Mitos y verdades sobre el punto G: «He visto a muchas mujeres obsesionadas con encontrarlo»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

El llamando punto G es en realidad una zona de la parte anterior de la vagina.
El llamando punto G es en realidad una zona de la parte anterior de la vagina. iStock

Las expertas señalan que no se trata de un punto, como es el caso del clítoris, sino más bien de un área

28 sep 2025 . Actualizado a las 11:11 h.

Desde que se lanzaron al mercado, hace una década, los primeros juguetes sexuales succionadores de clítoris, este órgano y su estimulación se han vuelto el foco de toda conversación acerca del placer de las mujeres. Se trata, después de todo, de una zona con miles de terminaciones nerviosas y que, hasta donde se sabe a día de hoy, tiene como única función anatómica el placer sexual.

Pero antes de que el clítoris alcanzara este protagonismo, y a pesar de las críticas al modelo freudiano del orgasmo «vaginal» como signo de la madurez de la mujer, la penetración era en la cultura popular el centro del encuentro sexual. Esto llevó a muchas mujeres a obsesionarse con encontrar y aprender a estimular su punto G. Así lo explica la sexóloga clínica Miren Larrazabal Murillo: «Hace unas dos décadas, cuando la ciencia de la sexología se empezó a asentar y comenzamos a investigar sobre lo que es el punto G. A partir de entonces, sobre todo en los últimos diez años, cuando esto se puso de moda y empezó a aparecer mucha información sobre el tema, me he encontrado a muchas mujeres obsesionadas con encontrar su punto G, cuando realmente no tienes ni por qué encontrarlo, porque es que todo el cuerpo es susceptible de producir placer».

Qué es el punto G

Descrito por primera vez por el ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg, el llamado punto G se sumó en el siglo XX a la lista de tejidos y órganos de la anatomía femenina que llevan nombres masculinos, debido a que históricamente han sido bautizados por científicos varones: desde las trompas de Falopio, que deben su nombre al anatomista italiano del siglo XVI, Gabriele Falopio, hasta el folículo ovárico que contiene el óvulo listo para ser liberado durante la ovulación, estudiado por primera vez en el siglo XVII por el holandés Regnier de Graaf y conocido, desde entonces, como folículo de Graaf.

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Pero, en el caso del punto G, a la masculinidad del nombre se suma la imprecisión, ya que no se trata exactamente de un punto, sino de una zona de superficie variable ubicada en la cara anterior de la vagina, es decir, la que está más cerca del ombligo (no de la espalda), «a un centímetro y medio de la abertura vaginal», apunta Larrazabal. La experta insiste sin embargo en que puede haber una amplia diversidad tanto en la localización como en la sensibilidad de esta área que «algunas mujeres perciben más rugosa o abultada, pero no siempre es así».

«Si vamos recorriendo el camino de la uretra, está a cuatro o cinco centímetros de la entrada, aunque es muy variable, porque depende en gran medida de la anatomía de cada persona. Algunas tienen la vagina más corta y otras más larga, lo que va cambiando la localización. Esta depende también de la historia de cada persona. No es lo mismo haber tenido un parto que no haberlo tenido, o tener más contractura en esa zona que no tenerla», apunta en este sentido la ginecóloga Amira Alkourdi.

En este sentido, la también ginecóloga Marta Recio explica que «a lo largo de la vida cambia la estructura del suelo pélvico y de la vagina, entonces, no siempre está igual y también cambia a nivel de las sensaciones. Hay diferentes situaciones a lo largo de la vida de la mujer que también le pueden influenciar. Por ejemplo, la pérdida hormonal de la menopausia, el uso de radioterapia o quimioterapia, enfermedades como el liquen vulvar». Esta variabilidad explica, en parte, el hecho de que algunas mujeres alcancen el orgasmo estimulando esta zona, mientras que otras no.

Punto G y orgasmo

El punto G se ubica justo por detrás de la vejiga y es por esta razón que, al estimularlo ejerciendo presión sobre él, es frecuente sentir al principio urgencia de orinar (para evitarlo, Larrazabal recomienda vaciar la vejiga y lavarse las manos antes del encuentro sexual). Pero también, en muchos casos, esta estimulación puede provocar orgasmos intensos. «Es un tejido que tiene una gran cantidad de inervaciones. Esa inervación va hacia unos músculos, que también forman parte del clítoris y lo que producen, con su estimulación, es una contracción que forma parte del orgasmo», explica Alkourdi.

