Rocío Núñez, embrióloga: «No estoy de acuerdo con que si tienes 32 años y no tienes pareja tengas que congelar tus óvulos»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

Rocío Núñez en A Coruña.
Rocío Núñez en A Coruña. EDUARDO PEREZ

La especialista en reproducción asistida presentó en A Coruña las cifras de un estudio de los datos a nivel nacional que muestran un aumento importante de los nacimientos por fecundación in vitro en los últimos 12 años

04 jun 2024 . Actualizado a las 12:32 h.

La paternidad y, sobre todo, la meternidad está cambiando. Ya sea por circunstancias económicas o laborales, o por las prioridades que la sociedad actual impone a las personas en los primeros años de la vida adulta, la decisión de tener el primer hijo y su consecuente gestación se han ido postergando notoriamente en las últimas décadas. Estos datos se replican en casi todas las sociedades occidentales. El deseo de ser madres y padres llega cada vez más adelante y, para cuando aparece, en muchos casos, la biología ha reducido significativamente nuestra ventana de oportunidad para lograrlo. En este contexto, las técnicas de reproducción asistida adquieren cada vez una mayor relevancia y los avances en este campo están a la orden del día.

Para poner en perspectiva este panorama, la doctora en Biología y experta en Reproducción Asistida y Bioética Rocío Núñez Calonge ha realizado un estudio a partir de los datos del Registro Nacional de Reproducción Asistida de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), que incluye 563.000 tratamientos de fecundación in vitro (FIV). En el marco del 34º Congreso Nacional de la SEF, celebrado en A Coruña hace unos días, la experta presentó los resultados de esta investigación y analizó la situación actual de España en una conversación con La Voz de la Salud.

—¿Cuáles han sido los principales hallazgos de su estudio?

—Los datos del estudio están sacados del registro nacional. Es obligatorio para todos los centros mandar los resultados todos los años y con eso se elabora el registro. Hemos hecho un estudio de 12 años, desde el 2009 hasta el 2021, que son los últimos datos publicados. Cuando hacemos fecundación in vitro, se generan una serie de embriones, se transfiere uno y el resto se congelan. Pensamos que lo que hay que considerar no es solamente los que se transfieren, sino los que han quedado y más adelante se han puesto. Lo que hemos visto es que la cantidad de nacimientos ha aumentado exponencialmente si consideramos esa tasa. Con lo cual, la vitrificación, que es la técnica de congelación de embriones, aumenta muchísimo la tasa de embarazos.

—¿Con los embriones congelados aumenta la posibilidad de tener un bebé?

—Esa tasa ha ido aumentando progresivamente con los años, de manera que hoy, es superior a la tasa de embarazos en fresco. Entonces, esa técnica ha mejorado incluso llegando a dar mejores resultados que el primer intento.

—¿Cómo han mejorado esas tasas?

—Hay que considerar dos aspectos. Primero, la técnica de congelación de embriones ha mejorado tanto que ha hecho que los embriones que se congelan sean tan buenos como los iniciales. Y en segundo lugar, ¿por qué es mejor congelarlos que usarlos inicialmente? Porque, cuando se hace un tratamiento de fecundación in vitro, se hace inducción de ovulación y las hormonas suben mucho, porque se generan muchos óvulos, y eso es contraproducente para el endometrio, que es donde se va a gestar el embrión. Mientras que, cuando se transfiere un embrión congelado, se hace en un ciclo natural, como un embarazo natural, y eso es beneficioso para la implantación.

—¿Cuántos embriones se pueden obtener en un proceso de fecundación in vitro?

—Eso es muy variable. Hay pacientes que tienen baja respuesta, menos de cuatro o cinco ovocitos, hay otras que tienen muchos. El número ideal de ovocitos recogidos en una intervención está entre ocho y diez. Desde ahí, podemos conseguir seis o siete embriones y, si vamos a transferir uno, aunque solo congelemos los que son de buena calidad, podemos obtener tres o cuatro más.

—¿Cuántos tratamientos se están realizando al año en España?

—Ahora mismo, la fecundación in vitro se ha mantenido, no ha subido. Son unos 125.000 ciclos anuales. Lo que ha aumentado mucho, sin embargo, es un tratamiento que se llama diagnóstico genético preimplantacional, que consiste en sacar unas células del embrión para ver si es cromosómicamente normal y hacer solamente la transferencia de lesos.

—¿Cómo se compara España con otros países?

—España es el país de Europa que más ciclos está haciendo de donación de ovocitos. Cuando la paciente tiene pocos óvulos o lleva varios tratamientos y no se ha embarazado, o bien tiene una edad en la que la respuesta es mala, se utiliza una donante de óvulos. Están viniendo muchas pacientes de otros países de Europa a hacerse estos tratamientos a España. Y hay muchas clínicas que trabajan casi exclusivamente con pacientes extranjeras, de Inglaterra, de Italia, de Alemania o Países Bajos. Ya sea por leyes más restrictivas en otros países o por otras razones personales. Entonces, esa es la técnica que más se está haciendo. Y en fecundación in vitro, el número es bastante alto con respecto a otros países.

