mentir de manera constante se puede convertir en un problema de salud mental, pero que existen muchas variedades. «La mentira patológica, la del fabulador, es relativamente rara. Son personas que están mintiendo toda la vida y es muy complicado saber si se lo creen o no. Son personas que llega un momento en el que viven en un mundo de fantasía, se les puede obligar y demostrar que no, pero vuelven a caer», expone. Con todo, añade: «Estos casos son extraños, es más frecuente el caso de personas que las empiezan diciendo relativamente pequeñas, pero que como ven que les da resultado, lo hacen cada vez más para obtener sus fines». 

También existe otro tipo de mentira problemática relacionada con patologías concretas, como la personalidad narcisista. «Es la que podemos ver en el caso del Pequeño Nicolás. después hay otros trastornos como puede ser el trastorno límite de la personalidad, personas que necesitan que los demás estén pendientes de ellos o que no se alejen de ellos, que les demuestren cariño constantemente». 

Martínez apunta que, aquella persona que miente de forma continua, «no tiene o posee muy pocos principios morales». «Sobre todo, no experimenta ciertas emociones que tenemos la mayoría de la gente, como la vergüenza y la compasión. Lo que llamamos emociones morales. No tienen inconveniente en utilizar a los demás para conseguir lo que quieren porque considera que son tontos y ellos pueden aprovecharse de eso». 

¿Existen trucos o formas para detectar una mentira?

No existe un sistema fiable que nos permita comprobar si una persona está mintiendo o no. Una herramienta que podría llegar a solucionar tanto problemas de nuestro día a día, como muchos más globales. «Pero sí existen técnicas o formas de entrevistar que te pueden decir con cierta probabilidad si la persona dice la verdad. Eso sí, ninguno es cien por cien fiable». 

¿Por qué resulta tan difícil? Martínez responde que por varias razones. La primera tiene que ver con nosotros mismos. «Somos malos detectando la mentira. Normalmente uno se entera de que le han engañado cuando pasa mucho tiempo, por azar o porque hay otras personas que te lo dicen y lo descubres». Y la segunda, también: «Tenemos un sesgo de credulidad, de confiar en los demás. Eso hace que muchas se puedan colar sin ningún tipo de problema».

Existe interés y por lo tanto, investigación, en llegar a herramientas precisas que detecten la mentira. «Sobre todo en el ámbito jurídico, policial, criminalístico, con investigación de laboratorio que podemos aportar los psicólogos y neurocientíficos, poco a poco se va avanzando, pero no hay un sistema que, cien por cien, confirme que está mintiendo y te lo detecte». Habrá quien tenga en mente el polígrafo, que tantas horas de televisión ha ocupado en España. «No tiene la eficacia que dicen que tiene. Hay una vulgarización de este instrumento con su uso en este tipo de programas, pero no, no es buen procedimiento». 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.