
Carlos Rodríguez Ben, al frente del mítico bar del Campo Castelo, pone fin a 40 años de relación con la clientela para ganar en calidad de vida
13 may 2020 . Actualizado a las 16:55 h.Cierra el bar Nevada, pero gana en salud Carlos Rodríguez Ben, que lo había regentado los últimos 40 años con un horario que lo mantenía en esa esquina del Campo Castelo de nueve de la mañana a doce de la noche. El confinamiento le ayudó a reforzar lo que ya sospechaba: aquello no era vida. Quería disfrutar de los suyos, salir a pescar y poner fin a un dolor ya crónico, así que tomó la decisión. Dentro permanece una veintena de obras de artistas lucenses. Fuera se quedan los clientes que se convirtieron con los años en amigos y de los que ahora toca disfrutar.
«Xa o tiña pensado, pero aproveitei a corentena para decidirme. Sinto pena porque me toque a min pechalo, pero si perdes calidade de vida... Botaba moitísimas horas e agora teño que pensar en min», explica Rodríguez Ben al otro lado del teléfono. La llamada se produce desde el teléfono de Eduardo, instalado en el bar de enfrente al Nevada y que colabora para que se produzca la comunicación. Es mediodía y hacía años que no estaba a esa hora en su casa de la Piringalla. El confinamiento ha tomado en su caso forma de revelación: «Nesta pandemia dinme conta de que hai cousas máis importantes, como pasar máis tempo coa miña familia».
«Un bar non é jauja»
Aunque agradece la ayuda de la clientela a lo largo de todos estos años, apunta: «Non o vou a botar en falta». Para hablar de una buena época en la hostelería, anima a remontarse al año 2000. Desde entonces, el oficio se fue haciendo cada vez más esclavo. «A maioría da xente ve a parte bonita disto, pensa que un bar é jauja, pero os gastos multiplícanse e as ventas baixan. Eu escollín o mellor para min, que era pechar», subraya.
Con 63 años y problemas de artrosis derivados de horas y horas de trabajo de pie, esa era la mejor opción: «Esto permitiume manter unha familia de catro membros, pero os osos chega un momento que din ‘non’». Así que ante él se abre ahora un calendario con miles de horas para hacer eso que antes no podía. Como la pesca y el contacto que propicia con la naturaleza y el río, cosas que siempre le habían atraído, pero para las que no tenía tiempo.
De las paredes del local, abierto por primera vez en octubre de 1969, cuelgan pinturas de Carreira, Carballeira o Bordell, que Rodríguez Ben adquirió poco a poco y con las que convirtió el interior del Nevada en una pequeña galería de arte lucense. «Foi unha afección de fai uns dez anos. Como tiña moita parede no local, funme facendo con elas ata xuntar unhas vinte ou 25. Terei que levalos para a casa», relata. Ese trasiego lejos del bar engrosará su nueva lista de preocupaciones, entre las que se encuentra dedicar todo su tiempo a disfrutar.