Luis dos Poles, último aserrador de O Courel: «A lúa dicía cando había que cortar a madeira»

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

Luis dos Poles, con la sierra de aire, el domingo en Froxán
Luis dos Poles, con la sierra de aire, el domingo en Froxán PEDRO DA TORRE

A sus noventa años ofreció una demostración en la aldea de Froxán con una antigua sierra de aire

13 oct 2022 . Actualizado a las 13:34 h.

Sábado en Vilamor, en O Courel. Un día como otro para los contados pobladores de esa aldea, que dejaron atrás hace tiempo la edad de jubilación. Justo cuando abril agota la última hoja del calendario, la primavera por fin se deja notar. El sol apretó y la gente se reúne fuera de las casas a la caída de la tarde. «Xuntáronse todos os xefes», saluda Pedro Álvarez, Pedro da Torre, apelativo por el que se conoce su casa. Es el secretario de la asociación cultural Fonte do Milagro, que celebra el domingo una demostración de aserrado tradicional en el vecino pueblo de Froxán. En la tertulia se oye la voz sosegada de Luis dos Poles, último aserrador de la montaña. A sus noventa años, está citado al día siguiente en Froxán para compartir los secretos de un oficio perdido.

El antiguo sistema de aserrado manual se empleó hasta la primera mitad del siglo pasado, cuando aún salía de O Courel gran cantidad de madera destinada a la construcción de viviendas. «Valía case toda para cortar, castiñeiro, cerdeira, chopo... Era o que se facía para ganar un xornal. Daquela aínda pagaba a pena», dice Luis dos Poles. El corte de en tablones y troncos con este tipo de herramientas obliga al aserrador a trabajar a bastante altura, encaramado en un aparatoso armazón construido también en madera. ¿Vale más maña que fuerza? «As dúas cousas —responde el aserrador—, é un traballo moi bruto».

En el Pozo dos Pontós

Los ríos también tienen microtopónimos. Nombres de corrientes o remansos que cuentan historias de las que apenas queda memoria. A medio camino entre Froxán y A Labrada —aguas abajo de O Courel, ya en A Pobra do Brollón— el Pozo do Pontós evoca en el Lor la estampa lejana de los troncos y tablones que, a falta de carreteras, bajaban por el río para su posterior transporte a los lugares de destino. El padre de Luis dos Poles, también aserrador, era amigo y proveedor del desaparecido político monfortino Celestino Torres, propietario de una empresa maderera en el pueblo al que da nombre la estación de ferrocarril de A Pobra do Brollón. «Meu pai era da súa chavalada e levaba madeira en carros ata a Estación da Pobra para que a cargasen no tren», rememora.

La primera de las demostraciones organizadas por la asociación Fonte do Milagro tuvo lugar hace veinte años en Ferreirós de Abaixo. En esa localidad de O Courel, se reunieron entonces, junto con Luis dos Poles, los aserradores ya fallecidos Manolo do Mazo, Evaristo de Froxán y Santiago de Eiriz. Eran de los contados vecinos de la montaña que aún dominaban el manejo de las sierras de aire y portuguesa, los dos instrumentos propios de este oficio. También compartían un conocimiento ancestral sobre los ritmos del bosque. «Antes a madeira non se cortaba en calquera tempo, era a lúa a que dicía cando había que facelo», cuenta Luis dos Poles.

Ahora mandan los permisos

«A demouca dos castiñeiros non se facía ata a primeira lúa de xaneiro, porque dicían que a madeira das vigas aguantaba así máis anos. Agora todo depende dos permisos e non do que saben os vellos», apunta Pedro da Torre. Luis dos Poles asiente y habla de los tiempos en los que Vilamor estaba «cheo de xente» y venían trabajadores portugueses a cortar madera con el modelo de sierra al que se dio ese nombre. Él prefiere la sierra de aire, la que guarda en su casa y a la que echó mano el domingo con noventa años cumplidos en la demostración de Froxán. Solo iba a supervisar cómo lo hacían otros, pero el genio le pudo.