No subestimes los riesgos del sol: «Induce mutaciones que favorecen el desarrollo de cáncer»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Varias personas aprovecharon para tomar el sol en la playa de Cabanas, pese a que está prohibido
Varias personas aprovecharon para tomar el sol en la playa de Cabanas, pese a que está prohibido César Toimil

Te explicamos los diferentes tipos de radiación y todos el impacto en la salud que provoca una sobreexposición a esta

11 jun 2025 . Actualizado a las 13:22 h.

Hubo un tiempo en el que los españoles no nos protegíamos lo suficiente del sol. Así lo recuerda Cristina Ciudad, miembro de la Academia Española de Dermatología (AEDV). «Antes del 2000 era más raro el uso de fotoprotectores». Pero el daño solar es acumulativo y es ahora cuando, según la especialista, empezamos a ver las consecuencias. «Somos un país rodeado de costa, con planes de ocio relacionados con el sol. Además de toda la gente que ha trabajado expuesta sin protegerse. Sumando todos estos factores, a día de hoy estamos presenciando un aumento de la incidencia del cáncer de piel», amplía.

Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), el melanoma es uno de los tumores malignos cuya incidencia ha aumentado más rápidamente en los últimos años. Durante este 2025, en España se estiman un total de 4.336 casos nuevos en varones y 5.072 en mujeres; un incremento significativo con respecto a años previos. Con todo, remarcan que estos datos infraestiman la situación real de la patología porque muchos casos de buen pronóstico no se incluyen en los registros académicos oficiales. Así, el melanoma es el tumor menos habitual relacionado con la piel, pero el más conocido y que más preocupación genera por su carácter agresivo. Pero ¿cómo es la radiación solar para que nos produzca este daño?

El sol y sus daños en la piel

Las radiaciones solares son emisiones de energía en forma de ondas electromagnéticas. Incluyen la luz visible, la infrarroja, la ultravioleta y otros tipos con distintas longitud de onda. La primera es aquella que podemos ver con nuestros propios ojos, responsable de la percepción de colores. La rayos infrarrojos son los que emiten calor, responsables de nuestra sensación térmica.

«Los ultravioletas (UV), como su nombre nos indica, son aquellos que están dentro del espectro electromagnético más allá del violeta, que es el último color que el ojo humano es capaz de percibir», avanza Juana Gallar, catedrática de Fisiología en la Universidad Miguel Hernández y directora del Instituto de Neurociencias. Dentro de esta, existen tres grandes tipos: A, B y C. «Designan tres rangos de las longitudes de onda que se encuentran más allá del violeta y, por suerte para nosotros, los C no suelen llegar a nosotros gracias a la capa de ozono que protege a la Tierra, que los filtra», añade Gallar.

Los rayos UVA son los que más cerca están del violeta y «por decirlo de una manera resumida, los menos dañinos de todos», indica la catedrática. Pero menos agresividad no es sinónimo de inocuo. «Son los que inducen más daño en el colágeno, la dermis, porque penetran de una forma más profunda; se relacionan con el fotoenvejecimiento», asegura la dermatóloga. Signos como arrugas, manchas oscuras y lentigos, son algunos ejemplos de la acción de estos en nuestra piel.

«En cambio los rayos UVB sí son un poco más dañinos porque se encuentran más lejos del espectro visible y serían los más energéticos. Son los responsables de que nos quememos cuando estamos muy expuestos al sol, sin protección», alerta Gallar. Aunque son más cortos que los UVA, estos atraviesan las capas superiores de la epidermis y la broncean con rapidez. También son los que propician que se vaya acumulando el daño en los núcleos de las células de nuestra piel, incluyendo modificación del ADN, y que envejezca antes o incluso se acabe desarrollando cáncer. «Inducen mutaciones y es lo que favorece carcinogénesis», expresa la dermatóloga. Así, aunque ambos tipos de rayos UV pueden aumentar el riesgo de cáncer de piel, el melanoma está más asociado con los rayos de tipo UVB.

Cinco consejos para cuidarnos ante el sol

1.  Evita exponerte en las horas clave y utiliza medidas de protección física. Los expertos recomiendan utilizar ropa de trama tupida, no elásticos. Preferiblemente algodón y de color oscuro. Al igual que optar por otro tipo de complementos que actúen de barrera, como gorras, sombreros, pañuelos. Y sobre todo, hacer uso de la sombra y evitar exponerse en las horas centrales del día. 

2. Utiliza gafas de sol. A la hora de comprarlas, Juana Gallar recomienda recurrir a una óptica: «No digo que no existan otros sitios donde tengan gafas que cumplan los requisitos de calidad, pero en estos momentos en nuestro país es la mejor manera de asegurarnos de que esto sucede».

3. No te olvides de aplicar (y reaplicar) la crema solar. «Debe ser FPS 30 mínimo. Ese ya protege bastante. Pero si puedes elegir un 50, genial», comenta Cristina Ciudad. Además, recomienda la importancia de reaplicarlo cada dos horas si vamos a estar muy expuestos al sol. También si realizamos deporte o nadamos y nos secamos con la toalla, porque este se va perdiendo. No olvidarse de zonas como labios, orejas y cuero cabelludo.

4. Cuidado con los días nublados. Aparece un día más fresco o nublado y, como no tenemos sensación térmica de calor, creemos que no existe tanta radiación ultravioleta, pero no es cierto. Las nubes solo bloquean la inflarroja, los efectos caloríficos del sol. Y el problema de esa falsa seguridad es que no nos protegemos. 

5. Hidratación. Es fundamental hidratarse por dentro bebiendo suficiente agua mientras estamos expuestos al sol, pero también cuidar nuestra piel aplicando crema después de la exposición, para prevenir esa sensación de sequedad y tirantez.

Los otros efectos en nuestro cuerpo

Aunque los efectos más conocidos son los relacionados con la piel, los rayos UV también dañan nuestra vista. La mayoría son filtrados por la córnea, «pero los UVB son los únicos que pueden atravesar varias capas y si no tenemos suficiente protección acaba lesionando la retina, la capa visible, donde están los conos receptores de nuestros ojos», comenta Gallar. «Por suerte, algunos de los tejidos hacen de filtro, pero siempre se escapa algo, por eso es importante protegernos con gafas de sol», amplía.

Estas últimas son necesarias incluso en esos momentos en los que Lorenzo no nos frunce el ceño. «Los días nublados engañan mucho, porque al haber poca luz visible, pensamos que las radiaciones del sol están igual de reducidas; no es cierto», alerta la catedrática. Los rayos ultravioleta se filtran por las nubes. «No es que existan menos en esas circunstancias y, por lo tanto, lo suyo es llevar gafas cada vez que uno esté expuesto al exterior durante una serie de horas», recomienda la experta.

La situación se complica más cuando hay nieve. «Los rayos se reflejan en ella y de ahí van a nuestros ojos. Es un gravísimo peligro de sobreexposición a la radiación ultravioleta». Según sus palabras, la córnea se queda tanta luz de este tipo que se inflama y provoca una queratitis actínica. Además, las lesiones son acumulativas, aumentan con la exposición. «El sistema neuronal que tenemos en nuestra retina tiene una nula capacidad de regeneración. De manera que si alguna de estas células decide poner en marcha apoptosis (muerte programada) y las perdemos, no existe posibilidad de reemplazar por otras que cumplan su función. Y poco a poco vamos perdiendo capacidad visual», concluye Gallar.

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.