Sonia Encinas, sexóloga: «El sexo nunca debería ser una exigencia ni una tarea»

VIDA SALUDABLE

La experta da consejos para volver a introducir la sexualidad en la pareja tras el nacimiento de un hijo
27 may 2025 . Actualizado a las 19:37 h.La llegada de un hijo es uno de los cambios más trascendentales que puede haber en la vida de una pareja. Para la madre, es un momento especialmente complejo. Al cuidado del bebé se suman los cambios corporales y hormonales que hacen que sea difícil activar el deseo sexual en pareja. Pero esta etapa es pasajera y, con tiempo y paciencia, la sexualidad puede renovarse y volver a formar parte del vínculo. La sexóloga Sonia Encinas aborda estas transformaciones en su nuevo libro, El sexo de las madres, editado este año por Roca. Para ella, la maternidad es «una oportunidad de convertirte en protagonista de tu propia sexualidad si respetas tus ritmos y amplías el significado de la palabra placer».
—¿Qué cambios experimenta la sexualidad después de la maternidad?
—El cambio por el que más mujeres llegan a consulta de sexología es la falta de deseo. Pero aquí matizaría algo muy importante, que es que esa falta de deseo se refiere a las relaciones sexuales genitales con sus parejas. Otro motivo secundario por el que suelen venir son los cambios en el propio cuerpo y la percepción de una misma. El cansancio y la transformación del cuerpo con el embarazo, el parto y el posparto influyen en el deseo y puede haber dificultades en la relación de pareja.
—¿Es posible anticiparnos a estos problemas para prevenirlos?
—Como pasa con muchas de las experiencias en torno a la maternidad, hasta que no las vives en primera persona, no sabes cómo las vas a afrontar. Entonces, es toda una incógnita. Además, las mujeres vivimos en un sistema que nos enseña desde bien pequeñas un canon de belleza único al que nos esforzamos muchísimo por llegar a lo largo de toda nuestra vida. Lo que ocurra con todo eso después del parto es algo que no vamos a poder entender hasta que lo atravesemos. A pesar de que sabemos que el cuerpo va a cambiar, el cómo cambie y cómo nos encontremos después va a ser diferente a cualquier previsión.
—¿Qué factores influyen en el impacto que puedan tener estos cambios?
—No es lo mismo una mujer que tiene una red de apoyo y de cuidados a su alrededor en la que se puede apoyar para descansar o para tener algunos espacios personales, una mujer con una pareja que sea corresponsable, al caso de otra que no solo no tiene esa red de apoyo amplia, sino que además su pareja que no es corresponsable. Eso implica que tiene mucha carga mental, mucha responsabilidad sobre sus espaldas, muy poco espacio personal y muy poco espacio de descanso. Todo eso nos afecta fisiológicamente y atraviesa nuestro cuerpo. No solamente es una cuestión estética, sino que también va a influir en cómo podamos cuidar nuestro cuerpo, si vamos a tener tiempo para, por ejemplo, hacer ejercicio para que no nos duela la espalda o no, si vamos a tener tiempo para cocinarnos nutritivo y rico para encontrarnos bien, o no lo vamos a tener.
—Menciona que la falta de deseo en esta etapa tiene matices. ¿A qué se refiere?
—Cuando hablamos de falta de deseo nos estamos refiriendo a que no nos apetece igual que nos apetecía antes tener relaciones sexuales genitales con nuestras parejas. Pero eso no quiere decir que no haya deseo, porque en la maternidad hay mucho deseo. Lo que pasa es que no nos permitimos muchas veces conectar con lo que en esa etapa sí que nos está apeteciendo: abandonarnos al descanso con nuestros bebés o disfrutar de una lactancia placentera si tenemos la fortuna de que puede darse así.
—¿En su experiencia profesional nota que existe una presión social por retomar las relaciones sexuales pronto después del parto?
—A partir de la cuarentena, cuando nos encontramos en las consultas de la matrona que nos dan el pistoletazo de salida de decirnos: «Ya podéis tener relaciones sexuales, vamos a hablar de métodos anticonceptivos», me encuentro muchas mujeres a las que, aunque les dicen que pueden, no les apetece. Y solamente el hecho de que se lo diga una profesional sanitaria genera una presión, porque parece que a partir de ese momento ya hay un contador a cero, van pasando los días que se van acumulando y aparece el miedo a qué significa esa falta de deseo. El problema es que nos falta información.
—¿Qué deberíamos saber sobre ese momento final de la cuarentena?
—Si entendiésemos que es absolutamente normal y que de hecho cumple una función fisiológica el hecho de no tener deseo compartido, no lo viviríamos con tanto miedo. Si nos permitimos esperar nuestros tiempos, poco a poco, a medida que van pasando los meses y que vamos recuperando espacio, descanso, tiempo para nosotras, tiempo de ocio, espacios de placer y también espacio erótico más adelante con una misma, cuando de repente sientes que recuperas como tu fantasía, que de repente ves una serie y la serie te excita, cuando todo esto aparece, si nos permitimos vivirlo, será de una manera como muy coherente, que nos va acercando al sexo. Si la pareja ha cumplido su función y nos ha acompañado de manera corresponsable, aparecen esas ganas de volver a compartirse. Pero muchas veces las mujeres no se dan ese permiso porque desde el mismo momento en el que les dicen «Ya podéis tener relaciones sexuales», ellas lo que escuchan es que ya deberían tener relaciones sexuales.
