Cuando la sensación de vacío se cronifica, así es la distimia: «Veo a otra gente feliz y yo siempre estoy mal»

SALUD MENTAL

Aunque este trastorno de la salud mental comparte síntomas con la depresión, se diferencia en duración e intensidad de esta
03 jun 2025 . Actualizado a las 13:34 h.José Manuel prefiere no revelar su identidad, más allá de su nombre. Tiene 54 años y lleva doce conviviendo con una sensación de vacío constante. «Siempre me pregunto por qué me tiene que estar pasando a mí esto», dice. En todo este tiempo ha sufrido altibajos y, aunque a día de hoy dice encontrarse mejor, «sigo teniendo momentos malos en los que no me apetece ni salir de casa». Padece distimia, un trastorno del estado de ánimo cuyos síntomas se asemejan a la depresión, pero que se prolonga mucho más en el tiempo.
La primera persona que percibió que las cosas empezaban a torcerse fue su madre. «Se dio cuenta de que le contestaba mal, de malas maneras, y que no salía de casa. Incluso en el fin de semana, que era cuando tenía tiempo libre, prefería quedarme en mi habitación», cuenta. No fue la única. José Manuel trabajaba como técnico de mantenimiento en un hospital y una compañera suya también detectó las señales. «Una persona que me conocía mucho, una enfermera, vio que estaba hundido y me llevó a urgencias. El doctor me empezó a hacer las típicas preguntas y fue ahí cuando me diagnosticaron distimia».
Los síntomas de la distimia
A la hora de explicar el trastorno, José Manuel remarca que a no todos los pacientes les afecta de la misma forma: «Pero sí que, en mi caso, te encuentras como desganado, no tienes ganas de hacer nada, estás apático, cansado sin motivos y contestas a la gente mal sin darte cuenta. Una sensación de vacío que siento casi todos los días y a la que le doy muchas vueltas en mi cabeza».
Los posibles síntomas son los mismos que el cuadro depresivo; la principal diferencia se encuentra en la severidad y su duración. «En la distimia los síntomas son leves, pero mantenidos en el tiempo, mientras que en la depresión son mucho más intensos, pero no tan prolongados», indica Vanessa Fernández, doctora en Psicología, profesora de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Colegio Oficial de Psicología de Madrid. Entre ellos, la profesional enumera los sentimientos de tristeza y llanto, dificultades o alteraciones en el sueño (dormir más o menos de la cuenta), sentimientos de culpa, desesperanza, falta de ganas de hacer cosas, apatía, cambios en el peso o en el apetito porque se coma más o menos, agotamiento y anhedonia (incapacidad para disfrutar de aquellas cosas con las que antes sí se gozaba).
Altibajos
Durante todos estos años, ha sufrido muchos altibajos. «En realidad, muchos más momentos bajos que altos. Puedo estar una semana entera bien, pero sigo teniendo momentos de venirme abajo», cuenta. Sobre todo cuando se encuentra fuera de casa, José Manuel entra en una especie de bucle de pensamiento. «Veo a otra gente feliz y yo siempre estoy mal. Me pregunto por qué tengo que sentirme así, si no hago mal a nadie. No lo entiendo ni lo entenderé». Esa sensación se suele minimizar cuando llega a casa. «Estás en tu hogar y estás bien, pero siempre que estoy fuera estoy dándole vueltas a la cabeza».
En este punto, José Manuel apunta a otro factor que le impide, de cierta forma, salir de ese bucle: la incomprensión. «Se sigue pensando como en el siglo XX, que las personas que padecemos un trastorno de la salud mental somos raros. La gente incluso se aparta de mí y eso también me irrita mucho».
«Na depresión entendemos que se trata dun momento agudo e difícil, e temos que conseguir que esa persoa recupere a funcionalidade. É dicir, cando unha depresión invade unha vida, pérdense moitas cousas. Temos que, por un lado, intentar que esto non suceda, e afrontar os retos que eso implica. Recuperar e incluso reverit aquelas situacións que están de fondo», avanza Xacobe Fernández, psicólogo clínico y presidente de la sección de Psicoloxía e Saúde do Colexio Oficial de Psicólogos de Galicia (COPG).
Por lo tanto, el abordaje de la distimia se parece al de la depresión, pero «debemos facer un traballo máis de fondo, de análise do que está pasando, máis estructural. A veces a solución incluso pasaría por reestructurar a sociedade, polo que si, ten peor pronóstico», añade. Fernández considera que uno de los factores que puede llegar a cronificar la distimia es que «vivimos nunha sociedade na que unha persona non pode escapar dunha situación inxusta e o acaba pagando co seu estado de ánimo. E se esa situación non se revirte, mantense no tempo».
