Hace 40 años, Lugo esperaba una nueva carretera de unión con la costa

Xosé María Palacios Muruais
XOSÉ MARÍA PALACIOS LUGO / LA VOZ

LUGO

ALBERTO LÓPEZ

El desarrollo industrial de A Mariña hacía necesarias nuevas infraestructuras

18 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Para quienes viven en Asturias o tienen algo de relación con esa comunidad, la «Y» no solo es una letra sino la denominación de la autovía Gijón-Oviedo-Avilés, que se construyó en los años setenta y que enlazaba esas tres ciudades. La autovía del Cantábrico (A-8) y la Ruta de la Plata (A-66) aprovechan actualmente el trazado puesto en servicio hace casi 45 años. En aquellos tiempos, al oeste de Asturias empezaba a cobrar forma una idea con la que la «T» sería algo más que una letra.

La comunicación de Lugo con la costa y la conexión de los municipios del litoral mariñano era deficiente. Para ir de la ciudad amurallada a A Mariña era necesario pasar -de este a oeste, en función del lugar- por el Marco de Álvare (A Pastoriza), A Xesta (Abadín) o A Gañidoira (Muras). Las curvas a ambos lados de esos puertos -el murense, el de mayor altitud, apenas rebasa los 700 metros- y la abundancia de curvas complicaban el viaje. Por su parte, la zona costera tuvo a finales de los setenta un bum más potente que el del ladrillo, con la construcción de la factoría de Alúmina Aluminio en San Cibrao.

El contraste entre la expansión económica y las infraestructuras existentes resultaba evidente, y en 1980 el gobernador civil de Lugo, Eduardo Fernández Combarro, exponía en el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU) la urgencia de esa carretera. «Para la industrialización de la provincia, es una carretera vital», afirmaba.

La obra parecía destinada a articularse en dos partes y en dos fases, el trazado costero y la conexión con la capital de la provincia. El gobernador aseguraba que la comunicación con Lugo debería diseñarse con un trazado de Lourenzá a Abadín y de Abadín a la ciudad amurallada por Castro de Ribeiras de Lea. Admitía que la situación económica del país y las limitaciones presupuestarias podían condicionar las obras, aunque sin olvidar su urgencia.

 Solo una letra

La conclusión de la A-8 mejoró las comunicaciones, aunque de Barreiros a Viveiro no hay autovía y la supresión del paso por A Xesta dejó paso al trazado por el alto do Fiouco (A Pastoriza), también condicionado por las nieblas e incluso por el viento. La conexión directa de Lugo con la costa carece de una vía de alta capacidad, aunque 20 años después de aquel proyecto se registró una reaparición fugaz: la Xunta planeaba en el 2000 que la carretera LU-113 (Rozas-Abadín) tuviese hechuras de alta capacidad y pudiese transformarse en autovía.

El firme mejoró y algunos puntos peligrosos de esa vía desaparecieron, pero la «T» no pasó de ser en Lugo una letra del abecedario.