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En Lugo, a estas alturas de julio, hay mucho empadronado que no trabaja. Los hay, claro, que están de vacaciones. Otros no trabajan porque no tienen dónde, porque los han despedido, porque el viento de la crisis se ha llevado por delante las empresas en las que dejaban la plusvalía de su esfuerzo. Un lucense que se prepara para tomar vacaciones, que, según anuncia, serán largas, es el exministro José Blanco, ahora que ha logrado sacarse de encima la enojosa sombra del caso Campeón. Por el contrario, Gómez Besteiro sigue haciendo millas en la carrera hacia la secretaría general del PSdeG (septiembre), ya libre la pista de Pachi Vázquez. Mientras, los trabajadores de Tablicia intentan evitar in extremis el achatarramiento de su fábrica. El verano de Carlos García, integrante del comité de Tablicia, no es un verano de vacaciones, aunque, a estas altura de julio, tampoco él trabaja.
Paro y socialismo son dos de los grandes protagonistas de este mes de julio en Lugo. El paro, ese dolor social profundo y sordo, tiene nombres y apellidos; tiene rostro. El de Carlos García, después de entrevistarse con el alcalde Orozco para pedir, y conseguir, el apoyo del Concello, mostraba el cansancio y la decisión de quien lucha con la espalda contra la pared. Si las instalaciones de Tablicia se venden en las próximas horas para chatarra, se habrá perdido toda oportunidad de reflotar una industria de Lugo; una de esas empresas que fueron emblema de la provincia y sucumbieron en la batalla de una crisis hecha a la medida de las multinacionales. A eso se refiere Gómez Besteiro en su propuesta a los socialistas gallegos para reivindicar la acción política: «Temos que revisar o papel dos poderes políticos; devolvamos o poder á sociedade».
Besteiro, quizá lo sabe, tal vez lo intuye, retorna, con su propuesta a los militantes del PSdeG, a los principios esenciales del partido en el que milita. En un amplio trabajo en El Socialista, en un mes de julio de hace 115 años, escribió Pablo Iglesias: «La importancia de la acción política sobre la acción económica no está solamente en que las conquistas de aquella benefician a mayor número de individuos y son más seguras, sino en que no se limita a las cuestiones de trabajo». Es algo que olvidaron otros socialistas que constituyeron el Gobierno de España que abrió el camino a Mariano Rajoy. El Ejecutivo del que formó parte José Blanco dejó de lado el aviso de Pablo Iglesias. Y así vino lo de hoy, o sea Tablicia en riesgo de achatarramiento como metáfora de la Galicia a la que no dejan ser.
Es este un verano que no acaba de ser alegre. Cientos de lucenses a los que la avaricia bancaria atrapó sus ahorros en la trampa de las preferentes gritan su justa indignación un día sí y otro también. Después de tanto desgañitarse, consiguen el apoyo de la Diputación y del Ayuntamiento de Lugo. Y hay algo que suena a comedia en el tardío apoyo a los ahorradores engañados. Algo ha pasado para que Jaime Castiñeira (PP), silente frente a la protesta de los preferentistas en el pleno municipal, pose ahora con ellos para la foto; también García Díez, el hombre que no pudo votar en conciencia contra la quita. Mientras, en el HULA las fotos de un día de hoy remiten al ayer de la Residencia y así. Por eso, porque las cosas están como están y la ciudadanía busca espejos en los que mirarse, hay en marcha un movimiento vecinal para que Lugo dé a una de sus calles el nombre del doctor Miguel Ángel González. Dedicó una gran parte de sus últimas fuerzas a luchar por conseguir para el HULA los servicios de hemodinámica, radioterapia y medicina nuclear. Tendrá una calle, seguro; en otro caso, mejor será empezar a identificar las vías lucenses con números.
En Lugo, sí, es este un mes de julio que no acaba de ser alegre. Le sobran parados y le faltan empresas como Tablicia. Hay demasiado empadronado que se ha quedado sin trabajo.