De esta forma, existen dos vías de tratamiento que pueden complementarse entre sí. Una de ellas es la medicación. José Manuel ha pasado por varios tipos durante todos estos años. «Os antidepresivos soen funcionar amortiguando a intensidade emocional que padecen as persoas, porque o malestra paraliza. Xa sexa un inhibidor selectivo de recaptación da serotonina ou otros, estos fármacos permiten baixar algún grao de malestar emocional para que a persoa poida funcionar. Sirven como muleta para sair dunha mala situación, pero está claro que non son a solución ao problema», explica el psicólogo.
«Primero hay que valorar si se necesita tratamiento farmacológico, lo debe indicar un psiquiatra. Esto va a depender de la severidad de los síntomas, porque hay algunos tipos de distimia que pueden pasar inadvertidos por la persona, pensando que se trata de su manera de vivir o de experimentar las emociones. Pero en estos casos, los pacientes pueden hacer su vida sin problema y lo que se requiere no es tratamiento farmacológico, sino terapéutico», asegura la doctora.
Así, la otra vía es la terapia psicológica. Y en esta, José Manuel siente bastante desamparo. «Faltan muchos profesionales de psicología y de psiquiatría. Tengo la suerte de que yo puedo acceder a uno que me cobra poco casa dos meses, pero por la Seguridad Social tengo cita cada seis; es insostenible».
Cansado de esa sensación de vacío constante, buscó soluciones para que el tiempo libre en el que le daba vueltas a pensamientos negativos, también se pudiera dedicar a tareas que le hiciesen sentir bien. Fue ahí cuando dio con Feafes (Federación de Asociaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Galicia), quienes organizan salidas de ocio para personas como José Manuel. «No quería seguir todo el día sin hacer nada y empecé a hacer cursos de diferentes cosas. Eso fue lo que me empezó a ayudar a pensar en mí y mejorar». Ahora mismo está estudiando alemán y «por lo menos esas dos horas al día, estoy más tranquilo y me sube mucho el estado de ánimo».
¿Cuáles son las diferencias entre depresión y distimia?
1. Misma sintomatología. Los síntomas de la distimia son los mismos que los de una depresión. Vanessa Fernández, doctora en Psicología, enumera los siguientes:
- Tristeza, desánimo o sensación de vacío.
- Pérdida de interés en las actividades cotidianas.
- Desesperanza.
- Dificultades o alteraciones en el sueño (dormir poco o en exceso).
- Apatía.
- Cambios en el peso o apetito.
- Anhedonia (incapacidad para disfrutar de aquellas cosas con las que antes sí se gozaba).
2. Severidad. Esos síntomas, se presentan de una forma más leve en la distimia. De hecho, aunque cada caso es diferente, muchas veces estos no afectan a la funcionalidad de la persona.
3. Duración. Sin embargo, la distimia sí se puede prolongar más en el tiempo. Para diagnosticarla se establecen dos años de síntomas en adultos y uno en niños y adolescentes.
4. Entorno. En consecuencia, el paciente puede sufrir una mayor sensación de desadaptación del entorno, puede sentirse más aislado y poco comprendido, con épocas de irritabilidad emocional.
Acompañar el dolor
En esas épocas en las que «se debe estar feliz» porque todo el mundo parece que lo está, como la Navidad, José Manuel se siente incomprendido. «Durante esas fechas estoy más deprimido todavía porque, además, sufro agorafobia (miedo intenso a estar en lugares o situaciones de las que puede resultar difícil escapar) y si hay mucha gente me encuentro todavía peor». Con todo, en su relato también hay palabras de agradecimiento para aquellas personas que lo han acompañado durante este proceso. «Mi madre siempre ha estado ahí, desde el principio».
En este punto, Rebeca Chousa, educadora social de Feafes A Coruña, confirma que un apoyo estable «que sepas que siempre va a estar ahí», actúa como factor protector. «El objetivo que nos deberíamos marcar como sociedad es saber acompañar el dolor de los demás. No tener urgencia por solucionarle los problemas al otro o dar consejos, sino apoyo. Que esa persona sepa que vamos a estar ahí». José Manuel no quiere acabar la entrevista sin subrayar la importancia de pedir ayuda. «No hacerlo siempre va a ser mucho peor, y lo digo por experiencia».