Luis Pérez, adicto recuperado y terapeuta: «Hay indicios de que una persona va a recaer bastante antes de que llegue al punto de consumir»

SALUD MENTAL

El especialista subraya que cuando aparecen las complicaciones de salud, «la adicción empieza a estar avanzada»
04 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Recuerdo mis últimos días consumiendo cocaína, tirado en la puerta del Hospital del Mar de Barcelona, a punto de morir y sintiendo, a la vez, un placer extremo. Hay cosas que son muy difíciles de explicar si no las has vivido en primera persona», comenta Luis Pérez en su nuevo libro Cadenas Invisibles (Vergara, 2025). Lo escribe como terapeuta, pero también como adicto recuperado. Formado como técnico especialista en conductas adictivas y en estudios psicoanalíticos, neurociencias y salud mental, en el 2019 fundó Zeus Centro Terapéutico, clínica que dirige y que ha recibido el Premio al Mejor Centro de Tratamiento de las Adicciones por los European Awards in Medicine.
—¿Por qué Cadenas Invisibles?
—Este libro, además de que comparte herramientas que son útiles para superar una adicción y donde describo mi experiencia, es un faro de luz para esas personas que, a veces, pueden pensar que no se puede salir de la droga. Al igual que esas familias que a veces pueden ver en mí, reflejado, hasta dónde puede llegar su hijo si se somete a un tratamiento. Es un faro de luz y de esperanza para esas personas que les cuesta más creer en la posibilidad de recuperarse vean que es alcanzable.
—Comentas que el 50% del proceso de recuperación empieza con el reconocimiento y el deseo de cambio. ¿El que es adicto no reconoce que lo es?
—La adicción es una enfermedad silenciosa, muchas veces el entorno no sabe que esa persona consume. A todos nos gusta creer, incluso al que consume, que cuando quiera lo pueda dejar. El problema es que, cuando aparece alguna situación complicada de familia, de trabajo, económica o legal, y el sujeto decide dejar de consumir, no puede. Ahí es cuando se destapa la enfermedad.
—Pero sí que está bastante presente el pensamiento «yo controlo», ¿no?
—Correcto. El «yo controlo», «lo voy a poder dejar cuando quiera», «no es para tanto». Es lo que se conoce como la fase de autoengaño.
—¿El aislamiento social suele ir de la mano de la adicción?
—Sí, porque al final lo que sucede es que el adicto, para consumir las cantidades que consume, se esconde, y se aleja de los amigos más saludables y de la familia. De lo contrario, esas relaciones son las que le estarían diciendo: «Oye, estás consumiendo demasiado, deberías dejarlo, estás actuando mal». Y para poder seguir consumiendo se tiene que esconder y aislar.
—¿Qué opinas de la palabra «drogadicto»?
—Bueno, si tú la buscas en el diccionario o en internet, drogadicto es aquel que toma drogas. Indiferentemente de si consume muchas o pocas. Se atribuye a esa persona que quiere dejar de consumir una sustancia y no puede. Es una palabra dura para el «drogadicto» y para la familia, pero define perfectamente a la persona que consume drogas.
—¿Qué síntomas puede tener una persona a raíz de la adicción?
—Intentos de suicidio, brotes psicóticos, ataques de pánico, ansiedad, angustia, insomnio...
—¿Si aparecen estos es que la adicción está muy avanzada?
—Sí, normalmente, cuando aparecen complicaciones de salud, la adicción empieza a estar avanzada.
—¿Qué consejo darías para pedir ayuda?
—La mayoría de las veces, quien primero se da cuenta de que existe un problema es la familia. En esta enfermedad, el último en enterarse de que está enfermo es el adicto. Entonces, para que la familia pueda ayudarle antes de que toque fondo, nosotros en la clínica aplicamos un modelo de intervención familiar. Lo que hacemos es darle unas pautas a la familia y, con ellas, conseguimos, sin obligarle, que el adicto pida ayuda. Esto funciona muy bien. Y el mejor consejo que puedo dar es este.
A veces la familia no sabe por dónde tirar, qué hacer, cómo ayudarle. Intentan convencer de que ingresen en un centro, a veces llegan a la confrontación, a las discusiones. La familia, al final, acaba muy frustrada porque intentan ayudarle y no pueden. Tener esa guía de cómo actuar con el adicto, qué pautas poner, de qué manera me tengo que comportar con él, qué le tengo que decir y en qué momento, es una herramienta que está funcionando muy bien.