Aunque en apariencia esta zona está diferenciada y separada del clítoris, lo cierto es que ambas forman parte de la misma estructura. Una manera de entenderlo es pensar en un iceberg: la punta visible del clítoris, que se localiza cerca de la abertura de la uretra, sería en esta analogía la parte flotante del iceberg, mientras que el punto G estaría por debajo de la superficie, pero conectado a la punta. En la parte interna del organismo, el tejido se divide en dos «raíces», ubicadas en los laterales de la vagina, de unos seis centímetros de largo y formadas por nervios y músculos.

«Desde el punto de vista de la medicina moderna, no está claro que el punto G exista como tal, porque anatómicamente no se ha visto nada diferente en esa zona de la vagina. Sí que se describió una zona más erógena que, al estimularla, podría ayudar a desencadenar el orgasmo, pero actualmente sabemos que eso se debe a que esta zona es parte de la anatomía profunda del clítoris. En realidad, el clítoris no es solo la parte que vemos, sino que su estructura en la zona interior pasa a través de la vagina y cerca de la uretra», aclara Recio.

La zona del punto G «está rodeada de unas glándulas que pueden producir, cuando se provoca el orgasmo, una eyaculación», explica Alkourdi. Estas glándulas tienen una función lubricante y son consideradas homólogas a la próstata masculina. A nivel médico, se las denomina glándulas de Skene, otro nombre masculino: se debe al ginecólogo escocés Alexander Skene, que escribió sobre ellas en el siglo XIX. Las glándulas de Skene desempeñan un papel crucial en la salud del sistema genitourinario femenino. Su correcta función contribuye a la protección de la uretra, la lubricación durante la actividad sexual y la prevención de infecciones.

Durante el encuentro sexual, la vagina se modifica para permitir la penetración. En este proceso, detalla Recio, el punto G «como cualquier otra zona erógena, puede hacer que se produzca más lubricación por la excitación que provoca el tocarlo. Se producen cambios físicos de erección, porque la zona está más irrigada por vasos sanguíneos, y cambia el tejido, se vuelve más sensible y más hinchado. Eso hace que se pueda descargar el orgasmo desde allí, pero lo mismo puede suceder en la cabeza del clítoris, que se conoce como glande. Estos cambios que se producen se conocen como plataforma orgásmica».

Pero para llegar a esa etapa, Larrazabal sugiere partir de la estimulación del clítoris y no directamente de la vagina. Esta última «puede ser incluida en el juego erótico penetrando la zona, solas o en pareja, pero realmente tenemos un órgano cuya finalidad es el placer y ese es el clítoris. Es la zona que, según la evidencia contundente, está más implicada en el placer genital femenino», asegura la sexóloga.

Las investigaciones respaldan esta recomendación. Un estudio del 2017 halló que solo un 18 % de las mujeres lograban tener orgasmos mediante la penetración por sí sola. «Con frecuencia, se requiere estimulación del clítoris, o al menos es beneficiosa, cuando se trata de tener un orgasmo durante las relaciones sexuales», señala la investigación.

Mitos y verdades

Aunque se suele hablar de orgasmos del punto G y orgasmos del clítoris, lo cierto es que, como explica la sexóloga Erea Devesa, «todos los orgasmos se producen en el cerebro. Se puede conseguir evocar por diferentes vías esa respuesta, que funciona de alguna manera como si fuese un reflejo que aparece frente a una estimulación concreta y se produce en el cerebro. A tu cerebro le va a dar igual la manera en la que llegues al orgasmo, sea mediante estimulación vaginal, clitorial o de otras zonas».

La prueba de esto, explica Marta Recio, es que «tú puedes tener orgasmos en sueños, sin tocarte los genitales». La experta considera que romper el tabú de la sexualidad es importante para abrir paso a una exploración de prácticas más allá de la penetración. «Freud describió su teoría de que el orgasmo femenino era solamente vaginal y que aquellas que lo alcanzaban por la vía clitoriana era porque todavía no habían desarrollado su sexualidad madura y eran frígidas. A partir de ahí, empezaron los mitos acerca del orgasmo femenino, que se han ido manteniendo a lo largo de los años porque el placer masculino se obtiene a través de la penetración. Entonces, se intentó justificar que el placer femenino también fuera vaginal», asegura Recio.

«Todo el cuerpo es susceptible de placer, el órgano más grande que tenemos es la piel y está llena de receptores nerviosos», señala Larrazabal. En este sentido, la experta aclara que la estimulación del punto G puede considerarse «una estimulación indirecta del clítoris, entonces, hablar del punto G es hablar de una zona erógena más, pero desde luego, no la más importante ni la única».

Dado que se trata de una zona interna y, además, altamente variable en la diversidad de los cuerpos, «el mito de que el punto G no existe sigue persistiendo», observa la doctora Alkourdi. Larrazabal considera que, en gran medida, esta confusión se debe justamente al hecho de pensar que se trata de un punto, «cuando realmente es un área».

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.