Chema González de Echávarri, neurólogo: «Cuanto mayor es la gente, más prevalencia de enfermedad neurodegenerativa»
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VIDA SALUDABLE

El especialista es un conocido divulgador en redes sociales, en las que explica la importancia de los buenos hábitos en la prevención
24 feb 2025 . Actualizado a las 12:38 h.Chema González de Echávarri, neurólogo en la Fundación Pasqual Maragall, se percató de que repetía una y otra vez la importancia de los hábitos de vida para el cerebro a sus pacientes. «Aunque se personalizasen —dice— siempre eran los mismos, porque son pautas globales de nutrición, de ejercicio, de descanso o de estrés». Por ello, se animó a abrirse un perfil en redes sociales. Primero, lo hizo en Instagram, después en Tiktok, donde fue un bum. En ambas es conocido como Neuroprevención.
—¿Cree que la gente conoce lo suficiente la importancia de los hábitos de vida en el cerebro? Tenemos muy claros los del corazón, por ejemplo.
—Hay muchísima menos consciencia. De hecho, todos los factores de riesgo cardiovascular son factores de riesgo cerebrovascular, pero el nombre se lo ha dado el corazón, no el cerebro, y es otro órgano diana con lo mismo. Es decir, el mismo daño puede ocurrir y ocurre en el cerebro. También es verdad que no hay que entender el cuerpo humano como un conjunto de trozos de órganos, como un puzle, sino que al final unas cosas tiran de la otra y la salud se debe ver desde un punto de vista más holístico. Pero hay una cosa que sucede con el cerebro, que no pasa con otros órganos y es que involucra la salud mental. Y así como entendemos que nuestro cuerpo tiene límites, yo no puedo levantar una piedra de mil kilos y nadie lo discutirá, parece que nuestra mente da infinito. Podemos trabajar, dedicarnos al máximo y descuidarla como si siempre pudiese dar de sí. Pasa muchas veces con las personas que son cuidadoras de otros, que creen que pueden ser cuidadores infinitos y que pueden llevar toda la carga si se lo proponen. No es así. El cerebro es absolutamente dependiente de los estilos de vida, así como lo es la salud mental y cerebral en general. También con otras cosas como la genética, que no la puedes cambiar o con la edad. Sin embargo, cómo vayas a envejecer está totalmente relacionado con cómo te portes, cómo vivas y cómo te cuides.
—Ahora tenemos una vida muy longeva. La neurodegeneración es favorable a la edad. ¿Podríamos pensar que es algo que vaya a suceder, sí o sí, con el paso del tiempo?
—Sí o sí es algo difícil de decir. Como no hay gente que ha vivido 150 años, es complicado de contestar. Y en medicina, utilizar las palabras siempre o nunca no suele ser verdad. Pero lo que sí que podemos decir es que las enfermedades neurodegenerativas son más frecuentes conforme más mayor te haces. Si hacemos un corte poblacional, la gente de 60 años, de 70, de 75, de 80, observas que cuanto más mayores son, más prevalencia de enfermedad neurodegenerativa. Cuanto más mayor, más enfermedad hay. Y va subiendo a los 90, a los 95. Lo que pasa es que hay un momento dado que sucede una cosa muy curiosa. Y es que cuando empiezas a hacer estudios en gente que tiene 95, 100, 105, 110, te das cuenta de que esas personas ya no pertenecen al resto de los mortales. Son gente hiper seleccionada genéticamente, con una genética extraordinaria. Por eso, a veces se ven casos de personas que están genéticamente protegidas y que tienen una resistencia brutal a la neurodegeneración, una resiliencia cognitiva muy grande. Se pueden ver fenómenos que pueden parecer contradictorios, pero en general, conforme más mayor te haces, más probable es que aparezcan fenómenos neurodegenerativos. Y es probable que si viviésemos lo suficiente, la fórmula de la inmortalidad, ese porcentaje estaría muy cerca del cien por ciento.
—Al igual que hay una mutación genética que eleva el riesgo de padecer alzhéimer, ¿existe una mutación que proteja de ello?
—Sí. De hecho, una cosa en la que no nos solemos fijar, pero es importante, es que muchos genes o muchas mutaciones son un factor de riesgo y son un factor protector. A veces dan riesgo de algo y disminuyen el riesgo de otra cosa. Eso es bastante curioso porque muchos genes tienen una especie de doble cara. Por ejemplo, hablando del Alzheimer en concreto, a veces depende de la variante del gen. Por ejemplo, del gen APOE, la variante 4, el APOE4 aumenta el riesgo de padecer Alzheimer. El APOE3, que es el que casi todo el mundo tiene, supone un riesgo estándar. Y el APOE2 es protector. Todo el mundo tiene dos copias del gen APOE, una de su padre y otra de su padre, y aquí puede haber muchas combinaciones. APOE4 y APOE4, APOE4 y APOE3, APOE4 y APOE2, lo que sea. Así, cuantas más copias del 4, más riesgo; cuantas más del 2, menos. Existen genes protectores para todo.