—¿Qué avances han tenido las técnicas de reproducción asistida?

—Ha habido varios avances en los últimos años. Por ejemplo, se están utilizando unos incubadores para supervisar el desarrollo del embrión día a día sin sacar la placa de cultivo, como se hacía antes. Así se evitan los cambios de temperatura que no son buenos para los embriones. Estos incubadores se llaman Timelapse porque van tomando fotografías cada cierto tiempo de los embriones. Eso es bueno para el desarrollo embrionario. Otra serie de técnicas novedosas que están cambiando el panorama son las técnicas genéticas avanzadas para estudiar cómo es el embrión cromosómicamente.

—¿De qué depende el éxito de un tratamiento de reproducción asistida?

—Hay muchos factores que influyen en eso. Pero al final, los más importantes son el factor femenino, es decir, la calidad ovocitaria, la calidad del espermatozoide, y los medios de cultivo del laboratorio en el que se realiza la técnica. Lo que hay que hacer para garantizar las mayores probabilidades de embarazo es intentar individualizar cada caso en función del diagnóstico que tenga esa pareja o esa mujer. No hay tratamientos universales que sean iguales para todo el mundo. Hay que estudiar la causa de esa esterilidad y en función de esa causa dar el tratamiento adecuado. Después, mi opinión es que en la clínica hay que trabajar todos los días de la semana, porque la mujer tiene la ovulación el día que la tiene y cuando cae hay que estar allí, sea sábado, domingo o día de fiesta. Ahora, muchas clínicas hacen tratamientos adaptados para que la ovulación no caiga en fin de semana, se adelante o se retrase. Desde mi punto de vista, eso no es bueno y empeora los resultados. Tenemos que pensar en los pacientes, no en nosotros.

—Desde el punto de vista del paciente, ¿qué factores influyen?

—El estilo de vida influye y en los extremos es cuando más claro está. El índice de masa corporal, el sobrepeso y la obesidad en la mujer influyen no solo para conseguir el embarazo, sino para que este sea de mayor riesgo. El tabaco, el alcohol también influyen. Pero siempre ha habido pacientes que tienen un estilo de vida poco saludable.

Recientemente publicamos el testimonio de una mujer de 33 años que se realizó un test de reserva ovárica. ¿Recomendaría de manera general hacerse esta prueba en ese rango de edad?

—En este aspecto soy bastante crítica. No me parece nada mal que las mujeres se hagan un test de reserva ovárica, porque es muy sencillo, es un análisis dentro de una analítica que se hagan y esto les puede dar una idea de cómo les puede ir en el futuro. Pero eso no debe condicionarlas. Porque creo que hay una presión exagerada sobre el tema de la maternidad en la mujer. No estoy de acuerdo con que si tienes 32 años y no tienes pareja tengas que congelar tus óvulos para el futuro. Hay que pensárselo un poco e informarse muy bien de las posibilidades de éxito. Hay varios estudios sobre ese tema y de las mujeres que congelan los óvulos, se ha visto que no llegan al 20 % las que después vuelven a hacerse un tratamiento para quedarse embarazadas y usarlos. Y otro problema es que lo que hacemos con esto es envejecer a las madres. Al final, estamos contribuyendo a una población de madres mayores. Entonces, hay que individualizar, hay que ver en cada caso si congelar es recomendable o no, si esa mujer realmente va a querer ser madre y entender que la maternidad está muy bien pero no es lo único que hay en el mundo.

—¿Qué investigaciones se están desarrollando en el campo de la reproducción asistida?

—Hay dos vías que a mí me parecen interesantes. Una es la del diagnóstico genético preimplantacional no invasivo. Ahora, de rutina, lo que se hace es coger unas células del embrión, analizarlas y ver cuál de ellos es cromosómicamente normal, pero eso es invasivo para el embrión. Entonces, lo que se está estudiando es analizar la huella de ADN que el embrión deja en el medio de cultivo, para saber si ese embrión va a tener alguna alteración cromosómica. Esto tiene que mejorar, porque no es tan preciso como la otra técnica, pero en un futuro creo que los resultados se van a igualar y de esa manera podremos elegir el embrión con más capacidad de implantarse. Y por otro lado, tenemos avances en la inteligencia artificial para elegir embriones.

—¿Qué consejo le daría a las parejas que están intentando concebir y no lo logran? ¿En qué momento se debería acudir a consulta?

—Si después de un año de relaciones sexuales no protegidas no se quedan embarazados, tienen que acudir a un especialista en un centro de reproducción asistida. Y les diría que se armen de paciencia y buen humor. Es un camino largo y, muchas veces, desesperante, y hay que saber ponerse un límite. Es importante que ellos sepan hasta dónde quieren llegar, cuántos intentos pueden hacer. 

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.