—Remarca que no basta con dejar de consumir, ¿qué se necesita?
—Para dejar una adicción, lo primero es conocer cómo, por y para qué utilizo esa sustancia. Ir a la raíz del problema. Y en segundo lugar, entender que a nivel bioquímico el cerebro funciona de una forma y que las sustancias hackean ese sistema, consiguiendo que el adicto crea que las drogas son necesarias para sobrevivir y, por lo tanto, haga todo lo posible por conseguirlas. Hay que entender cómo funciona el cerebro de un adicto para que no caiga en las trampas psicológicas que a veces estos encuentran a lo largo del proceso de recuperación.
—¿Importa la cantidad que se consume o la frecuencia?
—No tiene tanta importancia la cantidad o frecuencia, sino la personalidad.
—¿Es posible saber cuándo va a recaer un adicto?
—Es identificable. Por el comportamiento, por la actitud. Deja de seguir pautas. Deja de hacer actividades que le van bien durante el tratamiento. Existen indicios de que una persona va a recaer bastante antes de que llegue al punto de consumir.
—¿Considera las recaídas como un fracaso?
—Considero que una recaída puede venir porque el tratamiento no es el adecuado para esa persona o porque no lo está siguiendo. Por lo tanto, no tendría que ser lo normal. Pero si el adicto ha recaído, por lo menos que aprenda del error y no vuelva a tropezar en la misma piedra que ha caído antes.
—También afirma que la adicción es una enfermedad inteligente, ¿por qué?
—La adicción es una enfermedad que muchas veces nos va a hacer creer cosas que no son, para predisponernos a estados emocionales en los que no nos vamos a poder controlar y, por lo tanto, vamos a acabar cogiéndonos otra vez a esa muleta que hemos utilizado durante muchos años para gestionar las emociones, que en este caso es la adicción.
—¿Se podría hablar de curación?
—Mala palabra para el adicto. Estar curado para un adicto significaría que puedo volver a consumir controlando el consumo. Algo que es imposible. Por eso no se atribuye la palabra curado a los términos de la drogadicción.
—¿Cuál sería la palabra correcta?
—Recuperación.
—¿Y cuándo se podría decir que una persona está en recuperación?
—No depende tanto del consumo, sino de la manera de vivir. Pero podríamos darle a alguien una alta terapéutica del tratamiento entre los 3 y los 5 años.
—También asegura que no llega con voluntad, ¿qué más se necesita?
—El adicto suele llegar a la clínica por una situación que no puede sostener fuera. Por una orden judicial, porque su pareja le ha puesto el límite de que si no se ingresa se va a divorciar de él, porque la familia lo obliga, etcétera. Muchas veces, la motivación para venir al centro es un dolor. Algo que ha sucedido. Ellos creen que muchas veces por dejar de consumir un mes ya se han recuperado y esto se ha quedado aquí, pero el tratamiento va mucho más allá. Cuando están en él, se dan cuenta que no es solo lo que ha pasado y dejar de consumir, sino que hay que cambiar de manera de ser para poder mantener esta abstinencia. Una vida que gira en torno al deporte, en torno a personas sanas, a cuidarse, a animarse, a priorizarse.
—En el libro también explica su experiencia propia de consumo, como adicto recuperado. ¿Qué importancia tiene en el proceso tener referentes que demuestren que sí que se puede?
—En esta enfermedad tiene una relevancia importante porque el adicto no cree que se pueda recuperar. El adicto es aquel que vive de rodillas sin saber que se puede vivir de pie. Recuerdo la primera vez que estuve en un grupo de terapia y conocí a un terapeuta que era adicto rehabilitado. Iba con un reloj, bien vestido, elegante. Nos contaba que se iba de vacaciones con su mujer y su familia. Y fue la primera vez que se despertó en mí la posibilidad de que podía recuperarme y estar sentado en aquella silla como terapeuta. Esto me marcó para siempre. Nunca lo olvidaré. Porque fue esa persona que despertó en mí la fe. Se puede ser feliz sin consumir drogas. Por eso, Cadenas Invisibles, más que una herramienta de cómo superar las adicciones, que también, es un faro de luz. Es un salvavidas para esas personas que creen que no pueden mejorar, que han tenido recaídas, que crean que para ellos es muy difícil, que lo vean algo muy duro, que no se puede. De que si alguien ha podido, quizás ellos también.