—¿Qué porcentaje de las enfermedades neurodegenerativas se podrían evitar con hábitos de vida saludable?, ¿con prevención?
—Hay un paper que se publicó hace muy poco, el cual concluía que hasta un 45 % de la demencia podría ser prevenible con estilos de vida saludable y con factores modificables. Es una comisión de la revista The Lancet, que ilustra con una figura el porcentaje atribuible a cada factor según la etapa de la vida: el riesgo del inicio, de mediana edad y de edad avanzada. Es muy interesante, porque nos dice cosas como que hay un 2 % que está atribuido a la diabetes, un 2 % atribuido a fumar, un 2 % a la hipertensión, un 7 % por tener el colesterol LDL elevado. Así, si vas juntando uno a uno, acabas viendo que un 45 % de la demencia es potencialmente modificable. Eso es muchísimo.
—Repasemos cada factor evitable. El primero, ¿qué efecto tiene la alimentación?
—Hay varios pilares de la salud cerebral. Quizás, uno de los más conocidos sea la alimentación saludable. Nuestro cuerpo necesita un buen equilibrio de macronutrientes de hidratos de carbono, grasas y proteínas que, al final, son parte fundamental tanto de la estructura como de la función de los distintos órganos. Y luego los micronutrientes, como las vitaminas y minerales, que muchas veces catalizan reacciones que sin ellas sería imposible y que, además, sus déficits o excesos pueden provocar enfermedad. Por eso, una nutrición equilibrada, balanceada, como el patrón de dieta mediterránea, es beneficiosa. Esta propone el aceite de oliva virgen extra como principal grasa para la cocina; es rica en fruta, verduras, hortalizas, legumbres; y prioriza carnes blancas sobre las rojas. También hay que consumir pescado, sobre todo, pescado azul con el omega 3, así como frutos secos. Por supuesto, se deben evitar los ultraprocesados, en especial, los azúcares refinados. Todo esto tiene un impacto en nuestro cuerpo, no solo en el cerebro, que es espectacular a nivel de inmunomodulación, prevención de la aterosclerosis y el riesgo cardiovascular, de la neurodegeneración, mejora de salud mental y cáncer. En todo prácticamente.
—¿Y el ejercicio físico?
—Sucede una cosa muy parecida. El cuerpo humano está hecho para moverse, no para quedarse quieto y el sedentarismo es extremadamente tóxico. Algo que hemos aprendido en los últimos años es que el músculo no es un tejido tonto que se dedica a contraerse y a mover los huesos, sino que es un tejido endocrino, que secreta citoquinas y factores antienvejecimiento, que ayudan al control metabólico o mejoran la salud mental a través de las endorfinas. Hay un montón de sustancias que se generan por el ejercicio físico y que contribuyen a la salud. El ejercicio previene el cáncer, mejora la salud cardiovascular, disminuye el riesgo de problemas de salud mental o de enfermedades neurodegenerativas. Estos dos pilares los entiende la gente, pero hay otras cosas que, a veces, están más descuidadas.
—¿Cómo que?
—La gente presta menos atención a la salud mental, y el hecho de cuidarla, en el contexto de salud cerebral, tiene una relevancia todavía mayor. Cuando se cronifican o cuando no se tratan bien las patologías ansioso-depresivas suponen un mayor riesgo de enfermedad neurodegenerativa en el futuro.
—¿A través de qué mecanismo?
—Sabemos que, en la depresión, hay una relación con el estado proinflamatorio crónico debido al aumento del cortisol. Eso genera una especie de daño microtóxico acumulativo que cuanto más tiempo se sostenga, peor salud global. Hay más riesgo de enfermedad cardiovascular o de neurodegeneración. No entendemos muy bien esta relación. Sabemos cosas, pero todavía quedan muchas por aprender acerca de ese diálogo que hay entre el cerebro y el resto del cuerpo. También con la microbiota, por ejemplo. Es algo que es bastante difícil de estudiar. Aunque creo que, ahora que llega la era del data science y de la inteligencia artificial, seguramente creceremos mucho. Cuidar la salud mental es algo muy importante para el cerebro porque no son divisibles la mente y el cerebro. Esto es algo que todavía no entendemos bien, y creo que nunca lo haremos. Pese a que en la actualidad sepamos que cuidar nuestra salud mental mejorará nuestra funcionalidad cerebral y viceversa.
—Siguiente hábito, sueño y descanso. ¿Qué peso tiene?
