Es uno de los ejemplares de mayor tamaño abatidos en ese municipio lucense en los últimos años
10 nov 2024 . Actualizado a las 17:29 h.Alán Castro es un cazador un tanto atípico. Disfruta de las monterías como el que más, pero disparar sobre las piezas no es lo que más le gusta. Su cometido habitual es acompañar a los perros, seguir con ellos los rastros hasta dar con la pieza. El pasado sábado tuvo que echar mano del rifle en una batida en O Saviñao. Y abatió un jabalí que rozó los 135 kilos en una zona de bancales de la ribera del Miño que quedaron hace mucho sin cultivar. Fue en el lugar de Mourelos, no muy lejos de su casa y de los viñedos de la bodega Abadía da Cova. «Á batida —comenta—viñeron dous rapaces do Courel e nunca viran un tan grande. Meu pai chegou a cazar un xabaril de 150 quilos, pero hai moito tempo que non cae un así».
Mourelos, en la parroquia de Diomondi, forma parte de una de las seis manchas cinegéticas en las que se divide el coto de O Saviñao, por las que van rotando en la temporada las cinco pandillas de caza mayor de ese municipio. A la de Alán le tocó en suerte este fin de semana, sábado y domingo, esa zona de ribera. El jabalí superó los puestos en los que estaban sus compañeros sin que nadie le acertase y el montero de la pandilla tuvo que buscar el todoterreno para salir al paso de los perros que perseguían al jabalí y poder recogerlos. «Levaba o rifle nese momento e tiven a sorte de que ao sentilo cruzou un camiño e puiden darlle», detalla.
Alán Castro tiene 28 años y la afición cinegética le viene de familia: «Cazaron meus avós, meu pai, meu tío, o meu padriño... Pero non son fanático de tirar, o máis bonito da caza e ir cos cans». Es también el trabajo más duro de la montería, sobre todo en terrenos como los de la zona en la que abatió a ese gran ejemplar, donde proliferan zarzas, tojales y espinos entre los muros en los que en tiempos proliferaban las vides. «Se non chaga saír ao camiño —reconoce— posiblemente quedase no monte».
Las batidas de caza mayor son bien recibidas por los cosecheros en las zonas de ribera en todo el sur lucense, por las importantes pérdidas que causan las incursiones de los jabalíes antes de la recogida de la uva. Los animales suelen encontrar refugio seguro, por lo abrupto de esos terrenos en ladera, en parcelas a monte que lindan con las que se cultivan. Pero tampoco es raro levantar las piezas en las proximidades de los pueblos. A una distancia prudencial de las casas no se pueden soltar los perros ni disparar. Los cazadores sostienen que el jabalí acaba por intuir que es un buen cobijo ahora que el monte se extiende casi hasta las viviendas.