—¿Cuánto tiempo puede pasar hasta que vuelve a surgir ese deseo?
—Hay mujeres que tardan más y otras que tardan menos. Pero lo que yo digo siempre es que antes de llegar a eso, quizás, podrías pensar en si te apetece masturbarte. Y esto la mayoría de las mujeres ni lo piensan. En el momento en el que aparece la presión de tener sexo con la pareja, ni siquiera se da un espacio para poder explorar el deseo propio, con una misma. Y así es como la exigencia termina por agotar por completo nuestra disponibilidad sexual, nuestro deseo sexual.
—¿Por qué existe esa exigencia?
—Independientemente de que seamos heterosexuales o no, las mujeres hemos aprendido desde siempre que nuestra función es satisfacer a los hombres, que ellos estén contentos, bien para que se queden, bien para que nos traten bien. Entonces, al final, una relación de pareja está dentro de esas normas. Y esto es tremendamente nocivo, porque el sexo nunca debería ser ni una exigencia ni una tarea, sino un espacio en el que nos compartimos de una manera horizontal, en el que tú me ves y yo te veo y nos apetece. Si nos compartimos es porque nos apetece y si a mí me apetece y a ti no, siempre tengo mi erótica propia, que es maravillosa también y que tengo total permiso para poder explorarla. Pero nosotras no aprendemos esto, no aprendemos a llegar al sexo como un lugar que nos pertenece y que nos valida, sino como un lugar en el que nosotras tenemos que cumplir una función, que es, además de estar bellas, hacerlo bien y satisfacer, en cualquier caso, a la otra parte.
—¿Qué consecuencias tiene esto para la sexualidad de las mujeres?
—La consecuencia es que muchas mujeres pasan por encima de su propio deseo, simplemente porque creen que es algo que hay que hacer. Hay encuestas en las que se ve muy claro que hay una gran mayoría de mujeres que recuperan su deseo pasados dos meses del posparto y sin embargo hay muchas que recuperan las relaciones sexuales en la cuarentena, cuando ha pasado un mes y medio. La mayoría de las mujeres tienen relaciones sexuales antes de que les apetezca y sin tener deseo sexual. Y esto es terrible para nuestra propia sexualidad, pero también porque seguimos reforzando la idea de que el sexo es algo que les pertenece a ellos.
—¿Qué consejos daría para vivir una sexualidad plena en pareja tras la llegada de un hijo?
—El primero de todos es que te des el espacio para que tu deseo aparezca. No tener relaciones sexuales cuando no hay deseo. Porque en el deseo influyen muchos factores y el cansancio y la carga mental es determinante de cara a recuperarlo. Pensemos que el deseo sexual requiere de un excedente de energía y lo que nos encontramos en las consultas es que la mayoría de las madres están en déficit de energía, por cansancio y por falta de tiempo y de espacio propio para sí mismas. Es coherente en estos casos que el deseo no esté. Entonces, no pasemos por encima de nuestro deseo y de esas necesidades. Para esto, debe haber comunicación en la pareja y el otro tiene que hacerse responsable de entender esta etapa por la que están pasando. Porque la crianza es una responsabilidad de ambas partes y la parte no gestante tiene que cumplir su rol. Lo que hay que colocar en el centro es lo que necesita la madre en esta etapa. si la madre está bien, el bebé va a estar bien, así que cuidemos a la madre. Después, diría que confíen en que ya habrá tiempo y ese deseo y esos espacios volverán.
—Dice que la maternidad es una oportunidad para redescubrir el placer sexual. ¿Cómo podemos aprovecharla?
—La maternidad, como experiencia corporal, a nivel biológico y fisiológico nos conecta con el cuerpo de una manera muy potente. Cuando llega la maternidad, el cuerpo habla, sube el volumen y nos atraviesan un montón de experiencias corporales que son muy poderosas. Esto, precisamente, nos da la posibilidad de escuchar al cuerpo de una manera en la que quizás en otros momentos nos pasaría desapercibido. Si lo escuchamos y si respetamos sus necesidades y sus deseos, esto abre una puerta nueva a descubrirnos también eróticamente desde ahí. En este sentido, la maternidad nos obliga a poner límites que quizás antes nos habíamos saltado. Desde ese respeto al propio ritmo y a los propios procesos, aparecen posibilidades de disfrute que no estaban contempladas antes. A lo mejor te apetece más que nunca un masaje en la espalda o un momento de intimidad con tu pareja, de caricias, de besos, de mirarte a los ojos y a lo mejor te das cuenta de que no te lo estás permitiendo porque en el momento en el que te acercas a tu pareja lo único que aparece es la posibilidad de que si me acerco vamos a tener un coito que no me apetece.
—¿Qué puede hacer la pareja en esta etapa?
—El rol de la pareja es fundamental. Lo que debería hacer es, primero, hacerse responsable de su parte y segundo, preguntar mucho «¿qué necesitas?». Que nunca dé cosas por hecho, que pregunte, que cuide y que haga una autoobservación para hacerse cargo también de las emociones que se le despiertan, porque esta pareja también va a vivir una transformación y una revolución con su paternidad o maternidad no gestante, y va a necesitar procesarlo.