Pros y contras del verano para la salud mental en familia: «Es una gran ocasión para librarnos de nuestra función de poli malo»

L. Balado Tomé

SALUD MENTAL

El verano puede suponer grandes retos para nuestra convivencia en familia, pero también una fuente de oportunidades.
El verano puede suponer grandes retos para nuestra convivencia en familia, pero también una fuente de oportunidades. La Voz de la Salud

Pese a la oportunidad de poder relajar los horarios, la importancia de mantener cierta rutina hará que no tengamos una sensación de vacío cuando finalice el período vacacional

25 jun 2025 . Actualizado a las 17:35 h.

Llegan las vacaciones, el calor, el final del plazo para presentar la declaración de la renta y también el final de curso. Por mucho que celebremos el fin de año el 31 de diciembre, está claro que este cambio de estación supone una ruptura muchísimo más brusca en nuestras rutinas que las campanadas de Nochevieja.

El desembarco del estío es también un desembarco de sensaciones encontradas. Una bicefalia emocional donde cada evento presenta su cara y su cruz, por lo que uno no acaba de saber si todo este tiempo libre —en el mejor de los casos— que se presenta ante nosotros debe ser exclamado junto a una sonrisa o a un rictus preocupado. «¡Por fin tenemos tiempo para estar todos en familia», pero al mismo tiempo «tenemos tiempo para estar todos en familia...». Depende de cómo afrontemos esta etapa y de nuestra capacidad para anticiparnos y gestionar nuestras emociones dependerá de la aparición o no de esos puntos suspensivos que anuncian turbulencias.

El año se rompe con la irrupción del verano, pero nuestra estabilidad y salud mental debe permanecer inquebrantable. Por ello, de la mano de José Manuel Fariñas, psicólogo sanitario miembro del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG) y director del centro Harmonía Saúde e Aprendizaxe en Pontevedra, elaboramos una lista de ventajas que proporciona el verano para nuestra salud mental con el objetivo de nutrirnos de ellas; así como analizamos también sus potenciales desventajas con el objetivo de resguardarnos de probables terremotos. 

Los pros del verano para nuestra salud mental

Adiós al «poli malo». Como padres, el verano permite no estar ejecutando constantemente ese rol, dejando más tiempo para participar en actividades con ellos. Seguimos con responsabilidades, pero no tan exigentes.  

La conciliación es siempre un problema en verano. Incluso aquellos que tengan la fortuna de contar con una red familiar a su alrededor —el papel de los abuelos y abuelas suele ser fundamental durante los meses de julio y agosto—, será complicado que no se presente una ocasión durante los casi tres meses de vacaciones de los más pequeños de la casa que nos obligue a una carga de estrés por quién se queda a su cuidado. Esto es cierto, pero que los árboles no nos impidan ver el bosque. El verano nos brinda jugosas oportunidades a la hora de relacionarnos entre los distintos miembros del hogar. Y aquí aparece la primera ventaja, que identifica José Manuel Fariñas: «Uno de los pros más evidentes es que no vamos a tener que focalizar la atención constantemente hacia los estudios de nuestros hijos. Vamos a poder estar disfrutando de ese espacio libre con ellos, librándonos de ejecutar constantemente la función de 'poli malo', por así decirlo. Vamos a poder jugar con ellos, participar en actividades con ellos, algo que es muy beneficioso para el enriquecimiento de su salud mental. Y también de la nuestra». Recalca el terapeuta que, si echamos un vistazo a nuestras vidas el resto del año, nos daremos cuenta de que parece que siempre tenemos una misión que cumplir. Las vacaciones son una gran ocasión para, si no hacerlo desaparecer por completo, «al menos dejar un poco aparcado este rol de poli malo». Tampoco vamos a engañarnos. Las responsabilidades no desaparecen de un plumazo durante julio y agosto, pero es común que su exigencia baje. «Tenemos que ser más permisivos y más comprensivos con ellos».

Tregua horaria. El reloj se vuelve más laxo en vacaciones y deja de colonizar por completo nuestro ritmo de vida. La celeridad no apremia.

«Otro aspecto positivo del verano es que el reloj se vuelve más laxo», comienza a desgranar el psicólogo. «Es una buena ocasión para darnos cuenta cómo durante el año el estrés de horario invade nuestro ritmo de vida. Ahora, en verano, no lo tenemos. Es verdad que nosotros seguimos manteniendo ese estrés, porque en muchas ocasiones tenemos que seguir yendo a trabajar, tenemos que ejecutar, pero para los niños no hay esa celeridad. Ya no se ven tan afectados por ese reloj que parece que nos persigue todo el tiempo y que nos recuerda que son las ocho y que hay que levantarse. Ahora tenemos más margen de maniobra», subraya.

Es cierto que tampoco será bueno para nadie que la dictadura del reloj sea sustituida por un caos horario, pero aprovechémonos de que las manillas del reloj dejan de correr tan rápido y que nuestros hábitos no necesitan ser tan mecánicos. 

Remontada natural. El verano es una ocasión ideal para entrar en contacto con la naturaleza y realizar actividades en el exterior.

No por obvio deja de ser algo absolutamente resaltable: en junio, julio, agosto y septiembre, brilla el sol y las temperaturas invitan a estar «al fresco». La naturaleza nos muestra todas sus virtudes durante estos meses con una explosión de colores. Puente de plata para disfrutar de ella. «Es un momento inmejorable para disfrutar de actividades conjuntas, en el que podemos ir a comer fuera o ir a dar un paseo por la naturaleza», explica el psicoterapeuta. Leer un libro bajo un árbol o tomar un café en una terraza agradable puede ayudar a fabricar un espacio para nosotros mismos que favorezca el autocuidado. Libre de borrascas y de vientos que hagan volar las páginas. Y si pasa por su lado algún abejorro, bienvenido sea.