—Son fundamentales, y también se les presta muy poca atención, pero el cerebro necesita dormir y es una de sus funciones básicas. No es como si apagaras los plomos de la casa y quitaras las luces del día, es una función del cerebro. Permanece activo de una forma diferente al estado de vigilia, promueve una homeostasis, limpia proteínas, rehace vesículas sinápticas y otras muchas sinapsis nuevas para fijar la memoria, procesos de aprendizaje y un montón de cosas. Por eso descuidar el sueño lleva a más riesgos de patología neurodegenerativa y problemas de salud mental. Esto es muy robusto y hace referencia a que si tú no permites estas tareas, el cerebro empieza a fallar. Dormir mal da problemas de atención, de concentración o de memoria. También es importante el descanso, que no solo implica dormir, sino desconectar de la vorágine de la vida a la que estamos acostumbrados, de todos los estímulos rápidos, de la exigencia del trabajo. Es decir, tener tiempo para parar la cabeza. Hay gente que le gusta ir al campo, hay gente que le gusta hacer mindfulness, hay gente que le gusta escuchar música, hay gente que le gusta pintar cuadros. Me da igual. La cosa es tener aficiones y actividades que intelectualmente sean interesantes y te hagan descansar, que te hagan disfrutar, y que te permitan evadirte un poco de las preocupaciones del día a día, favoreciendo un reposo mental. Yo sé que vamos pillados y se valora la eficiencia en la producción, pero esto es fundamental.
—Antes mencionaba el impacto de los factores de riesgo cardiovascular.
—Sí, porque también son factores de riesgo cerebrovascular. La tensión, el colesterol, el azúcar y la diabetes, la obesidad y el sedentarismo, que sabemos que dañan el corazón, también dañan la microcirculación cerebral. Cuantas más lesiones se acumulen por estas pequeñas faltas de riego que se producen porque las arterias y la microcirculación cerebral se dañan, más micro lesiones se hacen. Al principio no se nota, pero con el tiempo puede generar un deterioro cognitivo por causa vascular. Al final, es una falta de riego crónica y es una de las causas de demencia. Es más, no es lo mismo tener alzhéimer a secas que tenerlo y además un cerebro lleno de lesiones vasculares. Esto va a ser mucho peor. Lo juntes con lo que lo juntes, el daño vascular siempre va a empeorar cualquier situación. Por eso, cuidar los factores de riesgo cardiovascular es fundamental.
—¿Qué daño provoca el tabaco?
—Hay que evitar los tóxicos. El alcohol y el tabaco son los más extendidos, su daño es multiorgánico porque son tóxicos celulares. Es decir, hacen daño por todas partes, pero hay una cosa que sucede en el cerebro. Las neuronas son unas células muy especiales porque tienen una actividad metabólica muy alta. De hecho, cuando haces un PET de glucosa, el cerebro es el órgano que más brilla del cuerpo porque, por las neuronas, consume una cantidad de energía brutal. De hecho, el cerebro consume un 20 % de la energía de todo el cuerpo. Las neuronas van metabólicamente muy estresadas. Es más, tienen a la glía, que son estas células de soporte, para cuidarlas y pasarles lo que necesitan a nivel energético, porque sin ellas no podrían mantener esa especie de tarea tan exigente. Son sus cuidadoras. Y a la par que las neuronas son muy mimadas, también son muy sensibles. Necesitan que todo esté bien, cualquier alteración del medio les hará fallar. Precisamente, al ser células tan sensibles, lo son también a todos los tóxicos, que les hacen mucho daño. Se suma el hecho de que hay muy poca neurogénesis, las neuronas se regeneran muy poquito. Hay muy poco recambio, así que a neuronas perdidas, neuronas que no se reponen en la mayor parte del cerebro.
—Entiendo que otros tóxicos no se quedan atrás en este perjuicio.
—No. Digo alcohol y tabaco porque son los más extendidos, pero son todas. Por ejemplo, la cocaína tiene un efecto tóxico directo tanto en las neuronas como en los vasos sanguíneos, y provoca muchísimos problemas de ictus y de hemorragia cerebral. Pero al final cualquier droga modifica la neurotransmisión cerebral de forma brusca. Y luego están otros tóxicos, como los medioambientales. La contaminación es mala para el cerebro. Vivir en un sitio de alta polución aumenta el riesgo de tener alzhéimer.
—¿Qué lo protege?
—Parece que el cerebro se beneficia muchísimo de la actividad que es cognitivamente y socialmente estimulante. La actividad cognitiva y la actividad social es un factor protector en el cerebro. Por ejemplo, sabemos que la gente de más nivel educativo tiene menos riesgo de deterioro cognitivo y de enfermedad neurodegenerativa, porque son personas que, en general, usan más el cerebro en tareas cognitivas. Aunque alguien no tenga una carrera o unos estudios superiores, si se ha mantenido curioso, activo, lector, aprendiendo toda su vida, obtendrá una mejora de la reserva cognitiva. Y luego la actividad social, que es algo muy complejo del ser humano, pero que requiere utilizar el lenguaje, utilizar la empatía, intercambiar opiniones, reaccionar a las ideas de los otros y generar nuevo contenido. Es decir, eso es una actividad cognitivamente muy rica.
—¿Hay que aprender idiomas?
—Ser bilingüe activo y utilizar un 50 % del tiempo un idioma, y el 50 %, otro, e ir cambiando de idioma es una tarea cognitiva muy rica para proteger del deterioro. Y aunque esto sirve, cuantas más aficiones, mejor. Como puede ser pintar, escuchar música, leer o aprender sobre cosas nuevas.