Pablo Rodríguez, ex jugador de Lugo y Viveiro y técnico en el Valencia: «En el fútbol y en la vida hay que ser educado»
LUGO
El centrocampista reconoce que salir de casa fue «enriquecedor», pero mantiene el apego por su tierra
12 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Pablo Rodríguez inició su carrera a finales de los años 80 en el Viveiro y en más de 20 años pasó como jugador por Deportivo B, Lugo en dos etapas, Ferrol, Girona, Leganés y Atlético Baleares, retirándose en el 2010 en el As Pontes. Como técnico dirigió al juvenil de División de Honor del Xerez y fue segundo en el primer equipo. Actualmente forma parte del cuerpo técnico del Valencia junto a un Marcelino al que admira y ya compartió banquillo con otra leyenda, el argentino Pizzi, así como con un mito del deportivismo y del Valencia, Boro. Dice que salir de casa para viajar por todo el mundo gracias al fútbol fue una gran decisión, pero sus ojos brillan cuando le hablan de Viveiro. En su larga carrera ha saboreado el éxito en muchos equipos, y sobre todo ahora en uno de los grandes, como el Valencia, pero también vivió la cara amarga de estar en clubes que no cumplían con sus deberes económicos.
-¿Cómo comenzó en el mundo del fútbol?
-Desde niño es mi pasión, aunque es verdad que no teníamos muchas más opciones que jugar al fútbol en la calle. Luego entré en los infantiles del Viveiro y desde ese momento lo convertí en mi vida.
-¿Cuándo pensó que podía ser profesional?
-Cuando fiché por el Deportivo B y salí de casa. A veces salen las cosas bien, sobre todo cuando te respetan las lesiones como fue mi caso, y otras se interrumpen las carreras. En mi caso siempre lo llevé bien, gracias también a la estabilidad familiar que siempre me ayudó.
-¿Cuáles son sus mejores recuerdos deportivos?
-Los ascensos que viví con el Lugo y el Ferrol fueron muy bonitos, aunque lograr esos éxitos requiere soportar mucho sufrimiento y tensión. Lo que siempre recordaré especialmente será el partido de liga que disputé en el Vicente Calderón ante 50.000 personas y con Luis Aragonés en el banquillo del Atlético de Madrid.
-¿Querría borrar alguna experiencia negativa?
-El descenso con el Ferrol supuso un gran disgusto, como también lo fue la expulsión que sufrí a la media hora de partido en los play offs de ascenso a Segunda B con el Viveiro en Palencia.
-¿Qué le gusta más jugar o la parcela técnica?
-Lo más bonito es sin ningún género de duda ser futbolista, pero la verdad es que no lo echo de menos. Desde el día que decidí dejarlo no volví a jugar nunca más, a pesar de que me tentaron para enrolarme en varios equipos, pero lo dejé y punto.
-¿Cómo valora que en todos los sitios en los que estuvo le tengan un gran cariño?
-Lo único que puedo decir es que estoy muy agradecido a todos los sitios en los que estuve y contento de haber decidido salir fuera para vivir experiencias muy enriquecedoras. Al final la única verdad es que en el fútbol y en la vida hay que ser siempre educado y responsable, además de hacer las cosas con sentido y generosidad. La verdad es que me encanta haber hecho tantos amigos en mi profesión.
-¿Le hizo ilusión ser uno e los portadores de la antorcha olímpica en 1992?
-Desde luego, fue algo único poder portar ese símbolo durante unos 500 metros en un momento tan especial y en mi tierra. Tengo la antorcha colgada en un lugar preferente en mi casa.
-¿Es muy distinto el fútbol profesional del aficionado?
-Los cambios más relevantes son en cuanto a repercusión y métodos de entrenamiento. El resto estamos hablando de personas que juegan el fútbol bien sea en Preferente o en Primera División.
-¿Qué cambios destaca en el fútbol?
-Sobre todo los entrenamientos y para mejor, ahora son brutales y creo que me costaría soportarlos cuando jugaba.
-¿Qué supone estar en un gran como el Valencia?
-La repercusión y las exigencias son muy altas para lograr resultados, pero para mí es una gran suerte y un enorme privilegio.
«El fútbol cambió mucho y para mejor, ahora los entrenamientos son brutales»
«Ser uno de los portadores de la antorcha olímpica en mi tierra es un gran recuerdo»
«El fútbol profesional es otro mundo por la gran repercusión y exigencia que tiene»