El ocio conjunto y solitario. El estío permite pasar tiempo en familia, un aspecto absolutamente clave, pero también para encontrar espacios personales que fomenten el autocuidado.

Para el profesional de la salud mental, un aspecto importante a destacar del verano es, precisamente, poder dedicar tiempo, además de a nuestra familia, a nosotros mismos. «Cómo yo me voy a sentir, se lo voy a transmitir también a mi familia», cree. Del mismo modo, Fariña tira de recuerdos propios para dar ejemplos de cómo el tiempo en familia puede revertir en un crecimiento personal para toda la vida: «Por ejemplo, yo aprovechaba el verano para aprender a cocinar con mi madre. Se acababa el verano y podía marcharme a la universidad con un menú diferente para el curso siguiente»

Los contras del invierno para nuestra salud mental

El verano no está exento de riesgos para nuestro bienestar psíquico. Sus efectos puede que no sean tan obvios como los de una quemadura solar, que nos dolerá a las pocas horas; pero también son más difíciles de identificar y sus efectos más duraderos. 

La amenaza tecnológica. El desembarco de horas libres de obligaciones puede convertir el verano en un puente de plata para que las pantallas invadan nuestro ocio. Es recomendable cierta planificación para no caer.

Límites y cierta rutina. Es verano, sí, pero la falta de unos mínimos estándares puede desbordarnos. Más cuando la tentación no es que viva arriba, es que está en nuestro bolsillo o encendiéndose con notificaciones cada pocos minutos encima de la mesa. Un verano de dolce far niente es una opción válida, siempre que sea una elección y no porque las pantallas ocupen sibilinamente un tiempo que, cuando llegue octubre, nos gustaría haber invertido en otras cosas. «Es importante procurar, en la medida de lo posible, tener unas normas en cuanto a la tecnología y a las pantallas. Se nos puede invadir ese espacio de ocio sin apenas darnos cuenta», sostiene José Manuel Fariñas, que liga esta irrupción de lo digital en nuestro ocio con el siguiente contra evidente para el verano. 

Avalancha de tiempo libre. Establecer pequeñas metas en forma de actividades hará que los días no se sucedan y te plantes en septiembre sin saber cómo.

La gestión del tiempo en verano es importante. El tiempo medio que los trabajadores españoles disponen de vacaciones en verano son doce días, es decir, entre una y dos semanas al año. A ese período llegamos, claro, «reventados» y la opción de instalarse en el sofá o la tumbona para ver la vida pasar es tentadora. Pero tengan algo presente: los días desfilan muy rápido, ¿cómo reaccionarían si el última día de sus vacaciones se topan con la sensación de que el verano se les ha escurrido entre las manos? «No se trata de matar el tiempo, sino de valorarlo. De distribuirlo de tal forma que exista cierta rutina nos permita sentirnos útiles. Que sepamos manejar horas libres, que no nos sobrepase el tiempo de ocio. A veces pasan los días y que después del lunes viene el martes, pero acabamos por no valorar ni el lunes ni el martes». El psicólogo propone fijarse metas. «Puede ser pintar una escalera u otros objetivos fácilmente materializables; no tiene porque ser muy productivo, pero sí palpable». También propone la elaboración de un diario —tanto para niños como adultos— de lo que hemos realizado a lo largo de las vacaciones que nos permita reflejar nuestra productividad. 

El FOMO. Son tiempos de festivales y fiestas. No es necesario estar en todas ellas. Recuerda que todo parece mucho más bonito en redes de lo que es.

¿Cuántas veces habremos recordado desde La Voz de la Salud que una cosa es lo que se ve en las redes sociales y otra cosa es lo que no se muestra? No todo es bonito detrás de todo esos likes que te hacen sentir que te estás perdiendo cosas. Pero es que el verano nos pone más a prueba que nunca en este aspecto. 

«Con la influencia actual de las redes en nuestra vida, parece que obligatoriamente tienes que pasar por todos los sitios desde donde la gente está publicando cosas. Eso, aparte de ser inviable, no creo que sea útil. Vemos las publicaciones de unos amigos en un festival de música y parece que es algo espectacular, pero no es más que un festival. Sí estará muy bien, puede ser muy gratificante, o puede que no. No es necesario atravesar por esto. Se puede estar perfectamente en casa haciendo otras cosas que son igual de productivas o más», opina el psicólogo.

La culpa bidireccional. Si no puedes estar con los niños, te sientes mal; si estás, te hartas. Libérate de esa culpa y transfórmala en responsabilidad.

Fariñas basa parte de su argumentación sobre tres ejes: rutina, límites y responsabilidad. Y sobre esta trinidad es común que aparezca sobrevolando la culpa. Bien porque nos toca trabajar y no tenemos tiempo para estar con nuestros hijos en el único momento del año en el que disponen de ocio; bien porque, precisamente, disponemos de demasiado tiempo con ellos. «Tenemos que seguir desempeñando la función que nos toca como progenitores. Esa culpa tiene que desaparecer y transformarse en responsabilidad. Lógicamente, tienen que entender, que como adultos, tenemos que trabajar y seguir desempeñando nuestras responsabilidades. Eso también es necesario. Claro que todos somos egoístas por naturaleza, y como niños nos gusta estar al máximo tiempo posible con nuestros padres. Pero podemos encontrar espacios para desempeñar esa función, yéndonos a media tarde con ellos al parque o dedicarles el fin de semana. Que tengan más espacios, más zonas libres que puedan compartir con nosotros. Debemos eliminar esa culpa para no estar constantemente castigándonos por el hecho de tener que trabajar», zanja el experto.